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De pela papas a Chef: La historia de un chef venezolano en Madrid

¿Cuántas veces se puede reiniciar una vida? Si le preguntas a Robin Fajardo te dirá que “tantas veces como sea necesario, mientras tengas coraje y corazón”. Y es que la historia de este exitoso chef venezolano que -por ahora- hace vida en Madrid es un relato de superación en cuatro tiempos.

Un relato que es testamento a los sacrificios que debe hacer un inmigrante, a sus luchas, a sus victorias y también a sus miles, miles de fracasos. El éxito que ha conquistado el chef Robin con su bar-galería Vale Bar en plena Gran Vía madrileña, no se consigue de la noche a la mañana. De hecho le ha costado reiniciar su vida -prácticamente de cero- tres veces. Tres inmigraciones, dos profesiones y cuatro naciones, para ser precisos.

Y es que su relato nos demuestra dos cosas: primero que si es posible emigrar y triunfar. Y segundo, que el éxito hay que sudarlo. Hay que cosecharlo abonándolo con muchos, muchos errores “Cuando algo sale bien, normalmente no es un accidente, es un proceso. Yo veo los errores y los fallos como una parte vital de ese proceso. Cuando me pelo, cuando me equivoco, en lugar de pensar que topé con un obstáculo cierro los ojos y asumo que es un atajo. Un atajo para alcanzar lo que quiero. Porque un error en realidad no es más nada que un “Epa! por ahí no” Y listo. Descartas eso y sigues por otro lado. Si aprendes de los errores, los errores te dan la gasolina para continuar y acertar” asegura Fajardo. Ese es su espíritu, su mantra: No te prometo que lo haré perfecto. Te aseguro que seguiré intentando. Y funciona ¡Vaya que si no!

Caracas-Miami-Salvador de Bahía y Madrid: Cuatro caminos y un mismo destino 

Robin Fajardo es más criollo que la arepa. Su rostro, sus manos, su forma de hablar y de actuar, son las de un venezolano de pura cepa. Su espíritu, sin embargo, es el de un ciudadano del mundo. Este chef ha pasado de Ingeniero en Sistemas en Caracas, a cocinero en Miami, a chef en Brasil y a pinche de cocina en Madrid, para terminar teniendo su propio restaurante en una de las zonas más exclusivas de la capital española. Cuatro tiempos, cuatro países, cuatro vidas distintas. Cuatro veces en las que Fajardo se ha tenido que reinventar,  demostrando que solamente el que se rinde pierde.

“Estudié Ingeniería en Sistemas, pero desde pequeño amaba cocinar. En Caracas a mi las cosas no me iban mal. Tenía un empresa familiar y nos funcionaba. Pero el país iba a menos y menos. Y un día me arriesgué, le dije a mi madre que vendíamos y me lancé a Miami a cocinar. Fue duro, empecé de cero. Esa fue la primera vez que me tocó darle desde abajo, la primera de varias, aunque yo aún no lo sabía” recuerda el chef mientras se ríe. En la barra de Vale Bar su hermana, Carolina, prepara un Gin Fizz de pepino. Es uno de los tragos estrella de Vale Bar y en la presentación se nota la maestría de la chica. Carolina es DJ y bartender y ha asumido con especial fiereza la lucha por convertir a Vale Bar en el local de moda en Madrid. Lo de no rendirse, los Fajardo lo llevan en la sangre.

En Miami aprendió lo básico, pero las cosas no terminaban de cuajar. Rondaba el año 2009 y las noticias en Venezuela no eran nada alentadoras. Regresar no era una opción. Así que se embarcó en una nueva inmigración, esta vez a Brasil. Allí Robin Fajardo aterrizó de platanazo en Salvador de Bahía. Una de las plazas más complicadas de la restauración internacional. Bahía, primera capital de la nación canarinha, fue donde el chef venezolano pulió y desarrolló sus destrezas. Allí se ganó la filipina, allí lo bautizó el fogón. Pero aun así la cosa tampoco cuadraba del todo. Así que el criollo hizo lo que mejor se le da, coger fuerzas y volverlo a intentar. Empacó sus cosas y se lanzó a España, para comenzar de nuevo, de cero otra vez.

Llegado con experiencia y con oficio, el chef venezolano tuvo que asumir los puestos que le ofrecían, comenzado de pinche de cocina “De pela papas. De asistente, de lo que fuera. Yo hubiera agarrado cualquier cosa. En la vida hay que luchar, si luchas las cosas se dan. Si te rindes ya tienes la derrota asegurada” explica. Y así empezó su aventura ibérica, trabajando en diferentes locales y restaurantes, subiendo lentamente la escalera tortuosa de los rangos de cocina. Mintiendo a veces. Escondiendo su talento y sus conocimientos para que la “progresión” en los fogones fuera “natural” para que ningún chef se sintiera amenazado por él, para no perder el empleo. Fueron años de limpiar pescados, pelar tubérculos y montar ensaladas mientras el chef Fajardo maquinaba en su cabeza su próximo paso: un bar, SU bar.

