Llegó el frío y con él la época de catarros y gripes. Además de todos los cuidados que debés tener para cuidar tu salud, la boca también requiere una atención especial. Es imprescindible que después de haber estado enfermo, cambies el cepillo de dientes.

Esto se debe a que las cerdas del cepillo guardan los gérmenes que tenemos en la boca. Ahora bien, si la dolencia que has sufrido fue de tipo infeccioso, es mejor sustituirlo para evitar que el germen que la ha provocado penetre de nuevo en el cuerpo, como cuando usamos pañuelos de papel una y otra vez.

El virus de la gripe se siente muy cómodo entre las cerdas, así como otros virus y bacterias que producen dolor de garganta o de muelas.

Los especialistas recomiendan sustituirlo cada tres o cuatro meses por dos motivos. En primer lugar, la textura de las cerdas se degrada, se van debilitando y doblando, lo que provoca que el cepillo pierda eficacia.

La segunda razón es que, aunque no hayamos pasado una gripe, este utensilio es un foco potencial de gérmenes. 

Es muy importante tener en cuenta todo esto porque un cepillo de dientes en un estado óptimo te ayudará, entre otras cosas, a prevenir la caries y problemas futuros en tus encías.