Funcionario vaticano expone programa que recuerda los Te Deum de Bergoglio
La cita con este visitante venido de la Santa Sede, fue en el auditorio San Agustín de laPontificia Universidad Católica Argentina (UCA), el día en que se cumplía un año de la elevación de Jorge Bergoglio al papado. Unas 700 personas se reunieron para escuchar aGuzmán Carriquiry Lecour y al presbítero Carlos Galli, ex decano de Teología de la UCA.
Guzmán Carriquiry Lecour no sólo es el laico más encumbrado en la Santa Sede –essecretario de la Pontificia Comisión para América Latina– sino amigo personal de Jorge Bergoglio, quien prologó su libro «Una apuesta por América Latina», publicado en 2003.
Esa cercanía se reflejó en su intervención, centrada en el impacto de la elección del Papa Francisco en la región y la oportunidad y responsabilidad que un hecho tan extraordinario implica para la Iglesia y para todo el continente, que definió como “una posibilidad impresionante de resurgimiento católico y de profundas repercusiones y esperanzas para una nueva América Latina que todos queremos”.
Entre los asistentes al acto, que fue moderado por otro amigo del Papa argentino, el rector de la UCA monseñor Víctor Manuel Fernández, había muchos políticos y dirigentes sociales. Escucharon la disertación de Carriquiry el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, la ministra de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, Cristina Álvarez Rodríguez, sindicalistas como Armando Cavalieri y Gerónimo Venegas, los ex embajadores argentinos ante la Santa Sede Santiago de Estrada, Vicente Espeche Gil y Carlos Custer; además los diputados nacionales Hermes Binner, Carlos Kunkel, Roberto Feletti y Carlos Brown. También se encontraban el economista Manuel Solanet, el ex ministro de Desarrollo Social,Daniel Arroyo, y el ex secretario de Población, Aldo Carreras.
Dirigiéndose a sus “compatriotas latinoamericanos”, Carriquiry Lecour empezó declarándose convencido de que “en América Latina se decide el futuro de la Iglesia Católica”. Recordó que 40% de los católicos del mundo son latinoamericanos, a lo que hay que sumar los 60 millones de hispanos que viven en Estados Unidos. El promedio de bautizados católicos en América Latina es de 80%, señaló. “Eso nos está mostrando el muy profundo arraigo de la fe católica en el sustrato cultural y en nuestra historia”, afirmó.
También citó una encuesta de Latinobarómetro, según la cual la Iglesia Católica es aún “la institución que goza de mayor consenso, credibilidad y confianza” entre los latinoamericanos. “Por eso tiene razón la Iglesia cuando en el documento de Aparecida [cumbre de la Celam, Brasil 2007] afirma que el don de la tradición católica es un cimiento de unidad, identidad y originalidad de América Latina y el Caribe”, afirmó.
“Por eso los vientos del Espíritu Santo llevaron a cruzar el océano y buscar un Papa en el sur”, dijo a continuación. Sin embargo advirtió que no había que dar “nada por descontado” porque “la secularización avanza por doquier”, así como la “migración hacia el pentecostalismo” de aquellos a cuyas inquietudes espirituales la Iglesia no ha dado respuesta. Por otra parte, los propios cristianos con frecuencia se dejan “esclavizar por la ideología del dinero, del poder, del placer efímero”, son “cristianos que balconean”, como dice el Papa.
“La mayor amenaza –dijo Carriquiry- viene de la cultura dominante, relativista, hedonista, que siembra confusión sobre el sentido de la vida, que rompe vínculos de pertenencia y opera como nuevo opio”.
Una agenda de tareas pendientes
Si bien destacó que la América Latina que le ha dado un Papa al mundo “ya no es más una región atrasada y humillada sino emergente en el concierto mundial”, gracias a “años de crecimiento económico sostenido, disminución de la pobreza, mayor integración económica regional y mayor protagonismo en las diversas instituciones y alianzas internacionales”, señaló que aún arrastra “muy graves problemas irresueltos”.
