Entender la hiperinflación, manual de supervivencia
Adquirir algún producto en Venezuela es una carrera contra el tiempo. Como si se tratara de ciencia, los venezolanos han tenido que despejar una ecuación que les permita surfear la hiperinflación. Entre inversiones, dólares y criptomonedas los ciudadanos buscan cómo no sucumbir a ese dolor de cabeza
En noviembre de 2017 los especialistas declararon a Venezuela como un país en hiperinflación. Los bolsillos gritaban la palabra desde semanas atrás. Un año después, la migración se desparramó por las fronteras, incluso con los caminantes haciendo camino hacia el sur, hay nueva moneda circulando pero el aumento de los precios no se detiene ni la devaluación relaja su marcha. Cada vez menos personas se preguntas los por qué. Unas porque lo entienden, otras porque se esfuerzan en saldar las consecuencias.
Ganarle a la hiperinflación es tarea difícil. A diario empuja los precios de los productos en al menos 3%, según la Asamblea Nacional; y mensualmente cierra cerca del 200%. Los datos caminan a porcentajes insólitos: millones.
“El tema de carísimo no existe”, es la frase que Rogelio Salcedo se repite cual mantra para no caer en la agonía que implica lidiar con un proceso económico que pulveriza constantemente sus ingresos. El ingeniero informático se alejó de su profesión hace tres años para dedicarse a la panadería, una pasión que ahora la convirtió en su oficio.
Salcedo se “baja de la mula” para adquirir todos los ingredientes que necesita, empezando por la harina, que si quiere recibir de los molinos al precio subsidiado por el Estado debe pagarles a los empleados 500 bolívares para añadirlo al listado. Ahí le despachan como mínimo 30 sacos de harina por un valor de 990 bolívares cada uno; pero si la suerte no está de su lado debe recurrir al mercado negro donde le venden el saco en 3.000 bolívares soberanos. Al monto total que pague por la harina debe sumarle la compra del resto de los insumos: levadura, ajonjolí, mantequilla, el azúcar o los huevos. La situación lo ha llevado a tener de su lado a los bachaqueros porque son los que tienen el contacto con los distribuidores. “Si no tienes contactos no llegas a ningún lado”.
Luego de meditarlo mucho entendió que, por los momentos, la hiperinflación no va a pasar y concentra sus energías en tomar cada oportunidad. “Si lo hay lo compro sin pensarlo porque sé que mañana está el doble o el triple. Te pasas el chip porque si te sientas mucho pierdes”.
Aaron Olmos, economista y especialista en finanzas de empresas, insiste en que el dinero que los venezolanos reciben en sus cuentas bancarias es imperativo que se transforme en bienes y servicios o en inversión de compra de activos porque de lo contrario siempre sentirán que trabajan demasiado, pero la remuneración es insuficiente. Además, advierte que se debe generar fuentes alternativas de ingresos, preferiblemente en divisas. “Ante la hiperinflación los venezolanos deben reinventarse, emprender, agregarse valor por medio de otros oficios”.
Denys Salomón sabe a la perfección que los consejos de Olmos no son un juego. Con un TSU en Administración de Aduanas del Colegio Universitario de Administración y Mercadeo, y un título de Economista de la Universidad Central de Venezuela, el joven de 28 años está consciente de que en hiperinflación guardar bolívares es la peor opción, y sin pena dice que su cuenta siempre está en cero soberanos porque “todo lo que entra sale como corcho ‘e limonada”.
Salomón asegura que no puede vencer la hiperinflación, pero ha comprendido que sí puede “surfearla o medio llevarla” gastando el dinero que tiene en su barra móvil de coctelería. Denys acumula la mayor cantidad de mercancía que le sea posible trasformando lo ganado en el inventario de la barra. “Si veo un precio que tiene mucho tiempo compro más de lo previsto”.Si un cliente le realiza el pago del servicio en bolívares, el emprendedor mantiene el dinero en su cuenta bancaria “como máximo dos días”. En caso de que sus clientes hagan los pagos en dólares, Salomón prefiere recurrir a los créditos de sus tarjetas o solicitar un financiamiento a la entidad bancaria y conservar las divisas porque “en la calle sube a un ritmo y la inflación a otro aún más rápido, lo que hace que el dinero en cuenta pierda su valor real”.
Las divisas se han convertido en el salvavidas de los venezolanos. Las remesas, por ejemplo, son un alivio ante los golpes económicos que significa vivir en revolución.
Carmen Pérez* es educadora adscrita al Ministerio con un sueldo de 2.000 bolívares. Para ella es insuficiente, “no alcanza sino para un lingotico de queso -ríe ante el sarcasmo- obviamente esto simplemente no alcanza”.
Por suerte, cuenta con una ayuda económica que le llega de Perú gracias a su hija que se fue hace seis meses, y le permite solventar los gastos del hogar. Pérez recibe semanalmente 15 dólares que, transformados en bolívares, según la tasa del día, pueden ser hasta 4.000 soberanos. Con eso dice no hacer mucho, pero lidiar con la hiperinflación por un año le ha permitido comprender que cuando cae el dinerito compra “alimentos en cantidad. Por ejemplo, hace 15 días (final de octubre) compré 3 kilos de queso por 1.065 soberanos y aún tengo queso”. La segunda semana de noviembre solo un kilo de queso puede oscilar en alrededor de bolívares.
