Café y tradición en Caracas
El beber una simple taza de café revistió un suceso de gran importancia en la Caracas de fines del siglo XVIII, al punto de preparar fastuosos festejos y convertirse en un acontecimiento histórico.
Pero ¿a qué se debía tanta algarabía, interés y curiosidad alrededor de este azulado grano? Era desconocido en América, pero tenía revolucionado el continente europeo desde que llegó de la lejana Abisinia, viajó a Egipto, Arabia y Turquía para recalar en Europa, y ser el centro de controversias de todo tipo, con detractores y defensores a ultranza.
A pesar de todo lo que se tejía debido a sus supuestos efectos nocivos para unos y muy beneficiosos para otros, el café se había convertido en Europa en la llamada “semilla de oro”, por su aroma, fragancia, efectos y gran potencial económico.
Café de Flore, París
Interviene el papa Clemente VIII
Sus enemigos afirmaban que era un brebaje muy nocivo para la salud. Sin embargo, no se logró detener su consumo ni su expansión por el mundo entero.
Como las diatribas en cuanto a la ingesta de la extraña, amarga pero aromática bebida continuaban y se acrecentaban, los cristianos preocupados por el posible peligro de beberla, comisionaron a la alta jerarquía eclesiástica para consultar al Papa Clemente VIII sobre su conveniencia y si era una bebida lícita.
El Sumo Pontífice no hizo caso a los asesores quienes le solicitaban su prohibición. Una vez que pudo saborear una humeante taza de café, comentó: “Esta bebida del demonio es tan deliciosa que deberíamos engañar al diablo bautizándola”. Y la bautizó.
El café oculto
Posiblemente las semillas del cafeto llegaron a Venezuela de contrabando para burlar los altísimos impuestos aduanales que establecía la Compañía Guipuzcoana, la cual tenía todo el monopolio del comercio.
Pero una vez que los granos estuvieron en tierra firme, vía Francia- Martinica-Guayana, fueron sembrados y cuidados en las márgenes del río Caroní gracias a los misioneros jesuitas.
Misionero jesuita José Gumilla
Concretamente se adjudica esta acción al misionero José Gumilla quien en su obra El Orinoco ilustrado y defendido comenta: “El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba; lo sembré y creció de modo que se vio ser tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto”.
Llegada a Chacao
El viaje continuó hasta que llegó al valle de Caracas. Exactamente encontró tierra buena para su cultivo en las estancias de Chacao llamadas “Blandín”, hoy Country Club; ”San Felipe” y “La Floresta” que eran propiedad de Bartolomé Blandín, originalmente Blandain por su origen francés.
El acaudalado Bartolomé Blandín, junto a los sacerdotes Sojo y Mohedano, cuyos nombres completos eran Pedro Ramón Palacios y Sojo, vinculado directamente a la familia materna de Simón Bolívar y José Antonio García de Mohedano, párroco de Chacao, decidieron cultivar los arbustos del cafeto como empresa industrial, formaron semilleros y lograron cincuenta mil plantas que dieron buena cosecha.
Casa de la hacienda Blandín, óleo de Vicente Gil
En ese momento acordaron una gran celebración y procedieron a escoger los granos necesarios para probar la primera taza de café en unión de algunas familias amigas y personajes vinculados a la música.
Tanto Blandín y su familia como el presbítero Sojo practicaban varios instrumentos y pertenecían al movimiento filarmónico de Caracas. Frecuentemente en las haciendas La Floresta y Blandín se organizaban tertulias musicales bajo sus arboledas.
La celebrada primera taza
Una fastuosa fiesta en medio de la hacienda “Blandín” fue el escenario bucólico perfecto para celebrar la cosecha y probar la primera taza de café servida en el valle de Caracas a finales de 1786.
El relato, al mejor estilo de crónica social, lo hizo el doctor Arístides Rojas, médico, naturalista, historiador, editor y periodista de la Caracas de fines del siglo XIX, casi 100 años después de este acontecimiento.
