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Los portugueses de Venezuela inician el retorno

Son cerca de 40.000 y están en pleno descenso. Los portugueses y lusodescendientes residentes en Venezuela empiezan a retornar al archipiélago de Madeira, el lugar del que emigraron hace 40 años y en el que esperan recuperar la normalidad que han perdido en el país caribeño.

El goteo de llegadas ha alcanzado tal magnitud que las autoridades de Madeira van a reforzar su presupuesto en Seguridad Social y Salud para atender al millar de venezolanos que se estima ya han retornado desde finales del año pasado a esta pequeña región de 267.785 habitantes situada en el Océano Atlántico.

Nadie sabe cuántos venezolanos entran cada día en Madeira para quedarse. Los últimos números oficiales, actualizados hasta mayo, dan cuenta de 692 venezolanos, el 82 % de ellos con nacionalidad portuguesa, inscritos para buscar trabajo en el Instituto de Empleo de Madeira (IEM).

Son un 245,7 % más que los venezolanos que buscaron trabajo en el archipiélago entre enero y mayo de 2016, alerta el IEM, cuya presidenta, Rita Andrade, apunta en declaraciones a Efe que podrían ser más los que han retornado ya.

Y es que, explica Andrade, no todos los que llegan se inscriben, principalmente porque están a la espera de obtener sus papeles de residencia o nacionalidad, teniendo en cuenta que la mayoría de los venezolanos que llegan a Madeira son hijos o nietos de los portugueses que emigraron.

Después, también está el caso de los hoy jubilados lusos que se marcharon a Venezuela entre la década de los 40 y los 80 -en este periodo se marchó el 80 % de los emigrantes portugueses- y que en algunos casos ahora necesitan ayuda para todo, desde comprar comida a encontrar dónde vivir.

Aunque el IEM advierte que es “probable” que en las actuales circunstancias no pueda dar trabajo a todos -el archipiélago tuvo una tasa de desempleo del 12,5 % en el primer trimestre de este año-, los venezolanos no se desaniman, convencidos de que en la isla portuguesa les espera una vida mejor.

“La mayoría llega por falta de medicación y alimentación”, cuenta a Efe la presidenta de la Asociación de la Comunidad de Inmigrantes Venezolanos en Madeira (Venecom), Ana Cristina Monteiro.

 

Venecom, formada por 28 venezolanos, se creó hace apenas dos meses al notar que sus compatriotas comenzaban a llegar a Madeira “más desorientados y con menos información”, dejando entrever “un cuadro de crisis más agudo”.

El trabajo de la asociación, explica Monteiro, consiste en “darles apoyo y ser un canal de intermediación con las instituciones y los organismos competentes” en aras de atender sus necesidades: tratamientos médicos, principalmente para dolencias crónicas, y alimentación, para lo que cuentan también con la ayuda de Cáritas.

Resultado de esos permanentes contactos y la creciente llegada de venezolanos, el Gobierno de Madeira acaba de constituir el gabinete de “Apoyo al Emigrante en Venezuela”, que tuvo el pasado viernes su primera reunión para definir planes que ayuden a minimizar los problemas que enfrentan para instalarse.

Uno de los mayores retos, además del hecho de llegar costeando billetes de avión que superan los 1.000 euros, es hablar un idioma que muchos lusodescendientes no aprendieron en casa.

La barrera lingüística tiene un efecto directo, pues solo 16 venezolanos han conseguido empleo entre enero y mayo, la mayoría como trabajadores de “servicios personales” (el 25 %), asistentes en la preparación de alimentos (18,8 %) y empleados de limpieza (12,5 %).

Continúa a la espera el resto de lusodescendientes, en su mayoría entre los 25 y 34 años (el 31,4 % del total) y con un nivel de formación que llega hasta la educación secundaria (52 %).

Monteiro cree que el millar estimado de compatriotas llegados a Madeira son apenas una avanzadilla, a la espera de que el curso escolar acabe en julio y entonces muchas familias den el salto a Portugal.

Cuál será la magnitud del salto es algo que nadie puede definir. En Venezuela residen 37.326 portugueses, según los últimos datos disponibles del Gobierno luso, y la pequeña isla de Madeira se antoja como un impagable reducto de tranquilidad.