Yorlet Morales, al igual que Carmen, recibe remesas por parte de su hija porque –aunque posee un ingreso mensual de aproximadamente 15.000 bolívares– los gastos del hogar, de un hijo pequeño y una madre con problemas de salud hacen que su salario se vuelva sal y agua. Desde Argentina le mandan dinero dos veces por semana. El 13 de noviembre de 2018 recibió 3.600 bolívares. Con ello solventa parte del mercado, una acción que hace a punta de autocontrol para intentar no sentir que la hiperinflación la consume “en un abrir y cerrar de ojos”.
Su hija, además, envía por encomienda los medicamentos que la abuela debe tomar y que en Venezuela no se consiguen: “Lamictal para convulsión, Daflon para la circulación, Eutirox para los problemas de tiroides, un protector gástrico, y Concor para el corazón. Si no reúne el mínimo, entonces manda Ibuprofeno, antibiótico, Buscapina, Diclofenac y Paracetamol”.
Ambas mujeres, cabezas de familia, aseguran que, aunque la remesa es una ayuda, conforme pasa el tiempo se hace insuficiente. “Lo que mi hija me envía ha tenido que aumentar por los costos de los productos aquí”, alega Yorlet Morales.Aaron Olmos señala un espectro que se ha desarrollado en el país: “hay tal nivel de deformación que tenemos inflación en dólares”. Aunque el bolívar soberano se rige por el petro, según afirma Nicolás Maduro, el especialista asevera que la moneda nacional está realmente anclada a la divisa norteamericana. “El dólar no oficial sigue siendo el elemento marcador de toda fijación de precios y estructura de costo en Venezuela. No hay nada que en el país se haga sin antes consultar MonitorDolarVe, Dólartoday o cualquiera de esos y en función de eso la gente pone precios”.
Olmos explica que la inflación en dólares se debe a que el Estado “tiene el mercado controlado desde hace 15 años y la demanda interna que hay es obviamente mayor que la oferta porque el Banco Central de Venezuela no está poniendo dólares”. Entonces, la divisa que circula de mano en mano “es la que se trae la gente de afuera, las remesas, los electrónicos que hacen intercambio y los que tienen que ver con criptomoneda”.
A pesar que la inflación también golpea a los verdes, aún es posible ahorrar en esta divisa y vivir de la compra y venta de las “lechugas”. Mariana González* da fe de ello porque desde hace seis meses lo hace. Extraña la docencia, profesión en la que se formó académicamente y ejerció durante doce años, y se cuestiona a diario ganar más como comerciante que como educadora.
Mariana negociaba dólares como un “resuelve” antes de abandonar su trabajo, huyendo de la precariedad salarial. La educadora es una mediadora entre el vendedor y el comprador, y de ahí cobra una comisión. “En el colegio tenía más fácil acceso porque los representantes y mis compañeros me compraban. Al renunciar, todo se me puso más difícil”.
Ahora solo tiene un grupo de cinco clientes que asegura son confiables tanto para vender como para comprar. Suele obtener 2.000 soberanos o menos en un día, y no es una actividad diaria; “pero mejor eso que nada”. Dice que la venta de dólares “acarrea mucho estrés, hay semanas muy buenas y otras no tanto”.
Para mantener una estabilidad económica, a través de las redes sociales González vende videojuegos de la tienda de su hermano, obras de arte que realiza una amiga o cualquier otro producto, obteniendo una comisión. “Ahí me he ganado mi platica extra”.
Lo mío es digital
Juan Cañas es abogado egresado de la Universidad Católica Andrés Bello, y desde hace más de un año admite que se preparaba para enfrentar la crisis económica y no morir en el intento. El joven empresario lidera una agencia de marketing que le brinda la oportunidad de negociar con clientes locales e internacionales, y fueron las dificultades de cobro y facturación las que lo llevaron a abrir su mente a un método de pago más eficaz y que no sufre los estragos de la hiperinflación: las criptomonedas.
“El primer pago fue en dólares, pero por una empresa que tiene portafolio en cripto y ese era canal que utilizaban para liquidar los dólares era a través de ellas. Me di cuenta que así podía resolver el pago a una empresa de afuera que no quisiera tener una cuenta random en dólares”, expresa Cañas.
El abogado junto con su equipo comenzó a adentrarse más en el asunto de las criptomonedas. Consolidar la estructura de cobro y pago les tomó “dos años de análisis y uno de diseño, y reestructuración constante”. Luego las incorporó a su economía personal, como “resguardo de valor para no tener que preocuparme de que los bolívares se los coma la inflación”. Cañas asevera que Venezuela es la única nación del continente americano donde “emplear cripto como medio transaccional tiene sentido real”.
Aaron Olmos concuerda y manifiesta que usar criptomonedas en hiperinflación es viable porque las cripto “tienen ventaja sobre dinero fiduciario. Una de las que tienen, independientemente de que se solventen o no los problemas del país, es que se convierten en una divisa que te permite moverte sin necesariamente pasar por la autoridad monetaria, en este caso el Banco Central”.
El especialista indica que en Venezuela muchas personas se están haciendo de criptomonedas por la facilidad y practicidad de su uso. “Se han convertido en sustituto de las divisas por su naturaleza descentralizada y desnacionalizada, están libres del tema de hiperinflación y de los problemas económicos que las naciones tienen”.
Olmos también expresa que las criptomonedas se convierten en un alivio para que los empresarios puedan pagar a sus empleados sin la inquietud que generan los aumentos salariales. “Muchas empresas que sabían que no tenían nivel de generación para pagar el nuevo salario mínimo optaron por la criptomoneda. Gracias a las cripto que generaban por la minería o el trading pudieron pagar la nómina”.