Un bar que sería su apuesta personal, personalísima, sobre uno de los campos más explotados y competitivos de la restauración española: el tapeo.

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Con la experiencia de años en cocina – el chef se ríe cada vez que le preguntan su edad. No es tan joven y ya ronda los cuarenta, pero parece un niño y tiene el espíritu de uno también- Fajardo se lanzó a su sueño: montar un bar diferente, algo distinto que pudiera tener una ventaja competitiva contra los cientos de miles de locales iguales que atestan las calles de Madrid. Y lo logró, pero no lo hizo solo “En este sueño estamos metidos tres socios. Mejor dicho, tres panas. Somos puros venezolanos. Christofer, Nelson y yo hemos puesto lo que teníamos y lo que no teníamos en este proyecto. Nos la jugamos con el corazón y llenos de ganas”  explica Fajardo al referirse a sus dos socios: Nelson Segovia y Christofer Marichalar, compatriotas de Fajardo que también han decidido apostarlo todo a Vale Bar. Las historias detrás de ellos son similares a la del chef. una lucha por abrirse camino en un país nuevo, en una vida nueva. Y sin duda darían aliento para, por lo menos, otro par de relatos. Los venezolanos se están labrando un raro prestigio de inmigrantes sufridos pero exitosos. Y este trío “criollo” ha amarrado su éxito a una apuesta del todo por el todo “Los tres y nuestras familias también, nos estamos jugando aquí en el local el todo por el todo. Y para mi ha sido muy importante saber que el compromiso y la lealtad nos rodea. Con Nelson y Chris estoy entre panas y eso da fuerzas” afirma el chef con orgullo evidente.

Vale Bar: Un bar-galería

Ubicado en un lugar privilegiado, a dos minutos de Gran Vía en la calle de Pérez Galdós Nº 8, Vale Bar es un sitio raro. Es un bar pequeño lleno de luz y plantas. Cubierto de letreros con mensajes positivos y de arte. Es un bar-galería. En sus espacios hay césped artificial y cojines en lugar de sillas, y los pintores y escritores se citan allí para tomarse un té o un café, mientras las parejas se abrazan y se recuestan sobre la grama artificial como si estuvieran en un parque. El costo de montar semejante local fue enorme, tanto económicamente como a nivel de salud “Siento que he envejecido un par de años – se ríe el chef- pero lo vale. Todo este esfuerzo, todo este sacrificio mío y de mis socios, lo vale. Porque lo que tenemos aquí es verdaderamente original, distinto, tiene su estilo propio. Tiene alma. Por eso creo que le pusimos Vale Bar, definitivamente perseguir tus sueños, lo vale todo” afirma Fajardo.

Desde cafés que no son café, sino crema de boletus con espuma de queso y sal marina, pasando por unas icónicas hamburguesas que se han ganado un merecido prestigio, toda la cocina de Vale Bar puede ser considerada “cocina creativa”. Un estilo de fusión ibérico-criollo que tiene reminiscencias a Brasil, Miami y Venezuela. Un estilo que, como no podía ser de otra forma, tiene como plato estrella a la arepa “Yo no iba a hacer un bar y no poner mi arepa. ¡No juegue chico, sería una locura! Que nunca NUNCA falte la arepa” dice el chef con un orgullo monumental que se le siente en la mirada y se le quiebra en la voz.

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Desde la típica Peluda – carne y queso amarillo- pasando por la Ibérica – una hibridación de arepa con jamón ibérico y queso manchego – hasta la clásica Reina Pepiada, las arepas de Vale Bar siguen dos criterios: primero excelencia, sabor y cantidad, y luego precio. Valen apenas 2,95 euros. Un precio que sorprende en una ciudad donde comerse una arepa suele ser un lujo que no baja de los 5 euros “Yo no quiero hacerme millonario aquí, ni Nelson ni Chris tampoco. Aquí lo que los tres socios queremos es que cuando la gente entre, coma y pague, salga feliz. Queremos que las cosas salgan bien. Queremos que conozcan la arepa y Venezuela. Que que conozcan mi estilo y mi visión de una cocina con cabeza, con criterio. Queremos muchas cosas verdad?” confiesa Fajardo mientras rompe de nuevo a reír.

El chef es un espíritu libre. Un ejemplo de que la buena vibra venezolana, la lucha constante, el positivismo encausado con esfuerzo, son poderosas herramientas que pueden llevar al éxito a cualquiera que sepa utilizarlas. Mientras nos despedimos de Vale Bar, una última pregunta se le lanza a Robin Fajardo ¿Y si fallas? ¿Y si no sale bien esto y quiebras? Sonriendo contesta “Estoy seguro que entonces a la quinta irá la vencida”.

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Estas y otras historias de éxito y superación son recopiladas y promovidas a nivel internacional por el Business Initiative Directions. Para más información puede dirigirnos un correo a convention@bid-org.com donde le contestaremos y asistiremos en todos los temas relacionados con el mundo de la Cultura de la Calidad y la Excelencia.