Ceremonia del Lavatorio de Pies se protagoniza en Jerusalén
Centenares de personas participaron en la ceremonia del Lavatorio de los Pies que, cada Jueves Santo, recrea en el Cenáculo de Jerusalén el gesto que, según el Evangelio, tuvo Jesús con sus discípulos durante la Última Cena, horas antes de ser crucificado.
Un grupo de franciscanos salió en procesión del Monasterio de San Salvador, en el barrio cristiano de la Ciudad Santa, acompañados por numerosos fieles que se sumaron al silencioso recorrido, roto por el sonido de los bastones que portaban dos bastoneros vestidos con uniforme otomano y que marcaban el paso de la comitiva.
Tras pasar por el barrio armenio y atravesar la puerta de Sión, la procesión salió de la ciudadela y alcanzó el Cenáculo, que hoy en día se encuentra extramuros, donde unos doscientos fieles habían conseguido entrar y hacerse hueco en la reducida y humilde capilla donde tuvo lugar la ceremonia.
El custodio de Tierra Santa, el padre Francesco Patton, se despojó su elegante vestidura y con una túnica blanca, entre el incienso y a la luz de las velas encendidas en la sala, se dispuso a lavar los pies de doce niños de la parroquia de San Salvador, provenientes de varios barrios palestinos de Jerusalén.
Tras el lavatorio, los participantes oraron, dieron las gracias y rezaron un Padrenuestro, que se repitió en los diferentes idiomas entonados por los peregrinos procedentes de varios lugares del mundo que quisieron participar en la ceremonia de recuerdo de las últimas horas de Jesús.
Al concluir el lavatorio en el Cenáculo, que la tradición marca como residencia de la primitiva Iglesia católica, los franciscanos y fieles se dispersaron.