Iván de la Vega: Chávez “mató” a tres generaciones de venezolanos
La voz experta de la diáspora venezolana advierte que hay un nuevo patrón del emigrante criollo. Ése que desde 2014 navega en una lancha, camina trochas en la frontera o viaja durante días en bus para escapar de la escasez y la violencia criminal hacia países vecinos. Iván de la Vega alerta que Colombia ya desplaza a Estados Unidos como el mayor país receptor de los venezolanos desplazados por el colapso social. También advierte que Venezuela se está descapitalizando de forma acelerada de conocimiento y tardará generaciones para volver a tener la excelencia académica que comenzó a perder desde los años 80.
“Exseñora de servicio que regresó a Colombia le ofrece trabajo a antigua empleadora”. Un chiste de la página humorística El Chiguire Bipolar, que trata con sarcasmo el impacto de la crisis migratoria de los venezolanos, levanta la ceja del científico e investigador Iván de la Vega.
“Cuidado si no estamos cercanos a la realidad”, sugiere el académico antes de soltar una leve sonrisa.
Con 22 años a sus espaldas estudiando los flujos migratorios, este sociólogo tiene suficiente bagaje para preocuparse. Fue el primero en avizorar en sus investigaciones el éxodo de los científicos criollos. Ayudó a visibilizar la descapitalización del conocimiento y es uno de los investigadores que –con estadísticas de otras naciones- lleva reportando una tendencia silenciosa que pone en jaque el futuro del país. Van 2,5 millones de expatriados y la cifra no se detiene, alerta.
La diáspora de venezolanos ha llegado a niveles tan serios que ya se compara con lo ocurrido en otros países de América Latina donde desastres naturales, feroces dictaduras militares o crisis económicas provocaron migraciones masivas de centroamericanos, argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños, peruanos o ecuatorianos, explica.
“La emigración forzada de venezolanos que se está desarrollando en los últimos meses tiene similitudes con otros países de la región. Normalmente las migraciones forzadas se dan cuando hay eventos de orden natural como terremotos, deslaves, tifones o en situaciones de guerra”, señala.
“En el caso de la migración venezolana obedece a malas políticas públicas aplicadas por los dos últimos gobiernos, con lo cual la migración ha llegado a niveles críticos“, como la situación del país, con gente hurgando en la basura para tratar de alimentarse o con los permanentes secuestros, asesinatos, extorsiones, hurtos y robos, apunta.
“Esos determinantes son los motores de lo que está sucediendo en Venezuela” con las migraciones, aclara.
“Para mí (Hugo), Chávez liquidó a generaciones, porque las defino como el conjunto de personas con fechas de nacimiento muy próximas, que han recibido educación similar y por ende tienen elementos culturales y comportamientos similares. El proceso de las misiones; es decir, el regalo de certificados educativos para esa gente y la inserción en bloques educativos de cinco años, aniquiló el conocimiento de esas personas y por ende es un perdida brutal para el país”, sostiene.
“El mayor daño causado por Chávez no fue a la economía, fue generar ex profeso pobreza intelectual”, evidencia el académico, al tiempo que ratifica que ese conocimiento de cinco años, precario y mediocre significó nuevos parámetros de pobreza educativa, “con altísimo impacto negativo para los próximos 20 años”.
Sobre los riesgos de migraciones masivas de refugiados o desplazados, posibilidades que divisan gobiernos de países vecinos, como Colombia, Brasil y hasta la propia Presidencia de Perú, De La Vega asegura que el fenómeno “ya se está dando”.
“En Perú, por ejemplo, las colas de venezolanos en oficinas de Migración y en Interpol son inmensas. Hay filas exclusivamente para venezolanos en aeropuertos”, subraya.
“Esta es una situación también atípica para Venezuela porque fue un país de acogida, de recepción de inmigrantes, para convertirse en el primer emisor de gente solicitando asilo o refugio. La propia ONU, a través de su agencia para los refugiados, está en alerta máxima intentando medir esto”, observa.
Los números son dramáticos, por decir algo. De la Vega afirma en entrevista con El Estímulo que en poco más de dos décadas se multiplicó por 50 el número de venezolanos fuera de su país.
Alrededor del 8% de la población de Venezuela se encuentra esparcida en 98 países, de los 196 que forman parte de la ONU, de acuerdo con la base de datos del sociólogo.
