Salud y Hogar

Hepatitis A, contagiarse con el virus de la precariedad

Un total de 14.473 casos de hepatitis se reportaron en el último boletín epidemiológico que el Ministerio del Poder Popular para la Salud publicó en 2016. Tres años más tarde, un aumento exponencial del virus tipo A sacude a un país que carece de políticas de salud pública para controlar la epidemia de una enfermedad que se origina principalmente por la contaminación del agua que debería ser potable

Oscar Osteicoechea ayudaba a su hijo menor a superar un cuadro hepático cuando una extraña fatiga comenzó a agobiar al mayor: Oscar José Osteicoechea Romero. El padre jamás imaginó que aquel malestar sería el detonante de un virus que apagaría la vida de su primogénito. “Su padecimiento fue corto”, cinco días bastaron para que la hepatitis A no solo se incubara en quien llevaba su nombre sino también sentenciarlo a muerte.

Los exámenes realizados en principio no proyectaron ningún tipo de peligro, pero la persistencia de fiebre y vómito fue padecimiento suficiente para realizarle nuevos análisis; esta vez “los exámenes arrojaron hepatitis A y con un alto grado de urea; es decir, que los riñones estaban siendo afectados”.

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Oscar hijo fue atendido de emergencia en una clínica de Maracaibo. Su diagnóstico era delicado: el eco realizado para observar el estado de sus órganos reveló que el joven no solo tenía una peligrosa inflamación en el hígado, también padecía de agenesia renal unilateral. En criollo: había nacido con un solo riñón. “El doctor dijo que había que hacer una diálisis preventiva y que tenía que dar 1.500 dólares para poder hacerlo”.

Ante la contingencia, Osteicoechea llevó a su hijo nuevamente a casa, comenzó a buscar las divisas que no posee entre familiares, amigos y conocidos, mientras indagaba en qué hospital público de la tierra del sol amada y de los apagones podría conseguir la solución al problema de su progenie. “En Maracaibo lamentablemente no hay nada que hacer. De hecho, el Adolfo Ponce, que era uno de los hospitales emblemáticos del Seguro Social para hacer diálisis, estaba cerrado, tiene un candado puesto y te atienden por la parte posterior tres enfermeruchas y unas doctoras rurales. Eso está entre excremento, orina y monte. La parte de diálisis, el día que fui, estaba cerrada y había como cinco personas en el piso esperando que le dieran asistencia”.

Embargado por el dolor y la impotencia, Oscar trasladó a su hijo a la Clínica Sucre, centro que le ofrecía hospitalizarlo por tres días, estabilizarlo y proceder a la diálisis preventiva. El viernes 22 de marzo lo ingresó, el sábado 23, “a las 5:30 empezó a tener problemas de pulso, se me estaba apagando mi muchacho. Como a golpe de cinco para las seis (le) dejó de latir el corazón”. El virus había paralizado el único riñón y el hígado estaba “demasiado crecido de su tamaño normal”. La enfermedad fue letal.

Pero Oscar no debía morir.

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Rafael Orihuela, médico especialista en medicina tropical y exministro de Sanidad y Asistencia Social, expone que una persona que padece de hepatitis A “no debería enfrentar mayor riesgo”, pues hace aproximadamente una década dejó de ser “una enfermedad sin control previo, al menos en Venezuela, y comenzó a aplicarse la vacuna”.

Detalla que “la hepatitis A es algo benigno que no debería ocurrirle a ningún país hoy porque tienen las vacunas, porque tienen la posibilidad de administrarla, y porque la vacuna está en los esquemas de vacunación oficiales de los gobiernos”, dice Rafael Orihuela.

Lamentablemente, Venezuela es un país sin vacunas suficientes.

Incluso en 2014 se creó una empresa “socialista” que debía producir 120 millones de esos fármacos cada año, abarcando la mayor parte de las vacunas incluidas en el plan de inmunizaciones del Sistema Público Nacional de Salud. Apenas dos años más tarde, en 2016, ya era una entelequia.

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La hepatitis es una enfermedad infecciosa de tipo viral que se desarrolla por la inflamación de los hepatocitos, células que constituyen el tejido hepático y que conforman el hígado. “Cualquier proceso que genere inflamación se llamará hepatitis, y cuando hablamos del origen infeccioso podemos incluir los llamados virus hepatotropos; es decir, que pueden incluir siempre predilección y producen infección primaria en el hígado. Entre esos está los virus de la hepatitis conocidos como A, B, C y D”, explica la doctora María Orta, especialista en medicina tropical.

