Jesuitas alertan de riesgo de xenofobia en frontera de Colombia y Venezuela
La competencia por el trabajo o los beneficios sociales entre poblaciones vulnerables en la frontera de Colombia y Venezuela por la migración venezolana puede causar casos de xenofobia, advierte el director para Latinoamérica del Servicio Jesuita a Refugiados, Mauricio García.
“Hoy en día la gente que está migrando es gente en condiciones de mucha vulnerabilidad”, afirma el responsable jesuita en una entrevista desde Madrid.
El colombiano Mauricio García Durán califica la migración venezolana de los últimos años como “la mayor y más grave migración del continente en su historia”.
Naciones Unidas estima que actualmente 3,3 millones de venezolanos se encuentran en otros países de Latinoamérica, de los que 460.000 son niños, la mayoría de ellos necesitados de alguna asistencia, y no existen previsiones de retorno a corto plazo, sino que hay proyecciones que indican que en un año puede haber dos millones más de migrantes.
Según el responsable del Servicio Jesuita a Refugiados para Latinoamérica, “no son simples migrantes socioeconómicos que están buscando una mejor oportunidad de vida, es gente que, dada la situación del país está obligada a migrar y tienen necesidad de protección internacional”.
Colombia, que comparte una frontera terrestre de 2.200 kilómetros con Venezuela, es el principal destino de los venezolanos que huyen de la crisis social, política y económica que vive su país.
El sacerdote estima que han llegado a este país 1,5 millones de venezolanos, aunque reconoce que la cifra puede ser mayor.
García Durán explica que las situaciones más difíciles que se han encontrado son las necesidades sanitarias, con mujeres y niños como principales víctimas, por lo que se ha incrementado la demanda de servicios de salud “de manera impresionante”. “Hay una crisis del sistema de salud en la frontera”, reconoce.
Como ejemplo, destaca que en el Hospital Universitario de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, el 70 % de las mujeres que dan a luz son venezolanas.
Respecto a la reacción del Gobierno colombiano, considera que “se demoró un poco” en la respuesta a esta crisis y que ha puesto en marcha “políticas temporales, no políticas que busquen una integración a mediano y largo plazo”.
El padre jesuita destaca “la magnitud del problema” con “una demanda que supera las capacidades institucionales”, por lo que considera necesaria una coordinación entre las distintas instituciones, tanto las gubernamentales como las de la sociedad civil.
Como responsable de refugiados en Latinoamérica, Mauricio García señala también la situación que viven muchos nicaragüenses que se han visto obligados a salir de su país por motivos políticos o económicos, la mayoría de ellos trasladados a Costa Rica.
“Aunque la magnitud de la migración nicaragüense es mucho menor que la venezolana, eso no significa que no estén enfrentando una situación muy delicada”, denuncia el sacerdote, quien señala que en Costa Rica “están desbordados”.
También señala otras crisis migratorias como la que vive México con la llegada de ciudadanos procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador, que huyen de la violencia y el narcotráfico, o la que sufre Haití.
Respecto a Colombia, donde todavía hay población desplazada por la violencia de grupos guerrilleros y paramilitares, García recuerda que en su país hoy en día está la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejercito Popular de Liberación (EPL), los grupos que surgieron de la desmovilización de paramiliares y los disidentes de las FARC, contrarios al acuerdo de paz firmado con el gobierno colombiano.
“Ha faltado una implementación más a fondo de los acuerdos de paz”, denuncia el sacerdote, quien lamenta que “a veces la guerra se vende más electoralmente que la paz”.
García está en Europa para asistir en Roma a una reunión de directores regionales del Servicio Jesuita a Refugiados y aprovecha para visitar España y después Alemania, para mantener contactos con ONG que colaboran con ellos en la ayuda a los refugiados y migrantes.
Por Antonia Méndez Ardila