Este docente de la Universidad Simón Bolívar (USB), de la Central de Venezuela (UCV), de la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA); investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (el reconocido IVIC); consultor de grandes compañías, como Empresas Polar y Banesco, así como de instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unesco, traza el mapa de las migraciones desde un país que vive uno de los procesos más acelerados de pérdida de recursos humanos.
Revela que el patrón del emigrante criollo cambió en 2014 de manera dramática.
De exportar científicos e investigadores altamente cualificados a finales de los noventa, y de profesionales universitarios a principios de siglo, Venezuela pasó a ser un país que parece expulsar con depurativo a sus connacionales.
Aunque sigue saliendo mucho profesional joven de clase media, en especial a Estados Unidos o España, el nuevo perfil de la diáspora criolla se está manifestando con la detención de mujeres que se prostituyen en Cúcuta o Ciudad de Panamá, los jóvenes que viajan días en un bus para instalarse en Santiago o Buenos Aires, los hombres que han sido expulsados de Aruba o Curazao tras llegar como ilegales en lancha o las familias que están en el norte de Brasil luego de haber cruzado la frontera por trochas.
“Mucha gente está emigrando despavorida”, destaca.
Jefe del Laboratorio Internacional de las Migraciones, una unidad adscrita a la USB con base en plataformas digitales, De la Vega compara los datos internacionales de migración, emigración, diásporas intelectuales y movilidad en un país que lleva años sin publicar cifras oficiales en la materia.
Hábil para manejar números, recuerda su pasado como director técnico de fútbol sala. Las causas y las consecuencias de sus estudios parecen sentirlas este investigador en carne viva. Cuenta cómo más de 200 colegas en la USB se han marchado en los últimos años rumbo a otros destinos ante la imposibilidad de vivir con un salario equivalente a $50 dólares mensuales, un ingreso miserable si se compara con lo que devenga un docente en Colombia, Chile, Perú o Brasil. Incluso, desliza que él mismo, con 30 años de carrera y tres doctorados, debió vender su carro para enfrentar los gastos que supone una familia con esposa y dos hijas en edad escolar.
Pero Venezuela era un país que se ocupaba en capitalizar el conocimiento, y eso se ha perdido, lamenta el especialista.
De hecho, el académico recuerda que, para el año 1962, Venezuela invertía más recursos en ciencia y tecnología que Corea del Sur.
“Enviábamos masivamente profesionales a Europa y Estados Unidos a formarse en los mejores centros del mundo con una política del ‘brain gain’ (adquirir cerebros); es decir, los llevaban a otros países y los colocaban en el tejido institucional”.
Esa política se estancó en Venezuela en los años 80, mientras Corea del Sur siguió en ese camino y en dos décadas se colocó como la tercera nación que más invierte en ciencia y tecnología en términos porcentuales, agrega este investigador, que realiza junto a José Manuel Puente y Magaly Sánchez un estudio sobre la crisis en tres ámbitos.
Rezagados en el nuevo paradigma científico
La posibilidades de volver al camino de la competitividad científica y tecnológica parecen lejanas, más aún cuando los encargados de dirigir políticas en el área no conocen del nuevo “paradigma” en el mundo. Según de la Vega, este modelo se llama “reconvergencia tecnológica” y apunta a la unión de tres tendencias: la nanotecnología, la biotecnología y el uso de las tecnologías de la ciencia de la información.
“Pero Venezuela ni siquiera se está enterando por dónde van los tiros de este nuevo paradigma. El 50% de la inversión en ciencia y tecnología en el mundo se está yendo por esa vía y, aquí, no hay ni siquiera un interlocutor que le diga a un ministro que para el año 2025 toda la industria manufacturera globalizada va a tener componentes nanotecnológicos”.
“La brecha se está abriendo más y vamos por el sentido contrario por donde van las investigaciones tecnológicas”, advierte.
Ese devaneo ante las políticas del conocimiento, siguiendo el instinto vernáculo del “mientras vamos yendo vamos viendo”, se refleja en un bajón en las publicaciones científicas venezolanas.
Esto, añade el investigador, es consecuencia de la diáspora científica que, de acuerdo con una investigación realizada por el biólogo Jaime Requena, pudo haber llegado ya al 30% del total de los especialistas.
De la Vega demuestra la caída del número de las publicaciones registrada por el país con respecto a Colombia: “En los años 90, Venezuela publicaba 736 artículos y Colombia 238 por año. En 2015, Colombia tenía 2.000 artículos y Venezuela 715”.
