A un año del caso Marvinia Jiménez el MP no ha actuado ante su agresora
Se cumple un año de la golpiza que sufrió Marvinia Jiménez en La Isabelica por haber sacado su teléfono y tomar una foto. Hasta ahora, autoridades del Ministerio Público no han actuando ante el caso de la carabobeña, que desde entonces ha denunciado constantemente la violación a los derechos humanos en Venezuela.
Marvinia Jiménez tiene 38 años y es de La Isabelica. En febrero de 2014 se unió a la resistencia. Salió a protestar. Cuando estaba en la calle, la mañana del 24, decidió grabar con su celular a los militares que “inescrupulosamente” reprimían con balas. De repente sintió que la agarraron dos soldados. Gritó. Y en ese momento le dijeron: “Suelta el teléfono, maldita escuálida”. Se negó. Les tomó una foto y lanzó su celular a los manifestantes. Eso generó molestias.
“Me agarraron por los brazos y me patearon para tumbarme. Fue una brutalidad. Otro funcionario se acercó y me jaló el pelo mientras llamaban a una fémina para que se hiciera cargo de mí. Ella me lanzó al piso. Me dio varias veces con su casco. Estaba sometida, vejada. El resto del pelotón se burlaba de mí: ‘Dale duro, catira, eso le pasa por escuálida’”.
Ella es una de las 157 víctimas de la represión que recibieron trato de torturas y casos crueles, inhumanos y degradantes durante las protestas del año pasado que dejaron más de tres mil 414 detenciones arbitrarias y 43 muertos. A un año de aquella imagen que horrorizó a un país entero, su relato muestra a una mujer que pese a ya no estar aporreada, no ha sanado las heridas internas.
Su dolor es un duelo no vivido. Tiene rabia. Rencor. Y está dispuesta a morir por su causa, a dar la vida por justicia, por ver a sus verdugos tras las rejas.
Las cicatrices de la tortura nunca cierran.
De aquella paliza a Marvinia todavía le duele todo: “Es algo que no se reduce ni al momento ni a los golpes. Esto me ha causado a mi grandes conflictos. Por lo menos mi chamo, de ocho años, quedó muy afectado. Tener un niño que a esa edad lo que te pregunta es: ‘¿Mamá cuándo llegas? Mamá ahí están los guardias; mamá, saliste por televisión, te van a poner presa otra vez’. Eso a mí me molesta. No es que me afecta, me molesta. Lo que le hicieron a mi chamo este Gobierno me las paga y me las paga con cárcel”.
El año más difícil
Toda madre sabe que nada duele más que los hijos. Y Marvinia no le perdona al presidente Nicolás Maduro que su hijo, antes de pedirle la bendición, le diga: “¡Mamá, estás viva!”… Llegar a su casa y que en vez de hablar de las tareas de la escuela su chamo le cuente que pasó la tarde escondido en el baño porque unos colectivos vaciaron un cartucho en su ventana.
“Él no es el hijo de una malandra que está acostumbrado a ver esas cosas. Esto es un trauma para él. Los niños del transporte le hacían bullying. Le decían: ‘Agáchate, agáchate que te van a llevar preso y cuando tu mamá te busque la van a dejar presa a ella también’”.
Este fue el año más difícil en la vida de esta costurera. Volver a sus labores de modista se convirtió en una odisea. “Esperé a que bajara la tensión para ganarme mi dinero de nuevo, un dinero que ya no me alcanza para nada porque evidentemente tengo otras prioridades, como pagar un bendito expediente en los tribunales, que el primero me costó tres mil 500 bolívares. También los de la Fiscalía, los exámenes médicos, las consultas, las resonancias. Tuve que correr con todos los gastos. El tiempo tampoco me rendía. Si yo quería trabajar ocho horas me tenía que ir a presentar o tenía que llevar un documento, o buscar una evidencia. Es catastrófico y terrible caer en condición de víctima en contra de este régimen”.
Marvinia recuerda perfectamente la cara de quienes la ultrajaron. Desde aquel día en La Isabelica, cada vez que ve a un militar siente repudio. “Donde yo veo a un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana les digo: ‘Dígale a su coronel que se ponga al derecho. Que es un violador de los derechos humanos. Que está encubriendo a una prófuga de la justicia’”.
Su nueva profesión
Le tocó aprender de leyes. Se defiende como un abogado. Sabe de memoria sus derechos vulnerados, los artículos violados, el castigo de un acta adulterada. También conoce de memoria los pasillos de los tribunales y el dolor de la impunidad. “No busco justicia en Venezuela. No con este régimen. No hay la disposición. Para muestra un botón: pasó un año y la funcionaria fue identificada por la sociedad civil, no por el Ministerio Público. Cuando me reuní con Tarek William Saab, defensor del Pueblo, el tipo, para dársela de que quiere tender puentes, llamó al general Néstor Reverol y este le dijo: ‘No la voy a entregar‘, eso lo escuché yo, lo dijo frente a mí. ‘No la voy a entregar porque los guarimberos mataron a 17 de nosotros’. Tarek me dijo que el general estaba en una reunión. Me pidió 48 horas. Te estoy hablando del 9 de enero”.
Sabe que tiene que hacer todo el viacrucis judicial para agotar las instancias nacionales y elevar su voz en las internacionales. “Y para mí es mucho mejor, porque no van a caer solo esas cuatros personas. Estoy pidiendo la cabeza de todos, porque para que haya una acción como la que hubo tiene que haber cómplices. Si bien es cierto que tres hombres me dieron palo, no deja de ser cierto de que todo el componente vio y no hicieron nada. Todos tienen que ser sancionados”.
Pese a su calvario, Marvinia no llora. No sabe si los golpes la fortalecieron o si no es mujer de llorar. Sigue protestando con más fuerza que antes. No tiene miedo ni habla con miedosos. Solo quiere que alguien pague por sus golpes.
-Marvinia Jiménez fue imputada. Después de esa paliza que le dieron la culparon de cinco cargos. Está libre bajo régimen de presentación, prohibición de salida del país y de manifestar.
En la Fiscalía 28, con competencia en derechos fundamentales, Marvina tiene un expediente abierto como víctima. Fue emitida una orden de captura en contra de la agresora, pero nadie ha pagado por eso.
Con información de La Verdad