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Si quieres niños inteligentes y sanos emocionalmente, acércalos al arte

El sistema neoliberal nos ha estado convenciendo, por años, que lo importante es el logro concreto y por tanto, la libertad económica es todo lo que vale. En el camino, la sociedad conservadora ha reforzado todo aquello que conduzca a ganar una buena posición en el futuro y eso implica tomar la razón como herramienta para alcanzar el triunfo, desechando la emoción como motor y con ella cualquier talento que pudiera conducir a un camino alternativo, como el arte, por ejemplo. Esto, que como idea tomó fuerza en nuestro país en los años ochenta, ha conducido a gran parte de la población nacional a luchar por una felicidad plástica que, de ser alcanzada, produce nuevos vacíos internos y el deseo de tener más, para sentirse mejor. Psicólogos, psiquiatras y terapeutas han sido los únicos favorecidos con una cantidad de pacientes que aumenta cada día.

El problema es que en la lucha por tener, nos hemos olvidado del espíritu , de alimentarlo con el mundo de la creación, con el silencio, con la exposición al arte y la cultura, con instancias para compartir y debatir ideas, con la emoción que produce el descubrimiento de algo nuevo, algo que, siendo ajeno a nosotros, nos hace vibrar por dentro. Cada vez que nos alejamos del arte, nos alejamos del espíritu y eso, en el caso de los niños, significa restarles oportunidades de plenitud para el futuro.

Hace unos años fui testigo de una situación que grafica lo que está pasando con nuestro país. Un padre sacó a su hijo del taller de arte del colegio “porque lo hace muy bien y tengo miedo de que en el futuro, él quiera dedicarse a eso”. El niño estaba en kinder.

Sin ir más lejos, el fin de semana pasado estuve presente en la actuación de una compañía infantil en la plaza y me llamó la atención todo lo que le costó al actor principal hacer que padres y niños participaran. Tuve la sensación de que les daba vergüenza, que la actividad no era digna de ser imitada, que debían comportarse de forma políticamente correcta porque sólo eran espectadores. Eran madres y padres jóvenes, con niños muy pequeños. Una pena.

Nuestro cerebro necesita el arte. ¿Qué otra cosa podría servir tanto para aprender y desarrollar habilidades en los primeros años de vida? La emisión de sonidos, la búsqueda del baile, la tendencia a dibujar la realidad, cada vez que se presenta la oportunidad, son actividades fundamentales para su desarrollo sensorial, emocional y cognitivo.  La educación artística es una necesidad, porque es una herramienta que nos permite adquirir competencias personales y sociales, que constituyen la base de cualquier aprendizaje, entre ellos el ser una mejor persona. El chico educado en el arte será menos violento, porque estará capacitado para proyectar sus frustraciones en algún tipo de creación. El chico educado en el arte apreciará la belleza y la buscará en todas las áreas de la vida. El chico educado en el arte, aprenderá que, tras la obra, hay un ser humano igual que él o ella, que piensa, siente y sufre. El chico educado en el arte aprenderá respeto.

Un ejemplo de investigación 

La mayoría de las investigaciones que han  evaluado la inclusión de la educación artística en la sala de clases, revelan que los efectos más evidentes surgen de los programas que integran  las asignaturas artísticas con las del currículo. Cuando esto sucede,  se obtienen múltiples beneficios relacionados con el aprendizaje de los alumnos y su comportamiento. Rabkin y Redmond (2004) identificaron los más significativos:

  • Existe un mayor compromiso emocional de los alumnos en la sala.
  • Los alumnos trabajan de forma más activa y aprenden unos de otros.
  • Los grupos de aprendizaje cooperativo convierten las clases en comunidades de aprendizaje.
  • Se facilita el aprendizaje en todas las asignaturas a través de las artes.
  • Los profesores colaboran más y tienen mayores expectativas sobre sus alumnos.
  • El currículo se vuelve más real, al basarse en un aprendizaje por proyectos.
  • La evaluación es más reflexiva y variada.
  • Las familias se involucran más.

Finalmente y tras haber vivido en comunidades donde el arte está considerado como un valor fundamental, puedo asegurar que el ser humano educado en el arte es una persona que, a ratos parece complicada porque tiende a cuestionarse todo, pero ha desarrollado de una sensibilidad que tiende a la construcción, más que a la destrucción  y a la generosidad, más que al egoísmo y definitivamente, estoy convencida que necesitamos más de esa forma de vida, para salvar nuestra sociedad.

Mary Rogers G