Opinion

Masacre en la ANC Por Douglas Zabala

Masacre en la ANC

Por Douglas Zabala

 

Desde que llegaron no han parado en su afán de maldad delictual. Comenzaron cometiendo el fraude electoral del siglo XXI, donde terminaron masacrando a sus antiguos compinches de Smartmatic, y a partir de allí no han cesado en su odio contra todo lo que tenga algún viso de civilidad democrática y decencia republicana. Desde su recinto tumultuario, el mismo que ha sido acusado de ser el jefe del cartel, ordena y dispone todos los días a que hora y contra quien comienza el fusilamiento constituyente, sin fórmulas de juicios y sin derecho a la defensa. Todo aquel quien tenga la desgracia de caer en sus garras, es ejecutado, según ellos, como Dios manda, por haber violado la justicia revolucionaria.

Iniciaron su masacre en el Ministerio Público. Lo que no pudieron matar a través de los Luceros instalados en Sala Constitucional y su Vice Fiscal designada, lo remataron con la destitución de la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, y como para no dejar dudas de sus tropelías, saliendo ya del despacho de la representante de la vindicta pública nacional, se consiguieron con su marido y le propinaron un tiro de gracia, al centro de su moral, acusándolo de ser propietario de cuantiosas cuentas cargadas de millones de dólares; precisamente en los bancos donde se sospecha que los personeros del gobierno, tengan todo lo saqueado en el país, a nombre de la lucha librada contra la corrupción y su socialismo fracasado.

No es la primera vez que el país se ha visto involucrado en situaciones como estas; ya en los tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez, la cúpula militar gobernante, a través de otra constituyente espuria, asaltó los poderes públicos, destituyendo y nombrando nuevas autoridades en el Ministerio Público, el Poder Judicial y todo el Poder Legislativo.  Al margen del destierro y la persecución política impuesto por el Dictador de entonces, justo es reconocer que todo eso sucedía en medio de un país con una economía estable y un pujante desarrollo urbanístico; muy distinto a nuestra realidad, asediada por la corrupción, la hambruna, el narcotráfico y el peor caos económico de los últimos cincuenta años.

Nadie andaba haciéndose ilusiones con estos fusileros de la decencia, la ética y la honorabilidad ciudadana, pero masacrar como lo han hecho con todo el texto constitucional, forjado por el propio Hugo Chávez Frías, era impensable en los días de la adulancia y la lisonja ante el líder supremo. Ahora engorilados como andan con el apoyo de un alto mando militar de dudosa reputación y “valientes” para reprimir al pueblo, han resuelto de nuevo desconocer a los más de 14 millones de venezolanos, al abrogarse la función legislativa del parlamento nacional, propinando con ello, otro golpe al esmirriado estado de derecho existente.

Hasta donde están dispuesto a llegar estos malandrines con su masacre institucional, sólo Raúl Castro y sus secuaces de Miraflores lo saben.  El asunto está en determinar hasta cuando los venezolanos estarán dispuestos a dejarse humillar y aplastar por estos sicarios del Estado.  El tiempo lo dirá, pero este silencio ensordecedor indica que hay demasiada lava ardiendo en las entrañas de este volcán llamado Venezuela. De seguir ocurriendo masacres como la de Amazonas o las que a diario realizan en la Asamblea Nacional Constituyente, todo ese aparente poder quedará hecho cenizas por el fuego y la furia de un país, que amenaza de nuevo con volver a estallar.