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Vinotinto Sub 17: los más chamos marcaron la identidad

Venezuela puede estar satisfecha con el futuro de sus selecciones. Luego de la clasificación mundialista de la Sub 20 y el gran desempeño mostrado por la Sub 17 en el sudamericano, queda la sensación de que hay elementos suficientes para convencerse de la existencia de talento individual, pero también hay colectivo. Los chicos de la Sub 17 mostraron en el último partido que la fidelidad a una idea, genera buenos dividendos. Si bien el esperar por terceros mermó los méritos nacionales, el grupo demostró con mucho corazón y fútbol que la esperanza puesta en ellos no es vana.

José Hernández, un formador confeso y comprobado (no en vano es uno de los pocos instructores FIFA en el país), por fin está en el lugar que debe estar. No solo por sus capacidades y conocimientos del juego interpretados por sus muchachos, sino por su gran manejo de las personalidades del grupo que dirige, en edades donde las respuestas a los estados emocionales son variopintas. Su pedagogía y la generación de autoconfianza en las capacidades de cada uno de sus dirigidos es la mayor virtud para describir de alguna forma lo que Venezuela fue capaz de hacer contra Ecuador en el último partido. Hizo lo que tenía que hacer, quizá muy a última hora, pero respondió al nivel de la exigencia, cuando el antipático resultado decretaba que no había otra fórmula que no fuera ganando y con goles que la satisfacción llegaría al grupo.

Contra Ecuador, el técnico recuperó alguna esencia de juego de lo que se ofreció en el estreno del Sudamericano contra Argentina: un equipo mucho más compacto entre sus líneas, que no se partía como ocurrió en los tramos más importantes del hexagonal. Makoun, ese doble tracción del que presumen Venezuela, una vez más alteró su posición y pasó al medio para ganar en músculo y salida y librar con más seguridad a Cristian Cásseres, quizá el mejor intérprete de lo que fue esta Selección.

Venezuela fue efectiva. Una efectividad que apareció tarde, pero que demuestra que no está ausente del juego. Ante la exigencia, los chicos respondieron. En el momento de más vértigo en todo el campeonato para la Vinotinto, fue capaz de hacer dos goles en un recital de fútbol ofensivo en el que todos y cada uno dejaban el alma. En esa misma ansiedad descontrolada por hinchar de goles a Ecuador, encajó dos y el empate meridional parecía pulverizar la ilusión. Es aquí donde salió la verdadera estirpe nacional.

Fiel a los conceptos futbolísticos demostrados, Venezuela, con la pelota y la presión asfixiante de sus jugadores de ataque y con algo más, el intangible subjetivo, buscó la manera de resolver el encuentro de acuerdo a sus intereses y así, pudo marcar dos goles más. Fiel a la idea. Fidelidad al concepto.

El mayor premio que pudo ganar esta selección es eso: tener una idea clara de juego. Resultados adversos de por medio, el equipo nunca traicionó lo que estaba convencido que era bueno hacer. Sus intérpretes perdieron la pelota en el hexagonal contra Brasil y Paraguay haciendo el mismo fútbol que cuando le ganaron a Argentina o aquellos partidos contra Chile y Colombia donde la definición, ?oh, la impracticable definición!, destruyó en el resultado lo que tan bonito fue construido a punta de fútbol.

Las rápidas subidas y bajadas de Eduardo Fereira por la banda devolvieron a nuestras mentes esas ganas de ver a un lateral de largo recorrido capaz de ser tan preciso en sus centros como en meter la pierna necesaria para evitar cualquier peligro. Olses, un arquero que creció con el andar del campeonato, un mérito tremendo a una edad donde los errores hunden. Al contrario, Olses nunca se mostró machacado por la adversidad y terminó siendo una de las figuras del equipo.

En los apartados individuales, quizá quedó en deuda que ninguno de los volantes ofensivos haya mantenido un rendimiento constante a lo largo del torneo. José Hernández probó con Echeverría, Páez, Chalbaud, Danny Pérez y Palmezano y ninguno pudo mantener un nivel constantemente alto. Quizá solo el zuliano, que era más peligroso viniendo del banco, generó sensación de ofrecer algo distinto en el terreno.

En Hurtado no me extenderé: no era un secreto lo que ya había alcanzado con Táchira y no hizo más que certificarlo y corroborar que es uno de los mejores atacantes de su edad en el continente (y mire que están Vinicius Junior y Lincoln en el mismo apartado). Barragán es un delantero de mucho corazón, el tiempo y el trabajo seguramente le servirá para ser más letal de cara al arco contrario.

Hay identidad. Desde abajo, el proceso de selecciones va ganando una línea común de juego. Una selección que llegaba a Chile con muchas interrogantes en cuanto al desconocimiento de sus intérpretes y sus obras, y hoy no dejamos de hablar de Cásseres, de Makoun o de Hurtado. La gente se enganchó por el fútbol vistoso y, aunque los resultados no alcanzaron, la inversión es valiosa y las alegrías pueden que lleguen más adelante.

La lógica indica que José Hernández deba seguir adelante con el trabajo de este grupo. Luego del mundial de Corea del Sur, Dudamel se encargaría de la absoluta de cara al Mundial de Qatar y el hoy técnico Sub 17 continuaría la línea de trabajo desde la Sub 20. Mantener la idea de juego será vital en este proceso innegable de progreso en las categorías formativas.