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Monseñor Edgar Peña, de Maracaibo al Vaticano

Quiso ser médico, pero a los 18 años dijo sí al llamado de Dios. Animado por amigos de la Basílica, en Maracaibo,  visitaba la tarde de los viernes a los pacientes del Hospital Chiquinquirá. Allí, en esa especie de voluntariado, comenzó a conocer a los grupos de apostolado del icónico  templo saladillero.
Lleva 33 años dedicado al sacerdocio y cinco lustros cumpliendo misiones en el servicio diplomático del Vaticano, al que entró en 1993. Tenía apenas 8 años como presbítero cuando lo llamó el arzobispo de Maracaibo de esa época, monseñor Domingo Roa Pérez, para decirle que buscaban a un  sacerdote venezolano  que fuese a la Pontificia Academia Eclesiástica. Allí comenzó todo. Su vida cambió, tanto que llevó a este hijo de Maracaibo a ser el primer nuncio del país. Lo fue en Pakistán, en 2011 y cuatro años más tarde con el mismo cargo fue trasladado a Mozambique.
“Más nunca volverás”, le dijo Roa Pérez en una expresión  profética. Este lunes 15, Peña asumirá como el primer venezolano y  segundo latinoamericano en ser Sustituto para los Asuntos Generales de la Santa Sede.
Mañana, más   vigencia cobra su lema episcopal: “Hágase tu voluntad (Fiat voluntas tua)”, como repiten   millones de católicos  al rezar  el Padrenuestro.
“Hágase tu voluntad”. La de Dios. Eso resonará en su mente y hará palpitar con fuerza su corazón. Un corazón que desborda zulianidad y es agradecido con la Virgen de Chiquinquirá, o la jefa, como en confianza la llama.

Su formación sacerdotal la inició en 1978 en el seminario Santo Tomás de Aquino, de San Cristóbal, donde hizo estudios de filosofía. La teología la cursó en el seminario Santa Rosa de Lima, donde el cardenal Jorge Urosa Savino fue su rector. Luego lo fue el padre Jesús ‘Chulique’ Hernández.
En 1985 regresó a Maracaibo.  Desde 1993, a  la capital zuliana  ha podido volver cada diciembre. Pero estando en cualquier parte del mundo  “el olor del café” lo  conecta con su tierra. “El café me hace recordar mucho  mi casa, El Saladillo. De  mi tierra me gustan los bollitos pelones, la macarronada, el olor del sancocho… por 30 años solo los como cuando vengo a Venezuela”.
De recuerdos sí se vive y a su mente vienen momentos especiales, como sus visitas y misas, a mediados de los 80,   al colegio Javier, de Sierra Maestra, al sur de Maracaibo. De ese plantel, a cargo de las Hermanas de Cristo Rey,    lleva    en su corazón a la hermana Gómez, una enérgica religiosa   que atendía  el preescolar.
Las vueltas que da la vida. Tenía un año de  nuncio en Pakistán cuando, invitado por la Conferencia Episcopal venezolana, fue a una misa en una iglesia en Montalbán (Caracas). “Cuando daba la comunión, me brincó una religiosa, me abrazó,  besó  y me dijo: ‘Majo, majo’”.
Era ella, sin duda, la hermana Gómez. Para mayor sorpresa, su acompañante le confió   que  la monjita sufría de un Alzheimer galopante y  logró reconocerlo. “¡Que majo, que eres!”, repetía como tantas veces lo hizo en el colegio Javier.
Antes de partir al servicio diplomático, Peña  fue sacerdote  en Mara. “Tenía   26 años y    era párroco de El Moján. Allá veía a los  jóvenes salir de sus casas a las 4:00 am para esperar, con entusiasmo,  al bus que los trajera a Maracaibo, a  LUZ. Regresaban   en la noche. Verlos me daba fuerza. Esa imagen  la tengo en mi mente (…) Nunca digamos que nos amilanan las dificultades”, aconseja.
Peña es licenciado en Derecho Canónico y a disposición del servicio diplomático de la Santa Sede, desde el 1 de abril de 1993, ha trabajado en las representaciones pontificias de Kenia, Yugoslavia, la Oficina de la ONU en Ginebra y en las Nunciaturas Apostólicas de Sudáfrica, Honduras y México.
“Mi paso por México  fue de trabajo intenso, pero   bello. Por la   Guadalupe tengo un amor profundo, como por  la Chinita”, afirma.
Su misión en la ONU le dio la visión del mundo: “Ginebra es un lugar extraordinario para conocer el mundo, por estar cerca de la problemática global, fue un trabajo apasionante”.
Pakistán quedó sembrada en su  alma. Dice   que  ese país es generosidad y que  fue una misión que le permitió cuidar y acompañar la Iglesia sufrida  de esa nación, mientras que de  Mozambique apunta que tiene una Iglesia joven, dinámica, generosa  y con muchas  vocaciones sacerdotales, donde el reto es  hacer de ellos  buenos sacerdotes y que salgan también dedicadas religiosas.
Estando tan cerca de  Pontífices también se refiere al   1978 como el año de los tres papas: “Fallece  un Papa bueno, Pablo VI;  nombran a Juan Pablo I, quien muere pronto y    está en el cargo 33 días, y luego eligen al hoy santo Juan Pablo II”.
Guarda admiración por  Pablo VI, quien habló de la familia como Iglesia doméstica. Hoy en la plaza de San Pedro lo recordará con cariño y respeto. Además,  podrá cumplir un deseo: “Le dije al papa Francisco que quería ir a la canonización de Pablo  VI y a la de  monseñor Arnulfo Romero”.  Y así  será.
Con tres pontífices ha podido trabajar. Se refiere a Juan Pablo II como el pontífice que  lanzó la Iglesia a la humanidad, con sus viajes, su trabajo. “Fueron 26 años de gran trabajo, de conquistas y entrega total. En su papado, cayó el Muro de Berlín (…) y la Iglesia católica logró posicionarse de manera extraordinaria” (…)   “Lo recibí en Kenia   en 1995 y realmente pude presenciar a un hombre de Dios ”.
De Benedicto XVI evoca su sabiduría y humildad. “Fue un Papa dócil y, a la vez,  muy sufrido. Nos dio un grandísimo ejemplo de humildad, cuando se dio cuenta de sus limitaciones de fuerzas se retiró, fue un momento de gran     coraje”.
Luego    vino el Pontífice de Argentina, “del fin del mundo”, como expresó el propio Jorge Bergoglio aquel 13 de marzo de 2013. “Francisco es  el Santo Padre  de todos, habla de la Iglesia en salida, quien nos pide estar atentos de quienes están en la periferia, allí donde digo están ricos y pobres. Francisco es el papa de la gente”.