Fue entonces que enumeró esos “mayores retos” que enfrenta América Latina. Una agenda de tareas pendientes que revela su conocimiento profundo de la región: “Una revolución educativa, inversión en capital humano, una serie de infraestructuras físicas, energéticas y financieras, inversión de fuertes valores agregados en nuestras riquezas naturales y la configuración de cadenas productivas, crecimiento con más justa redistribución, lucha contra la pobreza, reconstrucción del tejido familiar y social, pacífica convivencia, combate contra el narcotráfico y las drogas, mayor madurez democrática y salto de calidad en la integración latinoamericana”.
Imposible no sentir un eco de aquellas impactantes e interpelantes homilías de Jorge Bergoglio en los Te Deum, cada 25 de mayo, cuando Carriquiry Lecour advirtió: “Es imposible afrontar la magnitud de estos retos desde una permanente confrontación, destinada siempre a dividir y por eso a restar, nunca a sumar. Al contrario, hoy se están requiriendo como nunca grandes acuerdos y consensos sociales en pos de objetivos nacionales, así como ir conformando, reestructurando, revitalizando un gran movimiento popular de fuerte participación y liderazgos políticos adecuados, para ir abriendo paso a Patrias inclusivas, justas, reconciliadas y fraternas”.
“No hay que tener miedo –agregó- a reconocer que para construir una nueva América Latina se necesita mucho amor a los propios pueblos, mucha verdad, una pasión por grandes ideales de solidaridad y fraternidad así como políticas inteligentes que dejar atrás mecanismos secularizantes, burocracias autorreferenciales y la utopía del mercado auto regulador, gobernado por el dios dinero que deja sólo secuelas de inequidad”.
Además dijo que tanto pastores como fieles -“y esperemos que también los jefes de Estado y dirigentes políticos, empresariales y sindicales”- debían preguntarse “qué nos dice Dios, qué nos pide que cambiemos por mediación del Papa Francisco”.
Fue una interpelación bien directa a una clase política y a una dirigencia frecuentemente autista –autorreferencial en sus palabras- respecto a los problemas de la gente y que hasta ahora se relaciona de forma más bien superficial con la realidad de un Papa argentino y latinoamericano, sin encarnar los valores que éste representa.
“Pobres de nosotros si, satisfechos pero sin inquietud en el alma, seguimos viviendo como si nada hubiera ocurrido”, advirtió Carriquiry.
“Yo soy una misión en esta tierra”
Previamente, el teólogo Carlos Galli, había centrado su intervención en la encíclica Evangelii Gaudium que definió como “el mejor documento de los últimos 50 años que ha tratado el tema de los pobres en el Evangelio y en la Iglesia”.
Dijo que la Encíclica está escrita en lo que llamó el “código Francisco” que, a diferencia del “código Da Vinci”, no es oscuro e indescifrable, sino que consiste en “dar un mensaje profundo en un lenguaje sencillo (…); una gramática de la simplicidad”.
El documento está estructurado en 288 puntos o párrafos, por lo que el padre Galli sugirió leer uno por día de aquí a fin de año, un método original de lectura que habilita a la reflexión.
Él mismo leyó varios durante su exposición, por ejemplo, el 273, en el cual el papa Bergoglio escribió: “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. (…) Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.
Un párrafo que, nuevamente, debería resonar en los oídos y mentes de los dirigentes políticos que, con demasiada frecuencia, migran de un espacio al otro, porque los valores que dicen defender son externos a su persona; porque ellos mismos no “son” una misión.
Tras leer ese pasaje tan profundo de la Evangelii Gaudium, Galli invitó a los presentes a pensar cada uno cuál es su misión.
Bergoglio ya no está en la Catedral de Buenos Aires, pero el 13 de marzo pasado,resonaron ecos de su pensamiento en el auditorio de la UCA. Quien quiera oír que oiga.