Arístides Rojas
Describe Arístides Rojas: “La casa de Blandín y sus contornos ostentaban graciosos adornos campestres, sobre todo, la sala improvisada bajo la arboleda, en cuyos extremos figuraban los sellos de armas de España y Francia. En esta área estaba la mesa del almuerzo, en la cual sobresalían tres arbustos de café artísticamente colocados en floreros de porcelana.
Por todas partes sobresalían ricos muebles dorados o de caoba, forrados de damasco encarnado, espejos venecianos, cortinas de seda, y cuanto era del gusto de aquellos días, en los cuales el dorado y la seda tenían que sobresalir”.
Momento cumbre
Continúa Arístides Rojas su relato de lo que fue esta ceremonia: “A las 12 del día comienza el almuerzo, y concluido éste, toma el recinto otro aspecto. Todas las mesas desaparecieron menos una, la central, que tenía los arbustos de café, de que hemos hablados, y la cual fue al instante exornada de flores y cubierta de bandejas y platos del Japón y de China”.
“En el momento en que la primera cafetera vacía su contenido en la transparente taza de porcelana, la cual es presentada inmediatamente al virtuoso cura de Chacao, un aplauso de entusiasmo acompaña a este incidente, al cual sucede un momento de silencio”.
Primera taza de café en Blandín
El padre Mohedano, a quien correspondió el honor del primer sorbo de café en Caracas, conmovido se dirigió a la concurrencia: “Bendiga Dios al hombre de los campos sostenidos por la constancia y por la fe. Bendiga Dios al fruto fecundo, don de la sabia Naturaleza a los hombres de buena voluntad.”
La celebración se prolongó hasta bien entrada la noche en ambiente alegre y festivo, acompañada musicalmente por piezas de Beethoven, Haydn y Mozart, interpretadas por los componentes de la escuela de música creada por el padre Sojo que funcionaba en la hacienda La Floresta.
Antiguos cafés de Caracas
Varios lugares de encuentro para tomar la aromática y novedosa bebida se establecieron en Caracas a mediados del siglo XIX. Entre los que destacaron figura el Café Espagñol, de Fausto Teodoro Aldrey, ubicado entre las esquinas de Torre y Veroes.
Café Espagñol en Caracas
En este lugar se sirvieron, por primera vez en Caracas, helados en copas de cristal. Igualmente fue el precursor de las peñas literarias. Se presentaban obras de teatro, conciertos y charlas ya que era punto de reunión del mundo diplomático, intelectual y político.
El Café del Ávila, en la calle de Leyes Patrias, adyacente a la Plaza Bolívar, tenía un ambiente refinado. Allí se daban cita artistas, escritores, periodistas e intelectuales. Su fama se debía a la excelente comida donde destacaban las hallacas de gallina que ofrecían en las noches de teatro, al igual que las ensaladas, jamones y fiambres acompañados de vinos finos importados, servidos en grandes banquetes que la clientela contrataba.
Anuncio del Café del Ávila
Otros sitios de relevancia en esa época fueron el Café del Ángel; Café Gámez que tenía dos locales, uno en Caracas y otro en La Guaira y el de la Confederación y del Comercio de los Estados Unidos de Venezuela, también ubicado en La Guaira.
Café Gámez en Caracas y La Guaira. Propiedad de Manuel Cipriano Gámez, 1914
A comienzos del siglo XX se acostumbraba a departir en los llamados “salones para familias” donde las señoras se reunían alrededor de una taza de té, chocolate o café y se formaban animadas tertulias.
Salón de señoras de la chocolateria La India. Caracas, 1894
La Francia y La India eran considerados salones de gran tono y elegancia.
Publicidad del Salón para señoras de La India.
Caracas
Modernización e inmigración
Gracias a la llegada de los inmigrantes europeos, a mediados del siglo XX, el café se instituyó como lugar de reunión, costumbre muy sembrada entre españoles e italianos.
A partir de esa época y con el auge transformador de Caracas, como ciudad cosmopolita, proliferaron hacia el Este de la ciudad muchos comercios como modestas pensiones, hoteles de diversas categorías, tratorías, pizzerías, bares y restaurantes e hicieron su aparición las terrazas al aire libre, ideales gracias al benigno clima caraqueño.
