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Green Book se llevó el título de mejor película en la 91 edición de los Oscar

El español sigue siendo una lengua extranjera en los Oscar y Netflix un invitado incómodo. Por mucho que durante toda la noche los más de cuarenta «presentadores» se empeñaran en hacer guiños a la lengua de Cervantes o que se premiara a un documental de la plataforma, los Oscar son el cine en pantalla grande e historias sencillas con aroma reivindicativo pero que no ofenden a nadie. Y eso es «Green Book», un guión previsible sobre un pianista negro homosexual que en la década de los sesenta viaja a la América de la segregación racial para derribar prejuicios con su dignidad. Y todo lo demás es «Roma», una cinta producida por una plataforma que no duda en mostrar explícitamente lo que otras cortan.

La película de Peter Farrelly ha arrebatado a «Roma» la posibilidad de hacer historia. Y eso que antes Alfonso Cuarón logró un hito sin precedentes al convertirse en el primer director en ganar el Oscar a la mejor fotografía. Pero hoy nadie le recuerda por eso sino por ver cómo su película se quedó a las puertas de ser la primera en español y la primera producida por una plataforma que gana la categoría principal. Habrá que esperar para ver llegar unos cambios que parecen irremediables.

Por lo demás, son extraños unos Oscar sin presentador. Por el escenario desfilaron actores, directores, cantantes y famosos de todo tipo y condición, como el chef José Andrés o la tenista Serena Williams. La sensación, en cualquier caso, es de que todo quedaba deslavazado y de que por el Dolby Theatre entraban y salían hombres y mujeres encorsetados a decir su línea de guión y poco más.

Incluso reivindicaciones como la de Javier Bardem hablando en español y criticando las fronteras sonaba forzada. Así, la gala se convirtió en lo que eran en el principio de los tiempos, una categoría detrás de otra hasta la victoria final, que fue lo único que se salió del guión: la victoria de «Green Book».

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Los tres premios del mexicano, incluyendo mejor película extranjera, tienen sabor a derrota para su película. Eso sí, para derrotada, «La favorita», que perdió en ocho de las nueve categorías en las que peleaba. Solo Olivia Colman como mejor actriz principal salvó la papeleta para la cinta británica. Aunque para lograrlo tuvo que vencer a Glenn Close, a la que se le quedó cara de póker al perder por séptima vez un Oscar. La veterana actriz es la única gran intérprete de su generación sin estatuilla, y parece que tiene más fácil recibir el premio honorífico que el de interpretación.

Al principio de la noche, «Bohemian Rhapsody» y «Black Panther» coparon los Oscar técnicos. Los de sonido para el biopic de Freddie Mercury y los de vestuario y producción para el superhéroe negro. La dualidad de las nominadas, con películas más políticas de autor y cintas palomiteras que han funcionado entre el público, parecía que iba a resolverse como suele hacerse en estos casos: los premios técnicos para las taquilleras y los creativos para las cintas de prestigio.

Pero la Academia hizo lo inesperado y entregó a la película de Queen cuatro Oscar, incluyendo mejor actor para Rami Malek y mejor montaje. No está mal para una película sin (casi) director y con unas críticas destructivas en todo el planeta. La Academia y el público