Colas eternas, furia y bachaqueros que aceptan tarjeta: La odisea de conseguir comida y medicinas
Bolívar. El insólito mercado negro en el que se puede pagar electrónicamente, reseña Infobae
Por Leonardo Mindez
lmindez@infobae.com
Enviado especial a Caracas
Filas interminables. Colas que se arman en cada esquina donde hay un supermercado, una farmacia o un banco. Hoy, en Venezuela, conseguir alimentos, medicinas básicas y dinero en efectivo es una odisea que lleva muchas horas del día.
Los caraqueños deambulan por la ciudad en busca de pan, arroz, azúcar y harina pan, la harina de maíz que se utiliza para hacer las arepas, base de la dieta local. Según sea la terminación de su número de documento, un día a la semana pueden intentar comprar alimentos a precios controlados. Los que terminan en 0 y 1 hacen fila los lunes. Los que terminan en 2 y 3, los martes, y así… Pero no hay ninguna garantía de que ese día esté disponible el alimento buscado o de que aún quede algo cuando llega el turno de uno. Si no, habrá que seguir la recorrida y hacer otra fila, y otra, y otra más…
Es martes y en el supermercado Luz del Chacao, la cola se extiende unos 20 metros hacia cada lado de la esquina. Dos mujeres cuentan a Infobae sus penurias para conseguir arroz y responsabilizaban a Nicolás Maduro. Si no logran comprarlo allí a 6.000 bolívares (USD 0,3) el kilo, deberán recurrir a los “bachaqueros”, el circuito de puesteros que venden a granel en el mercado negro los productos faltantes. Un mercado negro que funciona a plena luz del día y en distintos puntos de la ciudad conocidos por todos, con la complicidad de las autoridades. Allí, la misma bolsa de arroz cuesta entre 3 y 5 veces más cara. Al lado, en la misma fila, una tercera mujer apunta en cambio por el desabastecimiento a los “empresarios especuladores” mientras reclama “más controles” por parte del gobierno. Hay un conato de discusión.
-“Bue, lo que pasa es que a mucha gente le han lavado el cerebro”- punza una de las primeras.
-“Supongo que no lo dirá por mí”- replica la simpatizante chavista, antes de marcharse con la excusa de la larga fila.
Entonces, las dos primerasterminan de soltarse:
-Venezuela está en la miseria. Antes no era así. Si se te acababa tu pasta dental, ibas y comprabas otra. Ahora ya no.
-Ya esto no se aguanta. Están matando mucha gente. Estamos cansados ya que nos maten. Nos van a matar a toditos.
-Es que ya está matando. Es tipo Hitler. Se están muriendo las personas por falta de medicamentos… los niños con cáncer, con malaria y todo eso…eso es tipo nazi.
Medio centenar de agentes de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) camuflada para el combate custodia la sucursal del Supermercado Abasto Bicentenario (una de las cadenas regenteadas por el Estado) frente a Plaza Venezuela. El celo podría hacer suponer que allí hay mucha mercadería y que los agentes del orden están para prevenir saqueos. Pero no. Todo es mucho más tragicómico. Lo único que abunda en paredes y colgado de los techos son frases de Hugo Chávez y fotos del ex presidente en la inauguración del supermercado, con las estanterías y refrigeradores llenos. Hoy, la mayoría de ellos están vacíos. Nada en la góndola de carnes, nada en la de pescados, nada en la de comidas elaboradas. Algunos estantes se llenan de una punta a la otra con el mismo producto de limpieza o el mismo paquete de papas fritas.
Infobae recorrió las farmacias Locatel y Saas de El Paraíso, en el oeste humilde de la capital venezolana. También la Locatel, en la zona más acomodada de La Castellana. El panorama era similar: estanterías vacías, sin aspirinas, ni medicamentos básicos para la tiroides o el control de la diabetes y la hipotensión. En una sola, habían recibidos anticonceptivos de una única marca: 103.000 bolívares la caja, dos tercios del salario mínimo que cobra el 75% de los venezolanos.
En las sucursales bancarias, la gente hace fila para tratar de conseguir entre 10.000 y 25.000 bolívares (USD 0,5 y 1,25), el máximo que cada banco otorga por día. La última escasez en Venezuela es la de dinero en efectivo, aunque ya no valga nada.
“A mí no me vengan con cuenticos. La culpa de todo esto es del Presidente y sus funcionarios. Hay que cambiar el Gobierno porque está visto que son gente incapacitada. La única capacidad que han tenido es la de destruir al país. Ni siquiera han sido buenos robando. Han acabado hasta con la gallinita de los huevos de oro”, dice Gladis Morán, mientras aguarda en la fila del Banco de Venezuela.
En el mercado informal que se monta en las avenidas de ingreso al Petare, la favela más grande de Venezuela, funciona el “bachaqueo” a cielo abierto. Azúcar, arroz y harina pan se pueden conseguir a granel a tres, cinco o diez veces el precio regulado.
¿Cómo hacen para pagar los caraqueños que aún pueden esas sumas si ya casi no hay dinero en efectivo? Los puestos en la feria anuncian con carteles: “Tenemos punto”. Se refieren al Pos, el aparato para las transacciones electrónicas con tarjetas de débito y crédito. ¿Cómo es que lo obtienen esos puestos callejeros ilegales? La fórmula es fácil: un comercio legal que tiene dos o tres, les subalquila uno. Mercado negro al cuadrado. Rebusques comerciales en una Venezuela que sobrevive como puede.