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De M. Jackson a Lady Gaga, 25 años de «touchdowns» musicales en la Superbowl

Tenía que ser Michael Jackson, con su dominio del escenario y su sentido del espectáculo, el que 25 años atrás convirtiera un acontecimiento eminentemente deportivo en terreno abonado para algunas de las mayores hazañas musicales de la historia.

Hasta la irrupción del «rey del pop» en aquella Superbowl del 31 de enero de 1993, el intermedio de la gran final anual de fútbol americano carecía del empaque que se le presupone hoy y muy pocas habían sido las figuras que, hasta entonces, habían adornado con sus voces aquellos minutos de pausa (con la excepción de Ella Fitzgerald en 1972).

Tras las actuaciones en 1991 de la «boy band» New Kids On The Block y de Gloria Estefan en 1992, la aparición estelar de «Jacko» como gran protagonista musical del Rose Bowl de Pasadena (California) junto a 3.500 niños fue un acontecimiento que sentó las bases de lo que vendría después.

Jackson emergió catapultado sobre un gran escenario central enfundado en un vestuario de inspiración militar e interpretó con su singular destreza coreográfica temas míticos como «Billy Jean» o «Black or White» entre fuegos artificiales, chorros de humo y vistas aéreas que retrataron el mosaico humanitario que a pie de pista construían con carteles los miles de asistentes.

Su amiga Diana Ross tomó buena nota cuando fue escogida como estrella de 1996 en el Sun Devil Stadium de Tempe (Arizona) y, en poco más de doce minutos, con cambios de vestuario incluidos, repasó su historia como símbolo de la Motown con cortes como «In the Name of Love» o «Ain’t no Nountain High», antes de marcarse una salida del escenario en helicóptero.

En los Miami Gardens (Florida) se incorporó ya una introducción cinematográfica en la que E.T. (sí, El Extraterreste) buscaba entre bambalinas a los protagonistas de aquella edición de 1999, Gloria Estefan y Stevie Wonder.

Las grandes actuaciones combinadas se convirtieron en una tónica de la Superbowl, como sucedió en el año 2000 (con Phil Collins, Christina Aguilera, Enrique Iglesias y Toni Braxton) y en 2001, una edición titulada «Reyes del rock y del pop», con Aerosmith, N’Sync, Britney Spears, Mary J. Blige y Nelly.

A veces, la gran estrella del espectáculo quedó epatada por sus invitados, como le sucedió a Coldplay en 2016 en el Levi’s Stadium de Santa Clara (California) frente al empuje de Bruno Mars y Beyoncé, quien ya había arrasado tres años antes en solitario en el Mercedes-Benz Superdome de Nueva Orleans (Luisiana), en el que fraguó su reencuentro con el resto de Destiny’s Child.

Por su gusto por la epopeya pirotécnica, las divas se han convertido en carne de cañón de la Superbowl, escribiendo algunas de sus páginas más recordadas por locas y bizarras, véase la re-coronación de Madonna en 2012 o el desfile multicolor de Katy Perry en 2015 a lomos de un león gigante, parapetada por Lenny Kravitz y tiburones bailarines.

No se puede olvidar lo que las estrellas del rock han hecho por el prestigio de esta cita. Con el permiso de U2 (que en 2002 arrancó su actuación con Bono entre el público y «Beautiful Day»), Paul McCartney (2005), The Rolling Stones (2006), Tom Petty (2008) o el mismísimo Bruce Springsteen (2009), la más legendaria de todas esas noches porta otro nombre de la realeza musical.

Prince parecía tenerlo todo en contra para trazar una actuación de calidad aquel 4 de febrero de 2007. Llovía a cántaros sobre el estadio de los Dolphins en Miami, pero no dudó en aparecer sin más acompañamiento que cuatro guitarras, aporreadas con su magnética destreza hasta el clímax con «Purple Rain», que encontró en la inesperada cortina de agua su más oportuna aliada.

Todos ellos tejieron la idea de que solo los más grandes pueden aspirar a esos minutos mágicos y Lady Gaga no dudó en saltar al vacío en busca de su corona. Su actuación del pasado año acumula 39 millones de reproducciones, con una sorprendentemente sobria pero emocionante interpretación al piano de «Million Reasons», listón que este sábado habrá de igualar Justin Timberlake.