Cubanos en Florida esperan el fin del mandato de los Castros
Este jueves se llevará a cabo un hecho histórico en Latinoamérica, pues culminará el periodo gubernamental del Presidente de Cuba, Raúl Castro, quien en 2008 sucedió a su hermano en la presidencia de esa nación, tras más de 5 décadas en el poder.
Es por esto que diversos ciudadanos de ese país que residen en Miami, Florida, se han mostrado esperanzados con el cambio presidencial, y con la leve convicción de poder volver a su nación de origen.
El simple hecho de que posiblemente el nuevo presidente de la nación caribeña no lleve el apellido «Castro», resulta ser un hito «histórico», lo que genera ciertas expectativas limitadas, que desean un nuevo cambio para la isla.
En declaraciones del cubano Carlos Saladrigas, Presidente de Cuba Study Group, y exiliado en Estados Unidos (EEUU) desde 1961, este hecho político representa un «momento de oportunidad», sin embargo el cambio político «es difícil», aunque lo importante es que comiencen «los cambios», pues lo demás vendrá «como bola de nieve».
Este cierto optimismo prudente, cauteloso, también se encuentra entre las nuevas generaciones de emigrantes cubanos. El periodista Mario Pentón, de 31 años, que llegó a Estados Unidos en 2015 tras recorrer la peligrosa ruta de los migrantes desde Guatemala, afirma que tiene “esperanza de que la situación cambie a mejor, aunque no mañana ni pasado”.
Otros llegados recientemente son pesimistas. “Va a seguir siendo una dictadura con otro nombre en la presidencia. No creo que haya ningún cambio”, dice una cubana de 30 años que no quiere que aparezca su nombre por temor a represalias hacia su familia en Cuba. “Yo me fui porque no creo en ese sistema”, añade, “y no quiero volver. En tres años aquí he logrado lo que no hice en 27 años en mi país”. Pentón, que apunta que Cuba ha mejorado y hoy “no es la de hace 20 años”, sueña con regresar, pero no lo hará “hasta que haya un mínimo de respeto a la prensa independiente, por los derechos humanos y por la pluralidad política”. “Resumiéndolo más”, concreta, “cuando haya una posibilidad de diálogo entre cubanos”.
En Estados Unidos viven 1,7 millones de cubanos o descendientes de cubanos, 1,2 millones concentrados en Florida y alrededor de un millón en el Miami metropolitano. A la mayoría le resultan ya muy ajenas las cuestiones políticas de la isla.
“¿Cuba cambia de presidente?”, responde Talía Hernández, 30 años –13 en Estados Unidos–, mientras trabaja en un restaurante cubano en el que un daiquiri cuesta tres cuartas partes de los 25 dólares de media mensuales que gana un empleado estatal en su tierra. Con otra camarera cubana, ríe recordando el lema que tenían que pronunciar allí cada mañana en la escuela: “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”.
A diferencia de décadas atrás, para la comunidad cubana actual la ideología y la política son temas secundarios en su relación con la isla, y según las encuestas más de la mitad apoya que se elimine el embargo económico de Washington. Les preocupan asuntos prácticos como tener facilidad para ir y venir de la isla, poder traer familiares a Estados Unidos o enviar remesas y bienes de consumo a los suyos en la isla. Y gran cantidad de ellos anhela poder volver a Cuba para emprender negocios con seguridad jurídica.
“Cuba tiene una vasta y próspera diáspora que tiene el derecho de regresar y poder participar en la renovación de su país. Es un proceso extremadamente importante”, dice Hugo Cancio, empresario de 54 años llegado en 1980 en el éxodo del Mariel. Saladrigas también señala que la “superabundancia de capital” en Miami será tarde o temprano un recurso sin igual para resucitar la economía cubana. “Pero la historia de Cuba es una historia de oportunidades perdidas”, dice. “Veremos si Díaz-Canel, en caso de que sea el elegido, pierde otra oportunidad más o si es capaz de aprovecharla”.
A ambos lados del Estrecho de Florida, millones de cubanos esperan que el relevo generacional en la presidencia de Cuba sea otro paso para ir dejando atrás una larga era marcada por la depauperación de la isla y la división de su pueblo. Para el común basta con el crecimiento económico, pero el deseo de libertad política sigue presente.
“La democracia es como las estrellas”, dice Pentón. “Son inalcanzables pero marcan un rumbo”.