También deplora que Venezuela no cuente con un programa para conectar y atraer el talento académico, tal como hacen países de la región como Colombia, con la Red Caldas; Chile, con Chile Global; Ecuador, con Prometeo, y Argentina, con el programa Raíces.
“Aquí no se le da un valor real al conocimiento”, lamenta.
Colombia, el principal receptor
La falta de incentivos para atraer y mantener el talento incide en la fuga de personal capacitado. Naciones vecinas son las que están recibiendo el mayor número de exiliados. Pese a que el Gobierno diga lo contrario, Colombia es el país que más recibe a los venezolanos que huyen del hambre, la violencia y la escasez. En la nación vecina, estima, se encuentran un millón de connacionales.
“La migración en Colombia es muy particular. Se trata de muchos colombianos que vinieron hace 30, 40 o 50 años a Venezuela y tienen descendencia, y hemos detectado incluso hasta de cuarta generación. La descendencia básicamente está retornando en forma sostenida con su doble nacionalidad”, explica.
La nueva versión de la diáspora también lleva a venezolanos a lugares lejanos. El investigador ubica en Albania, Madagascar o Nueva Zelanda a expatriados. Muchos escaparon de la escasez y la seguridad, temas que, de acuerdo con un reciente estudio que el académico levantó entre estudiantes, son los principales motivos para salir del país.
Sobre Estados Unidos, el sociólogo cita a estudios del PEW Research Center para decir que el 51% de los venezolanos que ingresaron en la última década son profesionales, entre los 20 y 30 años. En su mayoría mujeres. “Son los mejores preparados de la migración latina”, comenta.
Pero muchos de los que han emprendido proyectos fuera del país han regresado, y no por gusto.
El académico cifra en 15% de los emigrantes, alrededor de 300.000 personas, los que han regresado “con las tablas en la cabeza”. “Son venezolanos que los deportaron, que se comieron los ahorros, que los trataron mal o que fracasaron en sus emprendimientos, según mis cálculos”.
¿Cuándo se frena esta hemorragia?
Es muy difícil recuperar a Venezuela en el corto plazo por la pérdida del capital humano, esclarece el docente. Sostiene que muchos emigraron porque sienten que el país ya no enfrenta problemas coyunturales sino estructurales que les impediría crecer como personas. “Hay quienes cambiaron la nacionalidad y no piensan volver”.
“Hay un 30% de los que se fueron que no quiere saber nada de Venezuela”, enfatiza.
De la Vega retoma el tema de la reconversión tecnológica y la necesidad de diversificar la economía para explicar cómo se puede revertir la tendencia migratoria.
“Si no ponemos la mirada allí, este país no tiene posibilidades reales para volver a su cauce (…) Venezuela no ha diversificado su economía, sigue dependiendo de una energía contaminante como la del petróleo. Si el país no se monta en esa ola de conocimiento, si no se reconecta con la diáspora y genera políticas para atraer de nuevo a su capital intelectual y captar expertos que sepan el ‘know how’ con el conocimiento; al país le va a costar mucho recuperar el tiempo perdido”.
Aunque el vaso no debe verse medio vacío, manifiesta. Para el docente, casos como Perú y Chile son buenos ejemplos para alentar al país a un cambio de modelo. “Venezuela lo puede lograr”, dice, pero recuerda que el camino no es nada fácil.
Acusa al fallecido Hugo Chávez de haber dejado un aparato educativo destrozado que tardará en formar de nuevo a profesionales e investigadores competitivos.
“Lo más grave de Chávez no es que botó a los expertos petroleros (en 2002), sino que acabó con la educación al crear misiones que se han convertido en la más grandes farsas, pues crearon gobiernos paralelos en el campo de la educación y la salud”.
De la Vega evita precisar los años que tardará Venezuela para volver acumular capital del conocimiento. Aunque, después estima que esa tarea costará al menos 20 años “si hacemos las cosas bien”.
“Venezuela se puede ir reconfigurando con un nuevo modelo de políticas públicas, reconectando con su gente, buscando a talentos afuera y generando tecnologías. El mayor esfuerzo es tener una base social educada. Chávez mató por lo menos a tres generaciones (…) No hay un sistema de salud adecuado, además que la población está mal alimentada (…) es muy complicado calcularlo. Si hacemos bien las cosas bajo la premisa que el futuro gobierno tenga las políticas adecuadas”.
“Recomponer al país nos va a costar muchos años”, avizora.