SOBRE EL CAPITÁN AMÉRICA Y LA MORAL DEL SÚPER HÉROE
Por más que Steven Spielberg y Clint Eastwood aseguren que los filmes de súper héroes son una moda pasajera y eventualmente el público se cansará y comenzará a dar la espalda a estas historias, parece que el fin no está cerca. La lista de próximos estrenos de lo que ya algunos incluso catalogan como un sub género dentro del cine de ficción parece infinita y hasta Los Power Rangers y Mazinger Z (si bien estos no tienen su origen en historietas) tendrán en un futuro no muy lejano su oportunidad de salvar el mundo en la gran pantalla.
Y aunque en este artículo no pretendemos hacer un repaso de todos los filmes de súper héroes (no contamos ni con el tiempo, ni con el espacio), antes de hablar de El Capital América: Guerra Civil, debemos mencionar, al menos de pasada, algunos casos previos de adaptaciones cinematográficas a historietas de súper héroes. No necesariamente tienen que ser las mejores cintas de este tipo, tampoco las más exitosas, pero funcionan para hacer un pequeño análisis de cómo la Moral de estos personajes ha ido evolucionando (o no) a lo largo de los años.
Los primeros en la lista son Batman (1989) y Batman Vuelve (1992) de Tim Burton. Una de las cosas que destaca de este par de filmes, más allá de su puesta en escena “gótica”, es que tienen una marcada intención de presentar al protagonista (Bruce Wayne/Batman) como una ser de carne y hueso atormentado en extremo y víctima de una soledad que raya en lo tortuoso. Claro que mucho de esto viene del cómic, pero no era más que un elemento decorativo para darle cierto volumen al personaje. Y lo más importante: esteBatman mata a sus enemigos sin remordimientos si tiene que hacerlo. Luego están las versiones que sobre El Caballero Oscuro de Ciudad Gótica hiciese el director británico Christopher Nolan. Bruce Wayne seguía siendo un incomprendido solitario, que lleva a cuestas una cruz que más nadie puede cargar, pero que cree en la justicia y, aunque no lo diga abiertamente, también en la democracia, tanto que es incapaz de convertirse en verdugo y de matar a sus contrincantes. (En Batman Inicia de 2005 la muerte de Ra’s Al Ghul fue más un suicidio que otra cosa). Tenemos que mencionar también la trilogía que sobre Spider Man dirigió Sam Raimi a principios de siglo. Historias mucho más ligeras y bastante menos oscuras en cuanto a tratamiento de personajes y sobre todo, puesta en escena. Sin embargo, hay un par de cosas que destacar en cuanto a la moral. Lo primero es la trillada frase (objeto de burla en más de una oportunidad) “un gran poder implica una gran responsabilidad”. Lo segundo: de la venganza no se saca nada bueno. Por último y para cerrar este rápido (y ligero, sí) repaso antes de llegar al caso que nos ocupa, mencionaremos un par de filmes que si bien no tienen su origen en ningún cómic, representan a su manera dos genuinos homenajes a los súper personajes de las historietas y en ambos casos se hace particular énfasis en la responsabilidad moral que implica ser un semi dios. Estos son El Irrompible (2000) de M. Night Shyamalan, en donde un Bruce Willis atormentado y fracasado descubre que es una especie de elegido para equilibrar las fuerzas de lucha del mundo y Hancock (2008) de Peter Berg, en donde Will Smith representa a un ser divino pero a quien ese don heredado desde el Olimpo se terminó por convertir en un karma casi insalvable. Al final, tanto el personaje de Willis como el de Smith terminan asumiendo su responsabilidad y cumpliendo con el rol que la providencia les ha otorgado.
Capitán América: Guerra Civil añade al cóctel anterior dos nuevos factores: la supervisión y el derecho a elegir. Ojo, esto, al igual que mucho de lo que pasa en las cintas de súper héroes, ya ha sido tratado en los cómics pero, en la mayoría de los casos, nunca con la “profundidad” (particular énfasis en el entrecomillado de profundidad) con la que se han venido tratando en el cine. Al final, si desmenuzamos el argumento de esta cinta, los súper héroes no son más que unos niños algo malcriados a quienes hay que tener bajo estricta vigilancia para que no se aparten del camino. Y aquí es donde viene el conflicto: algunos de estos personajes están de acuerdo con esta premisa, otros no. Un asunto tan llano como si tienen derecho o no al libre albedrío. Quienes se oponen a la supervisión sostienen que ellos son tan “súper”, que tienen la capacidad de discernir por sí mismos que está bien y que no. Incluso, se asumen como humanos y por ello el error es permitido (aunque nunca deseado).
Como espectáculo, la cinta dirigida por los hermanos Joe y Anthony Russo termina por ser bastante eficiente. Si bien en ciertos momentos podemos terminar dando la razón a Spielberg y a Eastwood, ya que los diálogos entre el Capitan Rogers y Tony Stark carecen de originalidad y sorpresa de tanto que se han dicho lo mismo en los últimos cinco años. A este cansancio también contribuye (como ha venido ocurriendo desde la primera entrega de Los Vengadores) las aparentemente inagotables capacidades histriónicas de Robert Downey Jr. (Iron Man/Tony Stark) contra las muy limitadas de Chris Evans (Capitán América/Capitan Rogers).
Como filme de súper héroes es poco lo que aporta. Fiel al cómic aunque bastante edulcorado para hacerlo apto a todo público.
Y en cuanto al conflicto moral, al final todo se resume a que los personajes “más elevados” son aquellos que tienen más culpas a cuestas.
Para los fanáticos de los cómics y, principalmente para los fanáticos del universo Marvel, resulta interesante el intercambio de roles de El Capitán América y Iron Man en cuanto a sus respectivas visiones del sistema y de la ley.