De 19 productos de una caja CLAP, 17 son importados
Argentina, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Panamá y Venezuela. Productos de estos países se encuentran en el nuevo formato del CLAP, como se denomina el método aplicado por el gobierno de Nicolás Maduro para racionar la comida en tiempos de hambre.
Ya no son bolsas ni contienen productos nacionales. El sistema de Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) parece que se aburguesó y está dejando atrás la promesa oficial de dar prioridad al aparato productivo local. El racionamiento en Venezuela llegó en cajas -en precinto rojo- con productos de la cesta básica provenientes de seis países, incluyendo al “enemigo” número uno de la revolución: Estados Unidos de Norteamérica.
Si la caja del CLAP, que se distribuyó a finales de diciembre entre algunos urbanismos de la Misión Vivienda y parroquias del municipio Libertador de Caracas (controlado por el chavismo), tuviera una canción, esa sería la del himno de la Organización de Estados Americanos (OEA). La del estribillo “hermanos soberanos de la li-ber-tad”.
La razón: de 19 productos contentivos, 17 eran importados de distintos lugares de América. Un litro aceite de soya de Argentina; un kilo de leche en polvo de Costa Rica; dos latas de atún de Ecuador; un jamón enlatado y dos medios kilos de arroz sin gluten de Estados Unidos; un paquete de lentejas, arvejas y caraotas de medio kilo cada uno de Panamá.
Los únicos productos criollos que aparecían en el pequeño contenedor de cartón eran dos kilos de harina de maíz de la firma estatal Casa.
Del istmo también provenían dos envases plásticos de mayonesa, un litro de salsa ketchup, dos paquetes de pasta larga y un kilo de harina de trigo. De Estados Unidos, además, destacaba el kilo de azúcar granulada “Dixie Crystals” elaborada en Texas, la cuna del mismísimo ‘Mister Danger’ George W. Bush.
A excepción de este insumo para elaborar las tradicionales arepas, los productos que salían de la caja con una etiqueta en la que relucían las caras de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, parecen haber sido compradas en un Wall Mart de Florida o un automercado de Aruba donde suele acudir el mandamás de la televisora estatal Tves, Winston Vallenilla.
Sin embargo, la palabra Panamá se deja ver en muchas etiquetas de los productos, por lo que se presume que los insumos fueron comprados directamente a una o a varias importadoras de alimentos que operan en ese país. En efecto, destaca la etiqueta del aceite de soya argentino Helmet, en la que dice que el producto fue elaborado exclusivamente para el país centroamericano.
Por lo visto eso no importó a los funcionarios del Gobierno. A lo mejor preocupados por los embates de la llamada “guerra económica” en Venezuela compraron un aceite que navegó 5.335 kilómetros de Buenos Aires a Panamá, según los cálculos en línea recta de Google. Tras el pago del traslado de impuestos aduaneros, el producto volvió a navegar 1.582 km para llegar a las mesas de los venezolanos. Al observar ese trayecto se dispara en las mentes la pregunta obvia: ¿por qué no se gastaron esos dólares a favor de una procesadora de aceite en Aragua, Carabobo o Yaracuy?
De la caja del Ministerio de Industria y Comercio (ahora fusionado en Economía y Finanzas) surgen otras preguntas. Una de ellas fue su costo de Bs 14.000, cuando un litro de aceite de soya importado sin regulaciones vale en un abasto caraqueño alrededor de Bs 8.500.
Mejor vea las imágenes de los productos y saque sus propias conclusiones.