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“Sí, mi mamá es una guarimbera”

Ellas van adelante, guerrean y no se dejan amedrentar por un uniforme policial. Gritan consignas pacíficas, pero se defienden si tienen que hacerlo. Preparan todo lo necesario para asistir a quien pida ayuda entre la multitud. Luchan, al igual o más que sus hijos, por los derechos de los venezolanos. Son mujeres que a veces dividen su tiempo entre el trabajo, las labores de la casa… y una marcha. Madres que celebran su día con la convicción de que el país va a cambiar. 
Mercedes hace meses que cambió su cartera por un morral. Atrás quedaron el maquillaje y los lentes de sol, a menos que sean para marchar. Ahora prefiere un bolso, de los grandes, donde quepan sus nuevos implementos para protegerse y socorrer a quien se encuentre durante la represión: vinagre, agua, maalox, pañitos con bicarbonato. Además de su bandera de Venezuela, que siempre la acompaña. Ella va lista, dispuesta a ayudar.
Es española de nacimiento y vive en Venezuela desde que era una niña, cuando sus padres emigraron de la nación europea por la dictadura de Francisco Franco. Eugenia, su hija, dice sin una pizca de duda en la voz que su mamá siente este país más suyo que cualquier venezolano.
Hace 15 años no le prestaba atención a las elecciones ni le interesaba la política. Ahora, a sus 56 años, no se ha perdido ni una marcha desde que hace más de un mes los opositores salieran a las calles para pedir la salida del presidente Nicolás Maduro. Su vida hizo stop: no va a la peluquería, no celebra cumpleaños, no tiene vacaciones desde mucho tiempo, afirma su hija. Su lugar ahora es la calle y se convirtió en el héroe de la familia.
“Ella es líder y sé que no va a parar de marchar nunca porque necesita ver este país libre. Si hay reunión familiar, va después. Y si llega tarde dice: ‘Lo siento, estaba peleando por todos ustedes’. Ella es la que tiene los ovarios bien puestos“, cuenta su hija de 30 años.
12052017 Marcha  3ra Edad Felipe Rotjes
Eugenia comenta que pareciera que en su casa se cambiaron los roles: la hija es quien regaña y está pendiente de la mamá. Siempre le advierte, preocupada, que no esté al frente de la movilización y Mercedes asegura que no lo hará. “Después me llegan mensajes de amigos que la acompañan y ella está frente a los guardias formándoles rollo. Me preguntan qué hago yo en mi casa”, ríe al recordar la anécdota.
Entender a su madre también ha sido una lucha. Se reconoce igual de terca y que si quiere algo, pelea por conseguirlo. Siendo así, ¿cómo le puede reprochar su actitud? “Cada vez ha sido más intenso y no ha sido fácil. Pensará que no la apoyo porque la regaño. Pero el regaño es porque me da miedo”, explica la mayor de dos hijos.
Salir a marchar hizo a Mercedes un ser humano más fuerte, asegura su hija. Cuando Eugenia piensa en todo lo que ha hecho su madre en las calles, no encuentra palabras para demostrar el orgullo que siente por ella. “Aunque suene cursi, si amas a una persona y es feliz con lo que hace, no puedes hacer mas que apoyarla. Nunca voy a tener cómo agradecerle a mi mamá todo lo que está haciendo. Uno se muere de miedo, pero no puedo estar más orgullosa”, afirma Eugenia con la voz cargada de emociones.
La lucha familiar
A sus 49 años, Elsy Espinoza va a marchar con todo el combo: su esposo y sus hijas, de 18 y 23 años cada una. Aunque siempre ha asistido a las concentraciones masivas convocadas por los líderes de oposición en otras oportunidades y había salido ilesa, este año fue la primera vez que tragó gases lacrimógenos en una protesta. Desde entonces, no ha dejado de salir a ninguna manifestación.
Daniela, su hija mayor, cuenta que al principio su madre cambiaba el trabajo por ir a marchar. Con el tiempo, le encontró el ritmo a las convocatorias: empezó a trabajar desde muy temprano para después unirse al resto de los manifestantes. Entre los cuatro integrantes se organizan, concertan puntos de encuentro por si se llegasen a perder entre la multitud y se tranquilizan unos a otros en momentos de desesperación.