Aunque sus tipos varían, el contagio específicamente con el virus tipo A se debe a la ingesta de agua y alimentos contaminados con heces fecales, o por el contacto con fluidos de personas enfermas o portadoras del virus. Las recomendaciones médicas son reposo absoluto, por al menos un mes, y una alimentación libre de grasas además de hidratación; no hay antibióticos ni recetas químicas que puedan ingerirse. Pero aquellos adultos que poseen una “inmunidad trastornada o no tienen la vacuna contra el virus y se infectan -como el caso de Oscar-, tienen riesgo de lo que se llama una hepatitis fulminante; es decir, el virus te come el hígado en una o dos semanas y mueres”, explica Orihuela. María Eugenia Landaeta, médico cirujano y jefa del Servicio de Infectología del Hospital Universitario de Caracas, confirma que en Venezuela no hay inmunización contra el virus.

María Orta sugiere que Oscar José Osteicoechea Romero probablemente tuvo “una hepatitis fulminante que conllevó a la falla renal”; padecimiento que afectó gravemente el hígado y dañó su único riñón. “En pacientes totalmente sanos se puede producir en baja probabilidad una hepatitis fulminante que cree falla hepática y afecte a los demás órganos. En un paciente con un solo riñón, (la anomalía) lo lleva a ser un número en la estadística porque está predispuesto a complicarse”.

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Para prevenir la hepatitis es indispensable poseer la vacuna porque impide la infección. Pero en un país donde los controles para inmunizar a sus pobladores no existen y el costo de no poder conseguir la inyección es más alto, la vida entra en juego. “Si tú tienes un paciente con una hepatitis aguda, fulminante, ese hígado deja de funcionar y esa persona hay que colocarla en una unidad de terapia intensiva, hay que asistirle la respiración, probablemente someterle a diálisis para eliminar los tóxicos no por la vía renal sino por el hígado”, añade Orihuela.

Venezuela en hiperendemicidad

Una exposición a condiciones poco salubres puede ocasionar el desarrollo de un “foco de hepatitis”, principalmente en neonatos e infantes por su susceptibilidad o a jóvenes y adultos que no posean la vacuna. En Venezuela esta etapa quedó atrás. El exministro informa que la hepatitis A no es un virus “epidémico”; sin embargo, aclara que la grave crisis sanitaria que flagela al país ha conducido a que sí exista “una epidemia debido a la gran contaminación del agua”.

Yuselis Camacaro vive en Barquisimeto y aún no sabe cómo sus dos hijos y ella contrajeron el virus. Todo comenzó el lunes 28 de enero, cuando su pequeño de 10 años manifestó fatiga, vómito y fiebre; lo llevó de emergencias al Seguro Social y ahí le fue administrado un tratamiento para evitar la deshidratación, pero no fue suficiente para contrarrestar el malestar.

Dos días después, el desgano continuaba y la orina del pequeño comenzaba a ponerse turbia. “Lo llevé a un laboratorio privado y le hice la hematología completa, un examen de orina y de transaminasas”, este último le salió super elevado y “lo llevé a una clínica urgente”. Un examen de glucemia y un perfil hepático revelaron que el niño tenía hepatitis A.

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Desde el 19 de febrero, Yuselis y su hija (morocha del primer infectado) padecieron los estragos de contraer la enfermedad. Debieron someterse a la realización de los mismos exámenes en un laboratorio privado, pues en el Seguro Social del sector donde vive no cuentan con los reactivos necesarios para descartar ciertas patologías.

Camacaro vive con su esposo -único del núcleo que salió ileso de la infección- a las afueras de la capital del estado Lara. La familia se aferra a la hipótesis de que algo contaminado que el niño ingirió en el colegio llevó el virus al hogar. En su casa no llega agua potable por tuberías, se surten mediante cisterna o del tanque de un familiar que les permite recogerla. Ella afirma que filtran el líquido y los alimentos los lavan “antes de meterlos a la nevera, y cuando los saco los vuelvo a lavar con vinagre”.

Julio Castro, médico internista e infectólogo, aseguró en Fedecámaras Radio que en Venezuela no existe un “brote” d hepatitis A, pues el virus ha ido en ascenso desde hace aproximadamente tres años. Por el contrario, el país enfrenta una “hiperendemicidad”, es decir, el virus se convirtió en una enfermedad endémica, persistente en la región y por el incremento del número de casos, es difícil que los miembros de una misma comunidad puedan escapar de la infección.

La ingesta de agua en Venezuela, sin previa potabilización en el hogar, se ha convertido en la principal amenaza para contraer enfermedades de cualquier tipo. “Estamos hablando de un sistema de tuberías que no han tenido el mantenimiento debido y hay asentamiento de sustancias, partículas, óxidos, tuberías rotas donde el agua blanca se mezcla con la tierra y finalmente la disposición de las excretas”, explica Orta.

