Hace 24 años Cantinflas dijo adiós
“México lloró la muerte de un hombre bueno y sencillo que durante décadas hizo reír al mundo: Mario Moreno, Cantinflas, el cómico más popular del cine hablado en español”, de esta manera, el diario El País reseñó hace 24 años la muerte de Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes.
El actor falleció a los 81 años de edad, la madrugada del 20 de abril de 1993, en su domicilio de Ciudad de México, rodeado de sus familiares y sin sufrir. Un cáncer de pulmón, detectado hacía mes y medio, le obligó a pasar sus últimos días en cama. Debutó en el cine en 1936 y dejó en su filmografía casi 50 cintas, entre ellas, Cara y cruz (1937), la que le lanzó a la fama cuando apenas contaba 26 años de edad.
Cantinflas, uno de los grandes mitos del mundo artístico mexicano del siglo XX junto a Agustín Lara, Pedro Infante, María Félix, Dolores del Río y Jorge Negrete, recibiría ese año el gran homenaje de su país, pero la muerte se le adelantó. No obstante, el Gobierno le otorgó un gran reconocimiento póstumo.
Sencillo y feliz
Mario Moreno era un hombre de comportamiento sencillo y hábitos austeros, que acudía diariamente a sus oficinas de la calle de Insurgentes, de la capital mexicana, almorzaba siempre en el mismo restaurante y dedicaba muchas horas del día a su familia.
Jamás engreído por la fama, Mario Moreno no era un hombre de vida pública agitada. Era comedido, tímido a veces y reacio en sus últimos años a acudir a la televisión o a aparecer en los periódicos. En 1986, Eulalio Ferrer y Antonio Ariza, otro empresario español afincado en México, lo convencieron para que fuera el pregonero del Carnaval de Cádiz. Aquejado de fiebre y pese a su ancianidad, Cantinflas soportó durante dos horas con entereza y buen humor el envite. Días después le recibía en La Moncloa Felipe González.
Inventor del cantinflismo, una teoría vacía, incongruente y disparatada de interpretar el lenguaje, con mezclas de muletillas coloquiales y términos cultos mal empleados, Mario Moreno, nacido humilde, hizo escuela en México y divirtió al mundo.
Su mensaje, con un trasfondo de crítica social, se lo apropiaron las clases populares, que se identificaron con su persona y vieron en sus películas pasajes muy reales de la crudeza del México cotidiano. Entre carcajadas, Cantinflas también hizo llorar.