A eso se suma la importación en los años 50 de las máquinas de fabricación italiana Gaggia y Faema para hacer “café espresso”. Años después la empresa Distribuidora Giorgio, de la familia Taurchini, nos enseñó el café de las máquinas Rancilio.
Sede del taller Giorgio, en Caracas
En este sentido la presidenta de la Academia Venezolana de Gastronomía, Ivanova Decán Gambús, en su texto Más allá de la pasta: historias sobre una sensibilidad gastronómica, publicado en el libro Italia y Venezuela: inmigración y gastronomía refiere:
“Desde principios de los años cincuenta la máquina de café expreso llegó a Venezuela y no se fue nunca más. Giovanni Tisi fue el responsable de que las Gaggia comenzaran a instalarse por todo el territorio y nos acostumbramos a tomar ´café de máquina´, a disfrutar de un café fatto alla italiana, e hicimos nuestra esa costumbre y ese modo de apreciar el café. Los venezolanos nos creamos el hábito de socializar y discurrir sobre nuestro acontecer, compartiendo ese rito gastronómico”.
El epítome de éstos lugares fue en Sabana Grande, Le Grand Café -su nombre original- donde se reunían intelectuales, políticos, periodistas, publicistas, artistas, escritores reconocidos y los de poca monta, además de personajes de la bohemia caraqueña.
Los días viernes y sábado, al caer la tarde, era casi imposible conseguir una mesa libre. Había que estar “cazando” alguna porque era lugar de reunión obligada antes de comenzar la dura faena de la vida nocturna, que pasaba por cenar en alguno de los muchos y variados restaurantes de la zona, ir de bar en bar por un trago y un “levante”, y quizá terminar en la conocida calle de los hoteles. Noche redonda.
Los verdaderos dueños
El nacimiento del Gran Café lo cuenta con lujo de detalles el cronista Eleazar López C. quien señala que en los años 40, el lugar que hoy ocupa el Gran Café de Sabana Grande era una pulpería de parada obligada para arrieros y viajeros, con venta de bebidas como fruta de burro, malojillo, berro y yerbabuena.
“Una vez aplanado el promontorio donde se encontraba el negocito -explica Eleazar López C.- se construyó una casa que eventualmente fue transformada en el Gran Café, fundado por el italiano Luigi Fornari, entre 1955 y 1956. Las sillas externas que abarcaban el perímetro de la edificación estaban cubiertas por un largo toldo; luego fueron agrupadas alrededor de mesas con sus respectivas sombrillas de colorida lona”.
Durante un tiempo fue regentado por Henri Charriére, mejor conocido como “Papillón”. López C. describe así a este prófugo de Cayena: “El inigualable, pero ordinario raconteur, servía de pintoresco anfitrión a una clientela de importantes y conocidos personajes, muchos de los cuales hacían fantásticos negocios que nunca se daban o hablaban de política como los mejores estrategas de café de ciudades como Madrid y París de fines del siglo XIX”.
Hacia los años 60 el empresario lusitano José Pita compró el negocio, época de clientes como los “comandantes” citadinos de la recién iniciada guerrilla. En 1968 lo vendió a sus compatriotas Francisco y Avelino Da Silva, sufridos testigos de la construcción del Metro, pero entre saudades y vino verde aguantaron obras, escombros, tierras removidas y nula clientela, hasta que apareció el bulevar y la amplia terraza fue techada.
Carnavales en el Gran Café de Sabana Grande
Sus vecinos, el Piccolo Café y El Colosseo, también atraían a la ávida clientela que gustaba pasar horas y horas sentada en las mesas frente a un café que les podía durar toda la noche, pero si había dinero se transformaba en licores de cualquier tenor y alta gradación.
El Gran Café actual, con cuatro mesas y despliegue de personajes de mal vivir que pululan por el sector, no es ni la sombra de lo que fue. Perdió su esplendor y cosmopolitismo, al igual que desaparecieron las librerías que lo circundaban para convertirse en expendio de mercancía barata. No existe punto de comparación con la ciudad alegre y amable que era Caracas.