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En números

El último boletín epidemiológico que el Ministerio de Salud emitió fue el correspondiente a la última semana de diciembre de 2016. Fue publicado en febrero del año siguiente, y haberlo hecho público le costó el cargo a la entonces ministra de Salud Antonieta Caporale. Hasta entonces, el último informe divulgado era de noviembre 2014.

Según el documento oficial, al cierre de 2016, la cifra total de casos de todos los tipos de hepatitis ese fue de 14.473. Del 25 al 31 de diciembre se “registraron 55 casos sospechosos de Hepatitis viral tipo A, con un ascenso de 37,50% en relación a la semana anterior (n=40). En comparación con la semana homóloga del año 2015 se observa una disminución de 36,78% en los casos registrados (n=1.545)”.

No obstante, durante el año 2016, el Ministerio difundió que en Venezuela se presentaron 4.305 casos de hepatitis viral tipo A, con mayor presencia en los estados Mérida, con 675 casos; Zulia, con 424; Lara, con 392; Miranda, con 379; y el Distrito Capital, con 301. “La tasa de morbilidad nacional es de 13,88 por 100.000 hab, la cual es superada por cinco entidades federales: Mérida (68,16); Vargas (36,53); Amazonas (35,54); Guárico (28,19) y Falcón (26,29) por 100.000 hab., respectivamente”, cita el boletín. Asimismo, destacó una epidemia en los estados Falcón, Trujillo, Guárico y Delta Amacuro, así como una alerta en Zulia, Lara, Cojedes, Barinas, Aragua.

Desde 2016, se desconoce con exactitud el aumento de los casos de hepatitis en el país, pese al aumento exponencial del virus en los últimos años. Una evidencia es cierta: cada vez más personas son diagnosticadas con ese mal.

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Roison Figuera no disfrutó sus carnavales de 2019 por causa de un dolor de espalda intenso, fiebre a 40°, debilidad, ganas de vomitar, pérdida del apetito y dificultad para respirar. Decidió asistir a un ambulatorio cercano a su casa, en el estado Vargas, donde le recomendaron hacerse una hematología y una placa de tórax. Inconforme, asistió al hospital Periférico de La Guaira, en donde notó que muchas personas a su alrededor presentaban los mismos síntomas. “Una doctora me atendió y me dijo que yo debía esperar más tiempo con fiebre, me mandaron 48 horas de reposo y si persistía la fiebre tenía que volver”.

Roison decidió acercarse al hospital José María Vargas del Litoral, donde le mandaron a hacerse unos rayos X. Sin material para imprimir el examen, el paciente debió tomar una foto a la pantalla de la computadora para llevar el resultado al médico tratante. Bronquitis fue el diagnóstico preliminar, pero la palidez en su tez puso en alerta a los doctores: “yo te veo a ti muy pálido, pendiente porque hay un brote de hepatitis”. Tres días después, el joven amaneció con ictericia, signo característico del virus.

Entre apagones, Figuera se vio obligado a hacerse el perfil hepático y un examen de transaminasas en un laboratorio privado, pues “en el hospital Periférico no podía hacerme ni siquiera un examen de orinas porque no tenían reactivos y estaban trabajando únicamente con las personas que estaban hospitalizadas ahí. En el José María Vargas tampoco tenían reactivos”. Los resultados evidenciaron altos valores de bilirrubina y transaminasas.

La infectóloga María Orta añade que, pese a que el Estado no difunde cifras totales de casos con el virus, actualmente a los galenos se les dificulta contar con estadísticas confiables de casos reales de hepatitis debido a que “los reactivos para realizar las serologías escasean o son de mala calidad y no se puede obtener un diagnóstico a tiempo”.

A falta de información oficial y incluso de alternativas médicas para determinar si lo que se siente es más que una gripe. Según datos de Google Trends, junio fue el mes con mayores búsquedas del término ‘hepatitis A’ en 2017, con un total de 39 casos en Venezuela. Los resultados se mantuvieron, e incluso llegaron a descender, hasta marzo de 2018 cuando las pesquisas llegaron a 40. Desde ese momento, los resultados revelan picos que superan la cifra. Google Trends registra que octubre de 2018 fue el mes con mayores exploraciones: 90. En el primer trimestre del 2019, la semana del 17 al 23 de marzo -única semana libre de apagones- la indagación alcanzó el número 100.

El silencio del Estado

En abril de 2018, Nicolás Maduro informó que se realizaría una jornada de vacunación contra la tuberculosis, hepatitis B, polio, sarampión o difteria, entre otras enfermedades. “Nuestra meta es vacunar a nueve millones de personas a nivel nacional”, declaraba durante una alocución por Venezolana de Televisión.

La jornada contaría con 5.468 puntos fijos de vacunación en todo el país y en 92 itinerantes; además de tener asesoría de la Organización Mundial de la Salud y el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud.

Mientras tanto, las infecciones no cesan.

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