Peña, quien nació el 6 de marzo de 1960 en  el hogar que conformaron Robinson Peña y Adela Parra de Peña,   es un “embajador” del Zulia.  Sigue atento a  las noticias de la región y del país. Desde este mes, como en los octubre anteriores, estará al tanto  de la temporada de  las Águilas del Zulia.
“Me gustan los deportes. También le voy a la Vinotinto. Llegué a jugar  tenis. Ahora, camino… A los jóvenes les digo: ‘Hagan deporte, crea disciplina  y enseña a trabajar en equipo”.

Puede decirse que diciembre es su mes favorito. “Me encantan la Navidad, el Nacimiento, los arbolitos, las misas de aguinaldo. La Navidad es    especial, por eso escogí siempre   volver a Maracaibo en esos días para revivir  acá el Nacimiento de Jesús (…)”.
La música clásica y de Navidad le gusta. Escucha a Frank Sinatra. Lo que sí, por nostalgia, no pudo oír  durante 25 años   fueron  gaitas. Tocaban  la fibra de su corazón.  “Nunca pude escuchar una gaita fuera de Maracaibo; las tenía, pero no podía escucharlas, no me atrevía”, confiesa con voz quebrada.

A Peña, humilde y jovial, una llamada volvió a impulsar su meteórica carrera diplomática, Para él,  otro momento grande está por vivir  y mañana  dirá: ‘Hágase tu voluntad’.
Mozambique, 6 de agosto. Ese día, monseñor se  comunicaba, por  WhatsApp, con un amigo de Maracaibo. Faltando  10 minutos  para el almuerzo, a la 1:20 pm, recibió una llamada internacional en su teléfono celular.
— Aló, ¿ monseñor Peña?
— Sí, ¿quién habla?
— Te habla el papa Francisco. 
Con mayúsculo asombro Peña escuchó del propio Pontífice latinoamericano  la propuesta para que fuera su Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.
— Usted  sabe, Santo Padre,  que cuenta siempre conmigo.
—Lo sé,  pero debía  preguntarte.  Te llamaré en dos días para que pienses  qué fecha quieres que  se haga  la publicación de la noticia.
Cuarenta y ocho horas después la llamada se repitió.
—Su Santidad, he pensado que sea el  15 de agosto, contestó Peña.
—Yo hubiese dicho también esa fecha, estarás bajo la protección de la Virgen en su día de La Asunción, asintió  Francisco.
La conexión con la Virgen,   Chinita  o Guadalupe, está  clara. Bajo su manto,  Peña asume  el cargo y   de  seguro  dirá   a Dios: “Hágase tu voluntad”.