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La leyenda de Tarzán pudo atreverse a más en la selva

Hay un conflicto en el Congo y Tarzán se compromete a solucionarlo. Ya no está en la selva, pero desde su cómoda Inglaterra se siente comprometido con África: quiere volver para proteger a los que le dieron cobijo y afecto durante su crecimiento.

En La leyenda de Tarzán, el mítico personaje vuelve a la pantalla, esta vez dirigido por David Yates, responsable de las últimas cuatro películas de Harry Potter. Ahora no hay varitas, sino lianas. La maldad está representada por belgas ansiosos de diamantes y en busca de esclavos en los estertores del siglo XIX.

Es entonces cuando el protagonista, interpretado por Alexander Skarsgård, olvida su deseo de encajar como el victoriano John Clayton para volver al guayuco, las ramas y chozas en pos de impedir que arrasen con la vida aparentemente fraternal del país rico en recursos naturales. La premisa en sí hace fácil desentrañar lo que ocurrirá ante un espectador harto de historias de liberación, con el buen salvaje como víctima de aquellos codiciosos y sangrientos europeos.

En la misión lo acompañan su sensual y abnegada esposa Jane Clayton (Margot Robbie) y George Washington Williams (Samuel L. Jackson), un personaje histórico de Estados Unidos sumado a esta trama.

Su objetivo es investigar las verdaderas intenciones del rey Leopoldo II en el Congo, un hecho que en realidad ocurrió.

Es entonces cuando la verdad y la ficción se entremezclan. El hombre criado por simios encuentra en George Washington Williams una especie de enciclopedia ambulante, un testigo de los horrores cometidos a los negros en América que quiere evitar que la tragedia se repita.

Sin embargo, está dupla no termina de cuajar, es una de las inconsistencias del filme. El personaje de Jackson, tomado de la vida real, termina siendo una especie de Indiana Jones torpe que secunda al protagonista en sus iniciales derroteros, lo que opaca su rol como jurista en contra de la esclavitud. Sirve nada más como leal y pertinente escudero de Tarzán.

Los malos están liderados por Leon Rom, un poco vistoso Christoph Waltz, que no llega a intimidar como el encargado de atrapar a Tarzán y conquistar las grandes reservas de diamantes. De hecho, si no hubieran cortado la escena en la que Rom besa a un inconsciente Tarzán, sería más verosímil la obsesión del primero por el segundo.

“Quitamos esa parte porque nos pareció demasiado. En realidad fue un momento muy raro que nos encantó en el instante, pero los primeros tests de audiencia se quedaron perplejos, por lo que nos pareció forzado”, dijo Yates, según reseña el diario británico The Independent. También hubo contención con algunas escenas íntimas entre Tarzán y su amada Jane.

La leyenda de Tarzán, que se estrenó ayer en Venezuela, es una película entretenida pero apresurada. El espectador seguramente no sentirá empatía por varias de las causas y afectos de los personajes principales de la historia desarrollada por Adam Cozad (Código sombra: Jack Ryan) y Craig Brewer (Hustle & Flow), quienes además no logran una credibilidad en las razones que zanjan el conflicto.

Las peleas y batallas destacan en la película. El enfrentamiento inicial entre belgas y nativos genera una tensión suficiente y su desenlace contribuye a una expectación genuina con respecto al resto de la trama. Además, el dominio de Tarzán en su reino es bien resuelto y emocionante en su intención de demostrar su poder. El director de fotografía Henry Braham (La brújula dorada) hace un buen trabajo al ubicar al espectador en la historia.

Esta revisión del personaje creado en 1912 por Edgar Rice Burroughs no está exenta de cierto humor negro en algunos diálogos, aunque no demasiado como para transgredir la tradición. Su mensaje es clásico y repetido en el conflicto que propone, con algunos giros prometedores, pero no lo suficiente para que se convierta en un filme imprescindible dentro de las decenas de adaptaciones hechas durante un siglo.

60,7 millones de dólares ha recaudado en Estados Unidos la película, que se estrenó en ese país el 1° de julio. Tuvo un presupuesto de 180 millones de dólares.