Aprender desde el grano a la taza
Muchos locales excelentes han cerrado como el legendario Café Vomero de don Giovanni Misciagna en Campo Claro, pero les suceden otros con aires renovados y estilo contemporáneo, adaptados a los tiempos que corren.
En los años recientes han abierto varios centros de enseñanza para formar baristas, profesionales dedicados a cultivar el arte del café, que aprenden las mezclas exactas, los tipos de agua, la temperatura y la dosificación correcta, así como también se conoce la historia del café, métodos de extracción, tostado y arte latte. Ha tenido mucho auge la formación de consumidores que exigen mejores productos y servicio, además de aprender a disfrutar un buen café.
Pietro Carbone, en su Accademia del Caffé, es el abanderado en estas lides. Más de 22.000 egresados han aprendido a valorar todo lo relacionado con esta disciplina y obtienen la certificación de la SCA (Speciality Coffee Association), importante aval de categoría mundial que garantiza la calidad educativa y la formación profesional.
Pietro Carbone. Foto: Harold Escalona / Archivo
Instituciones como la Escuela Venezolana del Café, los baristas Paramaconi Acosta y Gustavo Paparoni, también están autorizados para otorgar la certificación de la SCA.
Dónde tomar un buen café
El consumidor actual tiene buenas opciones para degustar un excelente café con tranquilidad como Café Piu en Bello Monte.
La Esquina Carbone que tiene varias locaciones: Celicor de La Castellana, Centro Comercial Plaza en La Boyera y el CCC Tamanaco. Igualmente Café Franca en Las Mercedes, Los Naranjos, Los Palos Grandes y en la terraza del Mercado de Chacao.
En Los Palos Grandes, el restaurador Jean Paul Coupal está al frente de Café Arábica, donde también ofrece desayunos criollos.
Café Arábica de Jean Paul Coupal
Estación del café en la avenida Urdaneta, Madame Blac en Las Mercedes, Café Hilda en Bello Monte, Café Noisette en La Carlota, con especialidades francesas, Café Artesano en la avenida Universidad y Los Dos Caminos y La Sociedad del Café en Parque Cristal son otros de los cafés especiales en Caracas.
Sociedad del café en Parque Cristal
Una taza de café por Mario Briceño-Iragorry
“Sirva, pues, el café de estímulo para platicar acerca de tantas cosas que nos son comunes y a veces placenteras. El hablar descansa el ánimo. Penas comunicadas remedios suelen tener, dice el viejo proverbio. Y todos nosotros tenemos nuestras grandes y nuestras pequeñas penas, la mayor parte comunes en razón de la comunidad del gentilicio”.
“Hablemos en torno a nuestra taza de café, con la misma esperanza con que hablaron en 1785 los visitantes del padre Mohedano; con la misma esperanza y con la misma fe con que en 1811 platicaban en la Sociedad Patriótica, seguramente en torno a sendas tazas de café, Miranda, Bolívar, Francisco Espejo, José Félix Rivas, Juan Escalona, Martín Tovar Ponte; y con la misma esperanza angustiada con que, entre grillos y barrotes, preparaban su miserable guayoyo Joaquina Sánchez y Luisa Cáceres de Arismendi, patronas de las mujeres que saben luchar por el decoro y la libertad. Tomemos como símbolo de nuestros valores vernáculos, el aromoso café; tomémoslo hasta con un valor de rito sagrado”.
Si queremos ponerle música al aroma y el sabor inigualable del café venezolano, escuchemos Moliendo café de Hugo Blanco haciendo click aquí.
Bibliografía y créditos
Mario Briceño-Iragorry. Una taza de café, Crónicas de Caracas, Edición del Concejo Municipal del Distrito Federal, 1952
Varios autores. Italia y Venezuela: inmigración y gastronomía. Fundación Rosa y Giuseppe Vagnoni, Caracas 2017
Eleazar López C. Pequeña historia del Gran Café, Crónicas
Jaime Henao Jaramillo. La magia del café. Fundación Fama de América, Caracas 1992
Créditos fotográficos: Cortesía Eduardo Pérez-Viana, de Café Blandín / Colección de Nicomedes Febres Luces / Colección de Alberto Veloz