Opinion

Los bosques venezolanos desaparecen vertiginosamente: ¿quién podrá defenderlos?

Gloria Tovar Díaz
Manejo de Recursos Naturales Ecoazul A.C.
ecoazul@yahoo.com

Fotos: Mario Zambrano

El cambio climático es tema obligado en estos momentos. Los niveles actuales de desequilibrio ecológico son consecuencia de políticas erradas en el manejo ambiental por parte de los gobiernos. El predominio del modelo industrializado para la producción de bienes y servicios y el uso de la biotecnología para amasar grandes capitales y no para el benefi cio colectivo, dejan ver la miopía humana que pretende manejar la naturaleza desconociendo los principios básicos de la vida.

Se realizan reuniones internacionales. Se organizan movimientos por la defensa del planeta. Surgen cientos de propuestas para enfrentar la crisis derivada de los cambios en los ciclos reguladores del equilibrio natural, todo esto sin alcanzar una verdadera consciencia colectiva ante la grave situación. Los ciudadanos viven inmersos en prioridades e intereses fundamentados en falsos valores, como el hecho de asociar la buena calidad de vida con el mayor poder de consumo. Así, las sociedades se han convertido en consumidores irracionales de los recursos naturales. Los bosques del mundo son un claro ejemplo. Ellos tienen funciones muy específi cas, vitales para la vida, como la de ser productores de oxígeno, reguladores de carbono, reservorios de agua y de biodiversidad. Es claro que
deben ser protegidos, en cambio se reducen sistemáticamente “en aras del desarrollo”.

Los gobiernos crean acuerdos para la preservación de los bosques; acuerdos que no se cumplen, porque privan los intereses del poder económico. Organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas destinan recursos para la protección del ambiente; pero los países que la integran no garantizan esa protección en sus propios territorios porque siempre se benefi cia al gran capital. Venezuela, tiene leyes específi cas en materia de bosques. Sin embargo, presenta una alta tasa de deforestación.

Según las estadísticas del Ministerio del Ambiente la superfi cie boscosa se redujo de 58 a 47,6 millones de hectáreas entre 1980 y el 2010, a una tasa promedio de 347.000 hectáreas anuales durante 30 años consecutivos (MPPAIndicadoresAmbientales 2012). Para el 2015 los bosques naturales del país se habían reducido a 45,7 millones de hectáreas (FAO Forest Resource Assessment 2015, WB WDI Feb 2015).

La legislación venezolana garantiza la preservación de los bosques privilegiando el interés colectivo sobre el individual. Éstos, en su mayoría, están protegidos como Parques Nacionales, Reservas de Bosque, Zonas Protectoras de cuencas hidrográfi cas, fi guras relevantes de protección asignadas a las áreas productoras de agua. Esta previsión obedece a la importancia estratégica del agua para la soberanía nacional.

No obstante, cada año se observa una creciente reducción de fuentes de agua debido a la intervención humana. Comunidades urbanas y rurales sufren la escasez y desabastecimiento de agua, incluyendo aquellas que están dentro de áreas protegidas. Como muestra cabe mencionar que en junio de 2016 los medios nacionales se hicieron eco de la denuncia, por parte de las comunidades afectadas, de un ecocidio en El Urumal, municipio Andrés Bello del Estado Mérida. Un área protegida, al margen de un Parque Nacional y cuyas fuentes de agua surten múltiples comunidades. Pese a la contundencia del delito el accionar de las autoridades competentes se diluye en la burocracia, las reuniones y los acuerdos que nunca se cumplen.

Postulados constitucionales, leyes orgánicas, Plan de la Patria, planes de gobiernos locales y organismos responsables de las áreas naturales van en una dirección. Las actitudes, las acciones y muchas veces los intereses de los encargados del cumplimiento de las leyes o los ejecutores de las políticas de salvaguarda del ambiente, van en otra. A su vez, la gran mayoría de las comunidades, con sus necesidades y sus deseos de desarrollo, van de manera desorganizada en otra dirección. Y más allá de ello, observamos que la Naturaleza va en una dirección completamente distinta al quehacer humano.

Esta confusión direccional sólo empobrece el futuro del país haciéndolo vulnerable ante el desafío del desarrollo sostenible. Hay una impostergable necesidad de redireccionamiento auténtico, de rescate de los verdaderos principios que comprometen la conciencia ciudadana.

¿Se puede hacer? ¿Cómo hacerlo? Cumpla y haga cumplir las leyes desde cualquiera que sea el rol que le corresponde. Elija el camino correcto, no importa si es el menos fácil. El bosque, la vida lo valen.