José Toro Hardy: “Rafael Ramírez fue quien destruyó a Pdvsa”
El exdirector de la estatal aclara que durante la gestión de Rafael Ramírez “la comunicación entre la empresa y Miraflores era directa y expedita”. Nervudo, dinámico y de piel cetrina, enfatiza que el caudillo de Sabaneta se supo poner un traje de cordero los primeros años, pero siempre tuvo entre ceja y ceja la “politización” de Pdvsa, que llegó a ser considerada la segunda petrolera del mundo y un paradigma continental de Management
Cuando Hugo Chávez llega al poder en las presidenciales de diciembre de 1998, casi nadie atinó lo que vendría. En cierta medida, el caudillo de Sabaneta supo vestir un traje de manso cordero. José Toro Hardy es un experto petrolero de larga data, y comprobada solvencia en la industria; dice que durante la campaña, y siendo él uno de los directores de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Chávez lo llamaba con frecuencia para pedirle consejos.
“Mandini, Ciavaldini y Lameda fueron excelentes presidentes de Pdvsa, pero eso no le importaba a Chávez: lo que él quería era tomar por asalto a la empresa. Una Pdvsa sumisa”, abre fuegos el también periodista y profesor universitario. “Yo renuncié a la estatal el mismo día en que Chávez ganó las presidenciales, y luego de asumir el cargo nunca más me llamó”, revela quien fuera un amigo cercano del doctor José Antonio Giacopini Zárraga, además de su discípulo. Giacopini es toda una referencia en el mundo del petróleo venezolano.
De mediana estatura, contextura fibrosa y ojos magnéticos como dos puntas de alfiler, Toro Hardy ha gastado la mayor parte de sus días en el tema del crudo. Dice que lo que Chávez quería desde un principio era politizar a la empresa –hasta entonces la segunda petrolera más importante del orbe-, cosa que logró a partir del paro de 2002, cuando más de 20.000 empleados de alta factura fueron despedidos sin remilgos.
El analista, quien firma hoy en la sección de opinión del diario El Nacional, saca esta cuenta: cada uno de esos empleados tenía un promedio de 15 años formándose en la estatal, ergo, son 300.000 años de conocimiento que se echaron por la borda, y que “será muy difícil recuperar”, sentencia. “Eso destruyó a Pdvsa”, un sabor amargo parece correrle entre los labios. “Estamos hablando de 75% de la nómina mayor de la empresa, o sea, el cerebro de Pdvsa”, va directo al grano.
En el parqueadero de su quinta en Caurimare, hay una ristra de autos más bien pequeños. Un Mercedes Benz Clase A, comparte perímetro con un sencillo Chevrolet Aveo. Hay verde por doquier; y cuando se pasa a la sala de su casa, la profusión de arte acaricia las pupilas.
La mano de Ruperti
“Chávez admite luego, en 2004, durante su Memoria y Cuenta ante el Parlamento, que él mismo creó ex profeso la crisis de 2002”, desliza, solo para echar la cinta atrás: “en 2002 se paran las refinerías de la estatal, la producción cae el mínimo, no hay gasolina”. Y entonces acierta en el blanco: “Wilmer Ruperti, no sé por cuáles vías, ni con qué financiamiento, salva al gobierno de esa crisis. De no ser por él Hugo Chávez no hubiera soportado el peso del paro petrolero. Ruperti se hizo multimillonario, por supuesto”.
La almendra de la cosa –garantiza- es que Chávez quería “socializar” –digamos– la operación de la empresa, que hasta entonces había sido un paradigma continental de Management. Recuerda que las ganancias (“se venía gerenciando con criterio de empresa privada”), el ISLR y las regalías iban al Tesoro Nacional. “Chávez quería manejar el dinero directamente”, dispara a quemarropa. “Por eso hoy la empresa maneja asuntos que no tienen nada que ver con el petróleo, como la distribución de comida, medicinas, etcétera”, se encoje de hombros.
Expresa que Rafael Ramírez (hoy perseguido por la justicia venezolana) es el “gran responsable de la destrucción de la estatal”. Eulogio del Pino, pone en claro, era su mano derecha, por lo cual “tiene tanta culpa como Ramírez”. Dice que la diferencia es que a Del Pino le toca asumir el mando cuando caen los precios del barril, y Ramírez timonea en pleno auge de los mismos. Toro Hardy fija linderos claros: a partir de 2005 la compañía que daba de comer a todos los venezolanos con holgura cambia de misión.