12052017 Marcha 3ra Edad Gustavo Vera
La madre no va con pancartas, pitos o banderas. Eso, piensa Elsy, entorpece su labor: ayudar a los muchachos que están al frente, cerca de los cuerpos de seguridad y, por tanto, más cerca de la represión. Ella misma es quien prepara el bolso con todo lo que ha leído en Internet que neutraliza el efecto de las bombas.
“Ya nos hemos dado cuenta de qué es mejor y qué es peor para los gases. Y después de toda la represión en los últimos días, hemos estado un poco más recogidos y más pendientes”, dice Daniela.
A veces, el padre también arma con sus propias manos lo que necesitan e incluso regala escudos a los manifestantes para que se defiendan de la arremetida de los efectivos de la guardia y la policía.
Ante el fallecimiento de 39 personas, según cifras de la Fiscalía General de la República, las marchas pueden ser más difíciles de afrontar para algunos. A Elsy el miedo le da más fuerzas para luchar. “Se imagina que le pasa a ella, se indigna y se activa más a salir”, cuenta la mayor de sus hijas. Pese al susto que pueda sentir, a Daniela le gusta ir a marchar con su mamá. “Así siente lo mismo que yo: que el país le corre por las venas, le duele lo que a mí me duele y está conmigo en esto. Prefiero que salga a la calle a que se quede en la casa porque es una lucha de todos”, explica con la esperanza de que la gente ahora no va a dejar la calle “así como así”.
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“Mi mamá está más comprometida que todos aquí”, expresa la también recién egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Cuenta que, al comentarle a su progenitora que iría a una fiesta para celebrar su título, la dejó ir con la condición de que fuese a la marcha de este sábado 13 de mayo. “Esto es lo único que tiene en la cabeza”, sostiene Daniela con certeza.
Una mamá “guarimbera”
El miedo y la preocupación que se siente por un familiar que está en las protestas no deja de existir por unos cuantos metros de distancia. Al menos así parece sentirse Valentina desde México, donde vive desde hace un año y medio, mientras su mamá atiende el llamado a cada una de las actividades de la oposición.
Luisa Zuleta salió a las calles en 2014 acompañada de Valentina. Actualmente también sale, pero sin ella. Y si no encuentra compañía, va  sola a las marchas sin importarle nada, “llena de fuerza y valentía”, explica su hija de 19 años. Hace tres años, en las primeras protestas contra el presidente Nicolás Maduro, el Gobierno acuñó la denominación de “guarimberos”, y hasta de “terroristas”, para referirse a aquellos que estaban al frente de la protesta, regresaban las bombas a los cuerpos de seguridad y armaban barricacas. Pero para muchos, un “guarimbero” es aquel resteado que no tiene miedo a nada.
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“Sí, mi mamá es una guarimbera. Siempre ha sido de salir a marchar y es bastante activa. Es la que está está ahí, se llena la cara de maalox y se esconde en los edificios. Es una venezolana propia, echada pa’lante y va con todo, menos miedo”, cuenta Valentina con la voz alegre por hablar de su madre.
Luisa marcha, grita consignas y lanza piedras. Cuando empieza lo “feo”, se queda un rato e intenta auxiliar a quien lo necesite, relata su descendiente. Valentina, desde la distancia, apoya en lo que pueda. Entre algunas cosas, informa a sus amigos mexicanos porque es “importante que la gente lo sepa”. Sin embargo, se siente como una “traidora”.
“Siento que estoy traicionando a la patria porque no estoy ahí. Yo, que llevé a todo mi colegio a inscribirse en el Consejo Nacional Electoral, me fui antes de las elecciones. Siento que no tengo derecho a opinar ni decir nada“.  Su madre, Luisa, es su representación en la calle. “Ella está saliendo en nombre de las dos. Si estuviera allá, saldría con ella“, manifiesta Valentina sin dudar.
“Admiro tanto a mi mamá, ella me genera muchísimo orgullo e intenta transmitirnos las mejores vibras. La situación en Venezuela no está en sus manos, pero sí puede hacer algo. Hay que tener mucha fortaleza para salir a marchar, te agredan y sigues yendo. Es impresionante”.
Luisa sale a marchar porque quiere que su hija vuelva a casa y va a hacer lo necesario para, al menos, visitarla. Llevan un año y medio sin abrazarse. Ambas esperan que el de este domingo sea el último Día de Las Madres separadas.
060517 Marcha Mujeres Andrea Hernandez