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X-Men: Apocalipsis, cine de súper héroes según Bryan Signer

Por Aureliano Olivares

A pesar de la ligereza con que muchos espectadores se toman el asunto de ver un filme sobre súper héroes, desde finales de los ochenta hasta nuestros días, en la mayoría de los casos, quienes han asumido la tarea de dirigir estas historias, se han empeñado en menor o mayor medida, por imprimir un sello que los identifique. (Tampoco nos llamemos a engaños. Estas cintas están hechas para vender y recaudar millones de dólares en las taquillas mundiales, no como propuestas artísticas).

Personajes retorcidos en un universo oscuro y tormentoso (Batman, 1989 y Batman Vuelve, 1992, ambas de Tim Burton);  una oda a la psicodelia rebosante en elementos homo eróticos (Batman Eternamente, 1995 y Batman y Robin, 1997 de Joel Shumacher); un estilo ingenuo, casi infantil (las trilogía de El Hombre Araña de Sam Raimi de principios de siglo); drama en su máxima expresión (Batman según Christopher Nolan, de 2005, 2008 y 2012 respectivamente); una lucha maniquea entre el bien y el mal, en forma de viñeta (Hulk, 2005 de Ang Lee), una tragedia digna de Shakespeare (Thor, 2011 de Kenneth Branagh).

Muchos señalan a Burton y a Nolan como los más influyentes dentro del “sub género”. Personalmente creo que quien más ha marcado este tipo de filmes, por lo menos en los últimos 10 años es Jon Favreau. Desde que el director y actor neoyorkino entregó Iron Man en 2008, casi todas las cintas cuyas historias tienen su génesis en personajes de Marvel o DC, han buscado de forma parcial o total, reproducir el estilo satírico y hasta desfachatado que caracterizó la primera aparición de El Hombre de Hierro en la gran pantalla. Y si no están de acuerdo, solo piensen en Ant-Man de Peyton Reed o Deadpoll de Tim Miller.

Pero hablemos de Byan Signer, que es el caso que nos ocupa. Después de su alabada Sospechosos Habituales de 1995, en el año 2000 dio el salto al cine de súper héroes con su también aplaudida X-Men. Pero no sería hasta 2006, cuando dirigió el fracasado “reboot” de Superman, que desarrollaría a plenitud su estilo: apoyarse en los conflictos y contradicciones de sus personajes para regodearse en los pequeños detalles (visuales y sonoros), sacando el máximo provecho a los recursos tecnológicos que un gran presupuesto le puede reservar.

Si bien X-Men: Apocalipsis está lejos de ser un filme tan personal como Superman Returns, su estilo sigue  presente, aunque de forma bastante más superficial.

Solo  la secuencia inicial es meticulosa en los detalles, ningún plano es gratuito, ningún efecto sonoro tampoco lo es. Cada mirada cuenta. Los planos generales son una metáfora para mostrar la monstruosidad de los personajes que el espectador está a punto de enfrentar, los primeros planos suman uno a uno para armar un rompe cabezas en el que cada acción, por pequeña que sea, cuenta.

El resto de la cinta, una secuencia tras otra, muy correctas todas en su puesta en escena y plenamente justificadas dramáticamente dentro del guion, carecen de valor agregado. Incluso, algunas de ellas, carecen de emotividad.

En el transcurso del filme recordamos, más de una vez, lo que Ryan Reinolds dentro de su disfraz de Deadpool dijo de las últimas tramas de los Hombres X. Y es que entre tantos viajes en el tiempo y revisiones del pasado y del futuro, la trama global (eso que muchos llaman El Universo de los X-Men) termina tornándose confusa.

Y para confirmar nuestra opinión sobre Jon Favreau y como ha influenciado es este tipo de cine, hay varias escenas con algún chiste colado entre los diálogos y el personaje de Peter Maximoff (Quicksilver) es, al igual que Tony Stark, un chiste en sí mismo.