“Las protestas en Venezuela seguirán hasta recuperar la democracia y nuestro futuro”, diputados vía NY Times
“La generación dormida”. Esa era la forma en la que se solía hablar de nosotros. Con nosotros nos referimos a aquellos que nacimos a fines de los años 80, durante la decadencia de la democracia en Venezuela. Para nuestra generación, la idea de un país pujante solo era una referencia de los libros. Desde que éramos niños nuestra realidad ha sido la de un país plagado de corrupción, delincuencia y desigualdad.
Stalin González, Freddy Guevara, Juan Andrés Mejía y Miguel Pizarro / The New York Times
Hugo Chávez llegó al poder a fines de los años 90, en medio de un clima antipolítico, con una promesa de cambio. Vivimos nuestra adolescencia en medio de la polarización entre quienes lo adversaban y quienes lo apoyaban. Unos no reconocían los errores del pasado; los otros se empeñaban en dividir a los venezolanos.
En el año 2006, la Revolución bolivariana obtuvo su mayor victoria electoral hasta hoy. El debate político parecía arrojar un claro ganador. Chávez se sentía tan fuerte que la recién aprobada constitución se le volvía una camisa de fuerza. A finales de ese año, en una demostración de autoritarismo, ordenó cerrar Radio Caracas Televisión, la estación de televisión más importante del país, y convocó un referendo para reformar la constitución.
Con el entendido de que bajo ese escenario los jóvenes no teníamos futuro, miles de estudiantes salimos a las calles de todo el país. No hablábamos de izquierda ni de derecha, levantamos las banderas de la libertad, la democracia y la reconciliación nacional. Nos organizamos en movimientos y alianzas estudiantiles nacionales y actuamos con una fuerza tal que logramos llenar el vacío que había en la conducción política del país. Fue así como en diciembre de 2007, Chávez fue derrotado electoralmente por primera vez.
Diez años después del despertar de nuestra generación, llegó el momento de escribir un nuevo capítulo en nuestra historia: el capítulo en el que los venezolanos vencemos de manera definitiva a la dictadura e iniciamos el camino de la reconstrucción nacional.
Muchos de los que fuimos parte del movimiento estudiantil en 2007 llegamos a la Asamblea Nacional en las elecciones de 2015, apoyados por los votos que millones de venezolanos le dieron a la oposición. Ese resultado mostró que Venezuela ya no está dividida entre oficialistas y opositores, sino entre una gran mayoría que quiere cambio (80 por ciento según las encuestas más respetadas del país) y una cúpula corrupta y privilegiada que se aferra al poder. Esa mayoría está en las calles de Venezuela protestando el golpe de Estado del gobierno chavista contra una Asamblea Nacional democráticamente electa.
Otras cosas también han cambiado. La comunidad internacional sabe que en Venezuela no hay democracia. Así lo han expresado la mayoría de los países de la región en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Y no hay democracia porque no existe separación de poderes, hay más de cien presos políticos, miles de perseguidos por pensar distinto y un gobierno que se niega a realizar las elecciones consagradas en la constitución.
Sin embargo, la mayor diferencia entre la Venezuela del año 2007 y la de 2017 es la situación en la que se encuentran la mayoría de los venezolanos. Nicolás Maduro ha hundido al país en la peor crisis económica de su historia. A pesar de que el Banco Central de Venezuela ha dejado de publicar los datos económicos, organizaciones como el Fondo Monetario Internacional estiman que la inflación de este año será de 720,5 por ciento y en 2018 se ubicará en 2068,5 por ciento; además el porcentaje de pobreza pasó del 48 al 81,8 por ciento. Hoy cuatro de cada diez venezolanos no comen tres veces al día.
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