El Chiquinquirá en terapia intensiva
Oscuridad, silencio y desolación deambulan por los pasillos del Hospital Chiquinquirá de Maracaibo. Los ocho pisos que componen la torre están solos, a puertas cerradas con candados y solamente se atienden estrictas, pero muy estrictas emergencias.
Poco a poco, como los enfermos terminales, el Chiquinquirá se fue quedando desierto, desahuciado y sin remedio. De hospital solo le queda el nombre, porque ni el personal que labora en ese centro de salud acude a diario y su presencia se resume a una guardia cada seis días.
Durante un recorrido por las instalaciones se pudo constatar lo que pacientes y trabajadores denuncian entre dientes, por temor a represalias. El “Hospitalito” cerró sus puertas, todas y cada una de ellas.
Solo la emergencia está activa y sirve de excusa para justificar que el hospital está operativo, asegura una fuente que pidió no ser identificada. Pero la atención es solo para casos graves y parturientas en período expulsivo, el resto se refiere a otras instituciones.
En el primer piso funcionaban Historias Médicas y Consultas, en el segundo estaba la Sala de Parto y Laboratorio, en el tercer piso Pabellón y Unidad de Cuidados Intensivos, en el cuarto Ginecología y Obstetricia, el quinto piso está en remodelación desde hace al menos 10 años, para fundar el Servicio de Neonatología. El sexto piso era Cirugía, el séptimo, Pediatría, y el octavo, Medicina Interna. Todos cerrados.
Bitácora de la clausura
Lo del “cierre técnico” del Chiquinquirá es una historia rancia. Desde 2016 las denuncias de irregularidades dentro del hospital se hicieron sentir. Para agosto de ese año no había insumos ni se podían hacer exámenes por falta de reactivos. Los aires acondicionados estaban fuera de servicio, las consultas de las distintas especialidades funcionaban a media máquina o estaban suspendidas igual que el servicio de cirugía.
Había un alto índice de infecciones intrahospitalarias, porque los médicos debían lavarse antes de las cirugías con el agua de un tobo plástico. Solo tenían disponible una silla de ruedas y el mismo ascensor llevaba todo, pacientes, visitantes, comida y desechos de implementos médico-quirúrgicos.
El martes 2 de agosto, la Oficina de Información del Poder Ejecutivo del Estado Zulia (Oipeez) publicó una nota de prensa, donde Jhonny Soto, director del hospital para la fecha, anunció que a partir del jueves 4 de agosto de 2016 reactivarían los servicios de las áreas de pabellón, UCI y sala de parto, las cuales estaban restringidas parcialmente por labores de mantenimiento al sistema de enfriamiento.
El 4 de agosto los aires fueron encendidos, trabajaron a media capacidad y pudieron realizarse tareas en el área a una temperatura aceptable. Sin embargo, la medida fue una “bomba de humo”, porque de a poco la operatividad del recinto mermó hasta quedar en cero.
La estocada final
Los aires que colapsaron en agosto de 2016 no soportaron más las jornadas de 24 por 7. Cuando Pabellón, UCI y Sala de Parto quedaron a merced del calor, se suspendieron todas las actividades en esas áreas. Eso sucedió hace ocho meses.
Paulatinamente los pisos fueron cerrando por causa del calor. Primero se dejaron de atender partos, cirugías, consultas, hasta que ya no se atiende nada. Hace dos meses el único ascensor del hospital también se declaró en estado de coma. Ese fue el tiro de gracia.
Los pocos visitantes del Chiquinquirá son los heridos que traen los carretilleros, víctimas de atracos o riñas en el casco central; las parturientas que durante el ruleteo sienten apremios en las inmediaciones del hospital, el escaso personal de enfermería que esté de guardia y los médicos residentes, que ven pasar frente a ellos la realidad de una profesión que se ejerce con las uñas, por pura vocación.
Institución centenaria
El Hospital Chiquinquirá fue fundado hace 153 años por el doctor Manuel Dagnino, quien junto a un grupo de personas compró una casa, y posteriormente reunió a unas 300 familias para hacer una rifa, y con el dinero colectado compró el terreno donde hoy funciona el hospital. Fue allí donde se generó el primer indicio para la creación de una Escuela de Medicina, fue el lugar donde se impartió por primera vez la cátedra de Toxicología en el Zulia.