«No puede ser presuntuosa la evangelización»
El papa Francisco indicó hoy a los sacerdotes que la evangelización «no puede ser presuntuosa» y que deben ser «tiernos, concretos y humildes», durante su homilía en la misa Crismal celebrada en la basílica de San Pedro y con la que comienzan los ritos de la Semana Santa.
«De él (Jesús) tenemos que aprender que anunciar una gran alegría a los muy pobres no puede hacerse sino de modo respetuoso y humilde hasta la humillación. No puede ser presuntuosa la evangelización. No puede ser rígida la integridad de la verdad», explicó en la homilía.
Continuó diciendo que «el Espíritu nos dice en cada momento lo que tenemos que decir a nuestros adversarios e ilumina el pasito adelante que podemos dar en ese momento».
«Esta mansa integridad da alegría a los pobres, reanima a los pecadores, hace respirar a los oprimidos por el demonio», señaló.
También puso el ejemplo de la santa Madre Teresa de Calcuta que, como la «samaritana», se acercó a los más necesitados y «fue comenzando por uno concreto, con su sonrisa y su modo de tocar con las manos las heridas, llevó la Buena Noticia a todos».
Francisco entonces destacó la importancia de las «caricias de los sacerdotes a los ancianos y a los enfermos» porque, agregó, «el sacerdote es el hombre de la ternura, del concreto y de la humildad».
La misa Crismal marca el comienzo de la Semana Santa y se celebra el Jueves Santo, día en que se conmemora también la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Ultima Cena, según la tradición cristiana.
Por ello, la homilía está dedicada siempre a una reflexión sobre la labor sacerdotal.
Durante el rito, los sacerdotes renuevan las promesas sacerdotales (pobreza, castidad y obediencia) y se bendicen los óleos que se utilizan para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal.
Al concluir su homilía, Francisco les puso a los sacerdotes tres ejemplos a seguir para transmitir la Buena Noticia: «la plenitud contagiosa que transmite con todo su ser nuestra Señora, la concreción inclusiva del anuncio de la Samaritana, y la integridad mansa con que el Espíritu brota y se derrama, incansablemente, del Corazón traspasado de Jesús nuestro Señor».