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VIDEOS | La lucha de Neomar encendió a la Guarenas del Caracazo

El féretro con el cuerpo inerte del joven de 17 años, víctima 67 de la represión, recorrió las calles de Guarenas en compañía de su familia, amigos y vecinos. Llanto y esperanza convivieron durante más de seis horas en la ciudad mirandina, donde residía el muchacho

Mi hermano antes de morir me dijo que iba a luchar por su hermana y por Venezuela, y así fue. Me dio mucho dolor verlo ahí. Ver el vidrio. Tocarlo y que no me dijera nada. Me dio dolor que no me dijera ‘hermana, estoy contigo’. Me partió el corazón”. Con estas palabras y el llanto desgarrador de su hermana, de 12 años, inició el minuto de silencio por la muerte de Neomar Lander Armas, el joven de 17 años que se convirtió, el pasado miércoles, en la víctima 67 de la represión hacia las marchas opositoras al gobierno de Nicolás Maduro.

Acompañado por su familia y amigos, el ataúd con el cuerpo inerte del muchacho recorrió por última vez las calles que lo vieron crecer. La movilización partió desde Jardines El Cercado, donde fue velado y será enterrado este sábado. Transitó por un tramo de la autopista Gran Mariscal de Ayacucho hasta la ciudad de Guarenas. Y, finalmente, llegó a su destino, la Plaza Bolívar de la ciudad mirandina.

La actividad, convocada por familiares del joven durante la noche del jueves, tenía pautado iniciar a las 8:00 AM. A esa hora, en la capilla de velación del cementerio, comenzaban a concentrarse sus allegados. La mayoría de los asistentes se desplomaban en llanto al ser recibidos por Suhail Armas, madre de Neomar, quien, en calma, casi los consolaba.

Dentro del salón, donde permanece el joven desde el jueves, las lágrimas se perpetuaban frente al féretro. Sobre el cristal de la urna —rodeada por arreglos florales con los colores de la bandera y girasoles— permanecían rosarios, fotos, una máscara antigás y tres guantes de carnaza, uno de ellos con quemaduras y una dedicatoria de “La resistencia”.

Alrededor de las 8:30 AM, ya había menos intervalos de tiempo entre una visita y otra. Suhail se acercaba cada media hora, aproximadamente. Avanzaba hacia el ataúd, se inclinaba y le hablaba a Neomar, mientras tocaba el cristal con ternura, como quien acaricia a alguien que duerme.

Los comentarios sobre el joven —todos positivos— iban y venían dentro del sitio. “Él era un niño melosísimo. Todo el tiempo quería verlo a uno feliz. ‘Ríete, amargada’, me decía cada que entraba a mi casa, y me agarraba los cachetes”, le cuenta una vecina a otra.

Pasadas las 9:00 AM, la madre de Neomar notificó que había llegado el momento de iniciar el recorrido. En seguida, varios jóvenes provenientes de Caracas, e identificados como integrantes de “La resistencia”, cubrieron sus rostros y se distribuyeron a los lados de la urna.

En medio de cantos y aplausos, el féretro fue llevado hasta la entrada del cementerio, donde lo esperaba la carroza fúnebre. No hubo un momento de silencio desde entonces. Ni siquiera cuando alrededor de 15 motorizados de la PNB (con parrilleros y equipo antimotín), pasaron por un lado de la movilización.

Tres kilómetros separan los puntos de partida y llegada. Sin embargo, el inclemente sol de Guarenas, y la fuerte pendiente en el centro de la ciudad, parecían duplicar la distancia. Ya en la Plaza Bolívar, la hermana de Neomar —una pequeña niña de cabello rizado— pidió el megáfono para dar el corto pero poderoso discurso con que inicia esta crónica, que se vio interrumpido por su llanto desconsolado, y que contagió a todos los asistentes.

Tras el minuto de silencio, cuando los acompañantes llevaron el féretro hacia la capilla de la catedral, se habían sumado tantos vecinos que el espacio dentro del recinto religioso fue insuficiente.