Política económica de Maduro no genera cambios a un año de su reelección forzada
El 28 de abril, Nicolás Maduro prometió “ordenar la nueva economía” venezolana. Sus palabras, como parte de su campaña presidencial para los comicios del 20 de mayo, fueron dichas en el estado Lara, entidad donde anunció un “gobierno económico de calle” para hacer frente a la grave crisis en la materia que azota el país.
Mientras el heredero del fallecido Hugo Chávez recorrió el territorio, era imposible esconder el caos: según información del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, el primer trimestre del pasado calendario estivo marcado por 2.414 protestas, de las cuales el 85% se conformaron para exigir derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.
El bolsillo del venezolano no deja de acusar maltrato. Desde 2013, cuando el excanciller asumió el poder, la inflación acumulada crece a ritmo incalculable, llegando a la hiperinflación desde 2017.
Pero los correctivos de la política chavista han tenido un efecto contrario al que profesan.
Este 20 de mayo se cumple un año del triunfo electoral de Maduro en unos comicios marcados por las dudas. Las elecciones estuvieron marcadas por una abstención del 50 por ciento, incentivada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), además de las inhabilitación, el encarcelamiento y la persecución de figuras claves en la política opositora en Venezuela.
De todo lo ilegalmente posible, Maduro cumplió con casi todo durante el proceso de reelección. La votación fue oficializada vía decreto por la Asamblea Constituyente chavista, que también fue confirmada en 2017 del forma inconstitucional.
Con la maquinaria electoral de su lado, el triunfo trajo consigo descontento y desconocimiento. Distintas organizaciones y gobiernos echaron leña al fuego y se sumaron al apoyo a Juan Guaidó a partir del 23 de enero. Hoy, el jefe del Parlamento venezolano cuenta con el reconocimiento como presidente encargado de más de 50 países.
Mientras, las promesas de Maduro, sobre todo en materia económica, se quedaron en palabras.
Ese supuesto gobierno económico de calle jamás encontró puesta en escena. En su lugar, la bola de nieve de la inflación se mantuvo rodando y creciendo, con un alto pico en septiembre de 2018, lapso que cerró con alzas de 233.3%, según datos de la Asamblea Nacional.
Desde mayo de 2018 hasta abril de 2019, el promedio mensual es de 130.1%, demostrando la inefectividad de los correctivos chavistas ante un monstruo cada vez más difícil de vencer. El resultado: un bolívar soberano estéril que mira al dólar ser el protagonista de las transacciones nacionales.
Mientras expertos han advertido en repetidas oportunidades hacia dónde deben apuntar los encargados de poner freno a la situación, el gobierno de Maduro ha decidido voltear en otra dirección, con constantes aumentos salariales que solo empujan el alza de precios, en una carrera dispareja entre dos situaciones completamente distintas.
A finales de abril, el oficialismo anunció un nuevo aumento que colocó el sueldo en Bs. 40.000, de los cuales el 75% cubre apenas un kilo de carne en el mercado de Quinta Crespo.
La crisis económica en Venezuela, más que un problema a combatir, luce como un producto registrado del chavismo y que Maduro agudizó desde que tomara el testigo que Chávez dejó antes de morir.