Sinfónica Simón Bolívar, 40 años de ejecución y docencia
Es miércoles en la mañana. Algunos músicos llegan con retraso, aunque no son muchos. La mayoría se encuentra en la sala Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música.
No es fácil establecer una edad promedio. Están los que viven sus veinte, los que ya alcanzaron los treinta, otros que pasaron los cuarenta o superan los cincuenta. Distintas generaciones forman ese todo que se llama Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y están en ese lugar para ensayar.
Repasan las partituras porque se preparan para los conciertos que celebrarán los cuarenta años de la orquesta, considerada pionera del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. La penúltima presentación fue el viernes, dirigida por Christian Vásquez, y el ciclo, iniciado en junio, culmina el próximo domingo. En la batuta estará Andrés David Ascanio Abreu.
Ramón Román es el concertino. Observa y da indicaciones. Forma parte de la institución desde hace cuatro décadas. Es testigo de aquellos años en los que José Antonio Abreu recorría el país para buscar a entusiastas que se sumaran al proyecto que se volvió referencia cultural y social en el mundo. “Fue de conservatorio en conservatorio a escuchar a los muchachos tocar. Yo estaba en Maracay, estado Aragua. Entonces tenía 13 de años de edad y el maestro no solo tenía que convencerlo a uno, sino también a los padres de que el sistema era un proyecto factible para llevar una vida profesional”, rememora.
En esos años todos los días viajaba a Caracas a ensayar, pero cuando la aventura comenzó a profesionalizarse, los que realmente deseaban asumir el reto tuvieron que mudarse a la capital. “Acá cursé ingeniería en la UCAB hasta que decidí que lo mío era la música. Fue muy bien sembrado el mensaje de que podíamos tener un futuro en la música como profesionales”, reconoce Román.
José Scolaro también es violinista y toca en la orquesta desde enero de 1981. Cuenta que fue en Ciudad Bolívar, en los años setenta, cuando empezó a manifestar cada vez más su interés por la música. “Hablamos de una carrera que no es como las demás, que se eligen en bachillerato. Esta es una vocación que se siente desde pequeño. Cuando fundaron el núcleo de Ciudad Bolívar, me incorporé en 1977 a la sinfónica juvenil. Cuando me gradué de bachiller, en 1981, vine a Caracas con la intención de pertenecer a esta orquesta. Hablé con el maestro Abreu y, mediante concurso, quedé”.
Sus momentos más importantes son aquellos en los que Abreu dirigía, recuerda. “El maestro nos enseñó que en la música no existen términos medios. Nos enseñó el valor de la excelencia y de hacer cada día las cosas mejor. También hubo una época muy importante para nosotros, la que vivimos con el director mexicano Eduardo Mata”, cuenta en alusión al director que en los años noventa estuvo al frente de la Sinfónica de las Juventudes Simón Bolívar.
Scolaro también fue de ese grupo de docentes que se encargó de enseñar a la siguiente generación, especialmente a la primera orquesta infantil: la generación de Gustavo Dudamel, Christian Vásquez y Diego Matheuz. “Sin duda, complace ver cuando un alumno supera al maestro”, dice.
La violinista Mery Orozco tiene 16 años en la orquesta. Estuvo en otras hasta que sintió que necesitaba nuevos retos, pues ya había aprendido lo suficiente desde 1985, cuando se inició en la institución, a los 13 años de edad, en el núcleo de La Rinconada. Al igual que Scolaro, celebra una de las principales cualidades de la Sinfónica Simón Bolívar: la labor educativa.
“Se trata también de ir a los núcleos a enseñar. He dado clases en el interior, en lugares como Maturín y también en La Rinconada, de donde salí. Acá estamos muchos de los maestros con más experiencia. Luego uno combina la experiencia y el talento con la parte artística de la orquesta. Allí uno pone a prueba lo que sabe”, asevera.
La profesora y violinista Iraida Mora tiene pocos años en la Sinfónica Simón Bolívar en comparación con sus compañeros, pero inmediatamente aclara: “Tengo 39 años en el sistema”. Y es que antes se dedicó a enseñar en los Andes hasta que en 2005 se mudó a Caracas e ingresó a las filas de la orquesta. “Esta orquesta mantendrá siempre su nivel musical. Es importante mantener la tradición de formar a las generaciones siguientes”.
En la sala también está Ollantay Velásquez, violinista de 37 años de edad. Formado en el oriente del país, entre Carúpano y Puerto La Cruz, tiene 18 años en la Sinfónica Simón Bolívar. Si bien cumplió uno de sus sueños, llegar a la que considera la más importante orquesta del sistema, ahora se propone destacar como director. Y ya comenzó, pues lleva la batuta al frente de la Orquesta Sinfónica Juvenil José Francisco del Castillo. “Lleva el nombre de mi maestro de violín”, afirma como ejemplo de tradición y legado que se transmite de generación en generación.
Futuro y adversidades
Iraida Mora, profesora y violinista, asegura que si bien se mantiene el ímpetu artístico y docente en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, hay que tomar en cuenta las adversidades. “En lo socioeconómico se ve un poco amenazado. No tenemos los mismos recursos que antes. Mantener un instrumento es prácticamente imposible, sin hablar de la situación transporte y alimentaria, que afecta; pero saldremos adelante”, dice la violinista, que también es médico cirujano. Indica que si bien hay muchos músicos que se han ido, también son varios los que han llegado a ocupar esos puestos.
El concertino Ramón Román insiste en el tema: “La cultura ofrece un camino a la juventud, pero lo económico ha pegado mucho en nuestro desarrollo como instrumentistas. Ninguno de los instrumentos y sus accesorios se fabrican en el país. Podrás imaginar los costos”.
José Scolaro concluye: “Hay que continuar con la misma mística y entusiasmo de hace cuarenta años. En este momento la orquesta está rejuvenecida. A mi lado tengo personas que han sido mis alumnos. Eso caracteriza a esta agrupación, esa mezcla de jóvenes y fundadores”.
40° Aniversario de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar Sala Simón Bolívar, Centro de Acción Social por la Música, Quebrada Honda.
Domingo 8 de julio
Hora: 11:00 am
Entrada libre