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Caos en Makro: “Acá no hay compasión con nadie y el Gobierno dice que las colas están suspendidas” (+Fotos)

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“Acá no hay compasión con nadie y el Gobierno dice que las colas están suspendidas”, expresó Juliana López, quien criticó el agravio a los compradores

Poco después de las 5:00 de la mañana de este viernes, las personas que esperaban para entrar al Hipermercado Makro de Puerto Ordaz a comprar leche en polvo empezaron a saltar el portón principal. “Ya la gente no hace cola, la gente salta el portón para llegar a hacer la cola de primeros”, contó Josmar Carías.

Unas horas más adelante, mujeres desmayadas; gente que corría de una cola a otra, según fuera el ritmo de avance; gritos y reclamos a los uniformados de la GNB a los que acusaron de privilegiar a amigos y familiares perturbaron aún más la espera, bajo un ardiente sol que achicharró a niños y adultos, a tres metros de la entrada principal al hipermercado, creado y acondicionado precisamente para la atención a los clientes.

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Desde las 10:00 de la mañana la cola avanzó a paso de morrocoy

El salto del portón principal no fue lo único “anormal” en la espera. Quienes estaban de primeros en la cola observaron cómo una mujer agredió a un guardia nacional y cómo finalmente fue detenida, de acuerdo con versiones de varios compradores.

Contaron, además, que a lo largo de la mañana efectivos policiales se llevaron apresados a algunos hombres presuntamente por portar cédulas falsas.

“La gente estaba desesperada, rompieron el cordón que había para que no se colearan”, señaló una compradora que a las 11:00 de la mañana, tras cinco horas en cola, pudo salir con leche, azúcar y café, rubros que solo podrá adquirir nuevamente en una semana por el sistema de control implementado por el hipermercado.

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Personas necesitadas confinadas al estacionamiento bajo un sol fortísimo

Juana Rodríguez estaba de primera en una de las tres colas para discapacitados y personas de la tercera edad con su nieta de apenas un año de edad.

Llegó a las 5:00 de la mañana y vio a la gente brincar el portón principal, “no esperaron ni siquiera a que abrieran”. Criticó el maltrato de los uniformados y destacó que el sacrificio de aguantar bajo el sol lo hizo por su nieta, que tenía hasta este viernes unos seis meses sin consumir el producto lácteo.

A las 11:00 de la mañana, la cola no se movía y un rebullicio de gente se acumulaba en la puerta que da a la cancha deportiva de Makro, que debían atravesar para adquirir los rubros escasos. “Estaba todo organizado, pero ellos echan a perder la vaina”, contó Carías.

Discapacitados sin aliento

El maltrato fue colectivo y no excluyó a discapacitados y personas de la tercera edad. Muy cerca de la entrada para comprar, tres mujeres estaban sentadas en un carro de traslado de mercancía sin aliento. Luisa Márquez era una de ellas, “a mí me desahuciaron los médicos, me puse en la cola de los discapacitados y aquí estoy”.

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La cola serpenteaba casi todo el amplio estacionamiento del hipermercado

Otra mujer movía sin cesar un abanico improvisado para refrescar a su compañera, con la tensión baja. Luego de cinco horas bajo el sol, decidieron rendirse y retirarse del lugar con las manos vacías y el resabio amargo del infructuoso plantón.
Daniela Rodríguez era la tercera en el armatoste. Ella, hipertensa, se desmayó por completo, “yo desayuné pero soy hipertensa y me desmayé y lo peor es que vine sola”, dijo.

Madres desesperadas

Otros como Rosmerys Pérez descansaban del sol en los alrededores de Ferretotal. En un carro de traslado de mercancía del hipermercado, estaba ella junto a su bebé de meses, con el que llegó a Makro a las 4:45 de la madrugada. “Por leche es la primera vez que hago cola, ya la había hecho por pañales, pero ya estoy desesperada”, dijo.

Con pesar, precisó que en su residencia -en La Victoria, en San Félix- debe comprar cada pañal a Bs. 40, de modo que en tres días podría invertir hasta 400 bolívares por una decena de pañales, una cifra que cuadruplica el precio regulado del empaque talla P de 24 unidades.

Una mujer de 65 años, que prefirió no identificarse, calificó como injusto que en un establecimiento de alimentos los clientes “que sufren y padecen por el sol, con niños en brazos y muchos con bastones” hayan sido “desterrados” a un estacionamiento “para finalmente pagar por un producto”.
“Estamos pagando por esta humillación”, expresó.