EL DULCE MAL QUE NOS ESTÁ MATANDO, Verdades dolorosas Ernesto García Mac Gregor
Una dictadura exitosa que en dos décadas ha ido implantando el modelo
comunista sin necesidad de paredón, logró vencer mediante estrategias
maquiavélicas muy bien planificadas, a una oposición con amplia mayoría y que
contaba con el rechazo popular a Maduro (80 por ciento). Con un sin número de
trácalas camufladas, los chavistas lograron ganar las gobernaciones, dentro de un
mes ganarán las alcaldías y en 2018 la presidencia, para así culminar con el
control absoluto de todas las áreas del Estado.
A través de la táctica de “divide y vencerás” el chavismo consiguió que la MUD
se pulverizara en cientos de opciones sin la menor oportunidad de triunfo,
mientras que el PCUV se mantiene incólume. Siguiéndole el juego al chavismo
dejamos a un lado el fraude y la emprendimos contra los abstencionistas, los
partidos y sus dirigentes hasta caer en el limbo político. El enemigo de mi enemigo
es mi amigo decía Maquiavelo.
Nos quedamos sin armas de lucha, sólo llenos de impotencia, frustración y
angustia. La “calle” mostró que a pesar de cientos de muertos la dictadura no va a
ceder. Ahora el abstencionismo ha crecido con ese “yo no voto más”. Estamos
aislados en nuestra desesperación sin saber qué hacer.
Excepto por los comerciantes que pueden trasferir la inflación a sus
productos, el resto de la clase media no puede mantenerse con sus entradas
regulares y tiene que recurrir a los dólares de reserva o a la inmigración. Los
profesionales, técnicos y trabajadores manuales están huyendo y lo seguirán
haciendo.
Y ese 60 por ciento de obreros que eran ayudantes de algo, trabajadores
domésticos, jardineros, buhonero, asalariados de sueldo mínimo, han abandonado
sus antiguos trabajos para dedicarse al bachaqueo de alimentos, medicinas,
gasolina; a vender puestos en las colas, a robar cables, estatuas, medidores de
agua y de gas o cualquier cosa. Nunca antes les había entrado tanto dinero.
Pero es dinero inorgánico producto de las importaciones que traerá más
inflación y más hambre. Paradójicamente, a mayor hambruna, más espacio para
que el chantaje chavista triunfe mediante claps, misiones y otros antiguos
espejitos, sin que nadie se percate del dulce mal que los está matando. Frente a la
desesperanza sólo queda la unión. Que oiga quien tiene oídos…