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Los venezolanos quedan a la deriva en Colombia

Algunos optan por esperar a que reabran el paso por tres puentes del departamento de Norte de Santander, cuya capital es Cúcuta, mientras que otros, impulsados por las necesidades, se arriesgan a pasar por «trochas», que son corredores ilegales utilizados comúnmente para el tráfico de drogas, el contrabando y la migración ilegal.

Quienes pueden aprovechan su estadía en Cúcuta para comprar cosas que no consiguen en su país o para recibir donaciones de mercados, almuerzos y víveres que hacen algunas organizaciones sociales.

Al lado del puente Francisco de Paula Santander, que conecta a Cúcuta con la localidad venezolana de Ureña y en donde el sábado fueron quemados dos camiones con ayuda humanitaria, un centenar de personas reciben donaciones mientras planean si regresan o no a su país.

Ese es el caso de María Vásquez, quien llegó a Colombia el viernes pasado procedente de Mérida, capital del estado del mismo nombre (oeste), con una treintena de personas más para colaborar con el paso de las medicinas y alimentos a Venezuela.

«Como ahora está cerrada la frontera, tenemos que esperar (…) Esperamos a que los políticos de Mérida nos resuelvan, porque si nos mandaron para acá tienen que ayudarnos. Yo estoy preocupada porque no sé cómo voy a regresar a mi casa. Eso sí, si me tengo que quedar me quedo hasta cuando sea posible», afirmó a Efe.

Junto a muchos de sus compatriotas, Vásquez, quien dijo que se quedó sin dinero, recibió almuerzo al lado del puente, en un pastizal, donde un grupo de colombianos improvisó un comedor para ayudar a quienes padecen la crisis política, social y económica que vive Venezuela.

«Los que vinimos sabíamos que de repente íbamos a pasar todo esto y yo lo he aceptado porque sé a qué vine», aseguró para luego agregar que la primera noche la pasó en un campamento improvisado en un lote cercano al puente binacional de Tienditas, en donde hay almacenadas más de 600 toneladas de ayuda humanitaria para Venezuela.

La ropa de muchas de las personas que se encontraban allí todavía mostraban la rudeza de los disturbios del sábado, pues muchos llevaban camisetas blancas que tenían manchas de hollín provocadas por el incendio de los camiones.

Uno de ellos es Antonio Valdés, que llegó también de Mérida y lucía, orgulloso, una gorra con la bandera de su país.

«Estamos varados, no podemos salir, tenemos que esperar que se cumplan las horas para que se reabra la frontera», manifestó.

Valdés, que llegó a Cúcuta el jueves con la ilusión de contribuir al paso de la ayuda humanitaria, relató que prefiere esperar que abran los puntos fronterizos antes de intentar cruzar por una trocha, pues considera que al otro lado lo esperan unas fuerzas armadas «que no respetan los derechos humanos».

Pese a que los pasos por los corredores ilegales son peligrosos, hay muchas personas como John Carlos Gaitán que buscan llegar a su país a como dé lugar.

«Voy a tomar el riesgo porque aquí en Colombia me han ayudado mucho en comida, en muchas cosas, pero el punto es llegar a mi destino, a mi casa», contó Gaitán, que vive en la población de San Juan de Colón, en el estado fronterizo de Táchira y que queda a 51 kilómetros de Cúcuta.