Opinion

“Venezuela es la oveja negra en educación media en América Latina”

Juan Maragall es hombre de escuela no solo porque no puede vivir sin el ruido de los niños, dice, sino porque además tiene un diagnóstico claro de sus problemas. Tratar de alejar a los escolares del estado Miranda de la pobreza, a punta de educación, fue su propósito y también su logro al frente de la Secretaría de Educación de esa entidad federal, en la que el 11 de noviembre cumpliría nueve años. “Seguir incrementando el conocimiento será su reto”, añade al referirse al gobernador Héctor Rodríguez, que el viernes, al recibir formalmente el cargo, no había designado aún al sucesor. “Él fue ministro del área y aunque solo hizo la consulta nacional en 2014, tiene claro lo que hay qué hacer. La educación está en emergencia”.

—¿Cuál es el mayor atraso del sistema educativo actualmente?

—Esa pregunta tiene dos respuestas: hay un severísimo problema de rendimiento y también de exclusión escolar adolescente. Cuando en 2010 aplicamos las pruebas internacionales Pisa en Miranda, para evaluar a los muchachos de 15 años, 80% tenía niveles no aceptables en matemáticas, y el promedio en el mundo es de 12%. Eso es un aspecto muy crítico porque si no tienes pensamiento matemático, no puedes tener pensamiento científico ni lógico, y tienes muchísimas limitaciones personales y profesionales. El mayor problema está en la transición de sexto grado al bachillerato. Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo en América Latina muestra los porcentajes de quienes terminan primaria entre 12 años y 14 años, la edad adecuada, y quienes concluyen secundaria entre 17 años y 19 años. Venezuela, aunque tiene 90% de promedio razonable de primaria, bastante por encima de la media latinoamericana, posee apenas 28% de promedio de quienes aprueban bachillerato entre 17, 18 y 19 años; es decir, bastante por debajo de la media aceptable en la región.

—¿Dónde están esos muchachos?

—En la calle. El problema social más serio en este momento es el adolescente en la calle. Hay entre 800.000 y 1.000.000 de muchachos, de 12 a 17 años, excluidos de la educación. El estadio universitario, que tiene capacidad para 40.000 personas, puede llenarse 20 veces con jóvenes que no están estudiando. Es esa la Venezuela del futuro. La oferta que el gobierno les ha hecho es moto, pistola y misión, cuando debería ser empleo, capacitación, preparación.

—¿Hacia dónde va la sociedad con ese atraso?

—Hay una frase que es verdad: el futuro de los países se parece al presente de sus escuelas. La función de la escuela es darles lo que no encuentran en su casa y la oportunidad de romper con la pobreza, pero ya sabemos las condiciones en que se encuentran en el país. Somos la oveja negra de América Latina en cobertura de bachillerato.

—Frente a esa situación, ¿cuáles son las acciones del gobierno?

—El gobierno nacional se olvidó de los niños y los adolescentes porque no votan. Por motivos político electorales invirtió mucha energía en misiones educativas, pero no en conocimiento.

—¿Cuándo comenzó el estancamiento de la educación?

—Entre 2007 y 2008. Hoy tenemos menos estudiantes en las escuelas públicas que hace 10 años, según las memoria y cuenta, lo que significa que el sistema se contrajo. En 2007 comenzó la crisis de cobertura, de calidad, aunque en 2001 dejaron de hacerse las evaluaciones nacionales de rendimiento. Después de 10 años estamos en una situación de emergencia. Si tuviésemos un ministro de Educación serio debería decretar la emergencia educativa. ¿Qué ministro puede dormir tranquilo con 800.000 adolescentes en la calle?

¿Cuál es su balance de gestión?

—El gran reto que tuvimos cuando llegamos y que aún mantiene buena parte de las escuelas del país es que a estas las tenían distraídas en temas ideológicos, clientelares. Los niños no eran el centro de la acción educativa y ese es el gran problema en la escuela pública. Regalan computadoras sin contenido. Venezuela se ha quedado en el sótano de la educación latinoamericana en rendimiento y desempeño escolar. Por ejemplo, tú le preguntas a un ministro de Educación cómo están los niveles de analfabetismo de segundo a tercer grado, y no puede responder porque no lo sabe; lo que te diga es retórica.

