Maracaibo se queda sin bowling: El Pin Zulia cae “sin estruendo” tras 55 años
Hay una extraña sinfonía en el aire y la acústica es impresionante; todo se escucha pero nada se entiende. Un rugido de baja frecuencia se funde en un mar de conversaciones entrecortadas por un chasquido mecánico casi rítmico; de repente, un estruendo de madera como una docena de batazos simultáneos sacude la estancia, seguido por la algarabía de un pequeño grupo. Así solía ser la sensación de una primera visita a las canchas del bowling del Pin Zulia en Maracaibo, pero ahora solo hay silencio.
Al igual que el béisbol, la afición por este deporte llegó a Maracaibo de la mano de las petroleras norteamericanas a mediados del siglo pasado, pero nunca se masificó ya que su práctica se limitaba a espacios cerrados con audiencias y jugadores selectos -usualmente de la nómina gerencial- en los clubes de las transnacionales en Cabimas y Lagunillas.
Listos para las “Chuzas”
No hay ningún estudio formal que lo certifique, pero podría asegurarse que la serie de dibujos animados “Los Picapiedras”, creada por la productora Hanna-Barbera y transmitida por el canal 2 (RCTV) todas las tardes entre los años 60’s y 90’s, sea la principal responsable de que los venezolanos tengamos noción de este singular pasatiempo desde muy temprana edad.
Quién no recuerda al héroe de clase trabajadora, Pedro Picapiedra y su inseparable amigo Pablo Mármol, escapando por las ventanas de sus casas para ir a jugar “bolos” al grito de Yaba-Daba-Doo. De ahí tenemos que todavía los marabinos nos refiramos a un tiro que derriba 10 pines como una “chuza” y no como un strike, que es el nombre técnico de la jugada.
Ya fuera por roce social o por imitación de las comiquitas, hace 55 años Maracaibo estaba en la cresta de una ola transcultural que la hacía un mercado ideal para cualquier forma de consumo y entretenimiento al estilo norteamericano. Automóviles Ford y Chevrolet, pantalones kakis y blue jeans, perros calientes, fuentes de soda y rock and roll en la radio, nos dibujaban como una versión tropical de Hill Valley (el pueblo ficticio de la película “Volver al Futuro”); lo único que nos faltaba era una gran sala de bolos, y llegó en el año 1963.
Creado por el empresario de origen armenio, Arda Tarsinian Abesdislan, el Pin Zulia era la estrella de su Centro Comercial Internacional, ubicado en la calle 77 con avenida 13, al lado del famoso Café Kabuki.
A demás del bowling, la estructura de tres niveles contaba con un supermercado Victoria del lado de la 76 (hoy Banesco Express), y varios locales comerciales a nivel de calle, entre los cuales destacaban otros negocios de la familia Tarsinian como la tienda de arte y antigüedades de la av. 13 y la elegante Joyería Internacional, representante autorizado de la exclusiva marca de relojes suizos Rolex, ubicada de cara al bulevar 5 de Julio.
Noches de estruendo
Durante las mañanas y tardes el supermercado era el principal destino de la clientela, pero a partir de las 5.00 pm se encendían los letreros de neón situados al centro y en la esquina derecha de la fachada, anunciando que había llegado la hora de bombardear las canchas de madera pulida con pesadas esferas de pasta acrílica, en una batalla por aniquilar al enemigo inmóvil que aguardaba en el extremo más bajo de un pasillo entarimado.
Los asiduos y expertos tenían sus propias bolas, zapatos y hasta una muñequera que ayudaba a estabilizar la mano durante los tiros, pero los visitantes de ocasión tenían que pasar por el temido ritual de alquilar un apestoso calzado de suela lisa, que no siempre estaba en las mejores condiciones. De igual forma, no era nada que un doble par de medias no pudiera remediar, ya que las ganas de pasarla bien terminaban superando el repudio inicial del impopular requisito.
Seleccionar una bola con una numeración menor a 14 era usualmente motivo de burlas, ya que entre 9 y 13 eran las opciones de menor peso reservadas para damas y niños. A mayor peso, más inercia y contundencia en el ataque.
Las estrategias iban desde la pura fuerza bruta que hacía saltar los pines de un extremo al otro, tumbando todo a su paso, o el tiro con efecto que ingresaba en un ángulo preciso entre el primer pin y los dos siguientes, creando un efecto cascada que aseguraba la anotación perfecta.
Mientras unos intentaban dominar el arte de coordinar, ojos, pies y manos con gran seriedad y dedicación, otros simplemente hacían su mejor esfuerzo o trataban de que el contrario se desconcentrara para que el tiro fuera a dar a la canal revestida en caucho.
Una fuente de soda donde se ofrecían hamburguesas, sándwiches, pollo frito, papas fritas, tequeños y una surtida variedad de golosinas servía de parada entre juegos o como lugar donde niños y adolescentes esperaban a que los fueran a buscar.
Foul en servicio
La atención del personal nunca fue especialmente buena o mala durante los 80’s y 90’s pero del deterioro de las canchas y el aumento de los costos operativos fue haciendo que el lugar cayera en un letargo que ya en tiempos recientes contaminaba la actitud de los trabajadores.
Los remozamientos estéticos y la inclusión de mesas de pool tampoco hizo mucho por recuperar la afluencia de clientes que iba decayendo año tras año, restándole al local un flujo de caja vital para su costoso mantenimiento.
En el 2013 la llegada de Papa’s Bowling al C.C Costa Verde, parecía marcar el fin de la era Pin Zulia, pero los problemas entre los socios del moderno establecimiento hizo que solo permaneciera abierto por nueve meses, dándole así una segunda oportunidad al icónico negocio del C.C Internacional.
A pesar de la ausencia de competidores, el bowling de 5 de Julio necesitaba mucho más que ser “tuerto en el planeta de los ciegos”, requería de inversión y cultura de servicios, pero las condiciones económicas hacían demasiado empinada la cuesta.
El último pin
Ya en los últimos tres años usuarios de las redes sociales y la aplicación Foursquare (que sirve para evaluar locales comerciales) daban una pésima calificación al Pin Zulia, que terminó cerrando sus puertas hace cinco meses en medio de un silencio pasmoso.
Extrañamente el C.C. Internacional hoy luce rejuvenecido en su parte exterior. Una cerca perimetral en el estacionamiento ayuda a resguardarse del hampa que azota a 5 de Julio en la oscuridad de la noche. También el mejoramiento de la fachada por la llegada de nuevos establecimientos como Pollo Mio, Mi Banco y Nutrisalud, le dan a la estructura un aire más vigente, manteniendo vivas las esperanzas de que otras cosas renazcan.
TuReporte intentó contactar con la administración del C.C. Internacional para conocer qué destino correrá el Pin Zulia, pero el administrador, Pedro Portillo, prefirió por los momentos no emitir ningún comentario al respecto.
Un viejo refrán dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Durante mucho tiempo los marabinos pasaron junto al bowling sin mirarlo siquiera de soslayo, ahora que cerró sus puertas de seguro, no faltará quienes lo lloren. Solo esperemos que en la vida, así como en el juego, podamos comenzar de nuevo y los pines vuelvan a levantarse.
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