“Yo ya estaba hacía muchos años afuera de la empresa, pero como académico me mantenía en los círculos internacionales de la industria petrolera; puedo decir que la percepción que se comienza a tener afuera de Pdvsa era espantosa”, frunce el entrecejo. “Se desencadena una corrupción tremenda. Vienen los casos de los maletines que le llevaban a Cristina Kirchner, el caso de Antonini Wilson, etcétera”, evoca un trozo nada dócil de la trama.
Un logo y nada más
José Toro Hardy confiesa que sus archivos contienen verdaderas joyas. Es autor de tomos como Venezuela y el petróleo del Islam (1991) y también Oil, Venezuela and the Persian Gulf (1995). Fue miembro principal del directorio de Pdvsa entre 1996 y 1999. Pone sobre el escritorio una idea sencilla pero elocuente: “Hoy el logo de Pdvsa es el mismo, pero eso no tiene nada que ver con lo que fue la empresa”. Confirma que el boom petrolero que Chávez tuvo entre manos fue “infinitas veces más grande que el del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez”.
-¿Por qué?
-Por una razón muy sencilla: con la Apertura Petrolera logramos colocar la producción en 3,6 millones de barriles diarios. Hugo Chávez tuvo el precio del barril en 116 dólares, es decir, lo que entró fue una millonada.
-¿Y qué pasó con todo ese dinero?
-Desaparecieron los controles. La Contraloría General de la República (CGR) se ocupaba solo de ver algunas cosas, pero para mantener las apariencias. Antes, Pdvsa rendía cuentas ante senadores y diputados, ante la CGR, ante el BCV, la Comisión de Energía y Minas del Parlamento, entre otras instancias.
-¿Cómo era el vínculo entre Rafael Ramírez y Hugo Chávez?
-La comunicación entre Pdvsa y Miraflores era directa y expedita. Chávez era quien dominaba y mandaba en Pdvsa.
-¿Cómo se explica que hoy el mismo chavismo persiga a Ramírez?
-Cuando Ramírez comenzó a mostrar apetencias políticas deciden descabezarlo.
Se entiende la raíz de las cantidades ingentes de petróleo que fueron regaladas a países extranjeros. “El Convenio Petrolero con Cuba, por ejemplo, era inconstitucional, porque nunca pasó por la aprobación del Parlamento. La mitad se cancelaba con servicios de deportistas cubanos, médicos, etcétera, y la otra mitad era pagadera a 25 años, con apenas 1% de interés”, quita la máscara el experto a la dadivosa cara del chavismo.
Trae a colación el caso de la Refinería de Cienfuegos, una obra de los rusos en la isla antillana. Dice que Fidel Castro le pidió a Chávez que la restaurase, el mandatario venezolano lo hace, y luego Cuba mueve las fichas en el tablero, para quedarse con 51% de participación. “Se les regaló una suma inmensa”, un mohín de asombro le atenaza la mirada.
Toro Hardy también fue director de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) entre 1969 y 1973, y jura que “el madurismo está destrozando al chavismo, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello están muy enfrentados. Hay una fractura muy fuerte adentro del chavismo, y están atacando a sus propios líderes en todos los sectores”, ofrece por toda explicación de la debacle roja rojita.
Pdvsa no es un batallón
Consultado sobre su opinión sobre el actual presidente de la estatal, el mayor general Manuel Quevedo, espeta que “es el peor que ha tenido la empresa, después de Ramírez, que fue quien realmente la destruyó”, fustiga y se va por la libre: “Quevedo tiene conocimiento cero de la industria. Quiere manejar a Pdvsa como si fuera un batallón. Por eso se ha ido tanta gente, y viene entonces la severa caída de la producción”. Valga precisar que la cifra que maneja Toro Hardy es de 1,3 millones de barriles por día, número bastante pálido para lo que fue en otros tiempos.
Finalmente, cae la noche a través de los amplios tragaluces de la quinta, y el exconductor de Análisis con José Toro Hardy en la antigua Globovisión, redondea su declaración: las grandes empresas de servicios que se han ido de Venezuela, como Halliburton o Schlumbeger, “mantenían la reinyección de gas en campos petroleros tan importantes como El Furrial. Halliburton perdió en Venezuela 700 millones de dólares, y Schlumbeger perdió 800 millones de dólares. Al quitar la reinyección de gas el yacimiento pierde presión y el petróleo que está en el subsuelo se solidifica, o sea, no se puede extraer”.
Toro Hardy concluye con una contabilidad clara y concisa: desde la nacionalización de la industria (que se hizo en 1975) tomó 20 años incrementar en 650 mil barriles por día la producción. “Esa fue la cantidad que dejamos de producir por día solamente en 2017. Al chavismo le bastó un año”, remata, y se despide con un apretón compacto de manos. Las ranas cantan en el cerro contiguo, su eterno canto corpóreo de la hora de la cena. Fin del cuento.