—¿Cómo están esos niveles de analfabetismo?

—Cuando llegamos a la gobernación casi 30% de los alumnos de tercer grado no sabían leer y suponemos que eso es una muestra del país, lo que es gravísimo. Si no estás totalmente bien alfabetizado en tercer grado, la escolaridad está destinada al fracaso.

—¿Qué fue lo primero que hicieron?

—Para ver el funcionamiento del sistema escolar hay aspectos que son los grandes retos: si todos los alumnos pueden ir a la escuela, si la escuela a la que llegan está en buenas condiciones y si en esa escuela se encuentra la persona adecuada. Lo primero que hicimos fue retomar el centro pedagógico de la escuela con una idea: lo que más defiende a una persona de la pobreza es su capacidad de comprender lo que lee y expresa por escrito sus habilidades en matemáticas, saber de su historia, una escala de valores que le permita tomar decisiones adecuadas, y eso se aprende en la escuela. Había poco más de 80.000 alumnos fuera de las escuelas en 2008. La cifra nacional es de 1.500.000 alumnos fuera del sistema, de los cuales 500.000 abandonaron las escuelas este año. Estamos en una crisis muy particular. En cuanto a las edificaciones educativas encontramos un deterioro gigantesco. En Miranda hay casi 700 escuelas. Cuando entramos había 530. Le dimos un norte pedagógico a la gestión y construimos 50 más, que nos permitieron incorporar cerca de 14.000 nuevos alumnos. Reparamos además 520.

—Se aprende con maestros capacitados. ¿Cómo estaban preparados los maestros?

—En Miranda hay más de 10.000 maestros y el problema que tenían y tienen en Venezuela es que los cargos se asignaban por vías clientelares. Trabajamos mucho la carrera docente. Unos 1.000 directores ascendieron por concurso de oposición. De los 10.000 maestros, 6.000 ingresaron por concurso. Casi 30% de los docentes eran suplentes no graduados y ahora esa cifra se redujo a 2%. También hicimos una evaluación de rendimiento de todas las escuelas en lenguaje y matemáticas. Cuando llegamos el rendimiento promedio en matemáticas era de 05 puntos sobre 20; de lenguaje era 07, que era el promedio del estado. Ahora el promedio pasó a 10,3 en matemáticas y a 13 en lenguaje.  Estamos hablando de casi 150.000 estudiantes.

—¿Ese trabajo fue interrumpido por la crisis alimentaria?

—A finales de 2015 la escasez de alimentos y el avance de la inflación comenzó a afectar mucho la dinámica escolar, al punto de que hemos registrado en las escuelas de Miranda el abandono de 10.000 estudiantes durante 2017. Las razones son cuatro. El tema de la comida rompió la dinámica familiar y la escolar; después, la seguridad: en una encuesta que hicimos en marzo pasado en 500 de nuestras escuelas, 32% reportó que vivía entre enfrentamientos entre bandas y balaceras (en octubre de 2016 era 8%); el costo del transporte también incide muchísimo: ir y venir a la escuela le puede costar al alumno entre 800 y 1.800 bolívares dependiendo de la ruta, y el último es el sueldo de los maestros.

—¿Cuál fue el logro más importante?

—El aumento del rendimiento. Alejamos un poco a esos niños de la condición de pobreza, con planes para que más niños fuesen a las escuelas.

—¿Cómo sortearon la negativa del gobierno de enviar recursos?

—Tuvimos clara la prioridad: los niños y el factor pedagógico; no nos distrajimos. El gobierno nunca mandó los recursos para cancelar los aumentos presidenciales, pero eso ocurre en todas las gobernaciones, hay casi 100.000 maestros estadales en todo el país que no están cobrando ese incremento. Pero fuimos los únicos que lo denunciamos, y cuando los maestros protestaron no los reprimimos ni los metimos presos.