“The Batman”: el siniestro atractivo de la oscuridad, Trailer
“The Batman”, de Matt Reeves, ya mostró sus primeras imágenes y no deja dudas sobre lo que viene: un héroe violento, cargado de ira y sediento de venganza. La nueva película de Warner Bros. protagonizada por Robert Pattinson está programada para octubre del año próximo.
En el primer tráiler de la película “The Batman” de Matt Reeves, el cruzado de la capa de Gotham es apenas visible. Solo se ve su silueta en unas cuantas ocasiones y en una de las últimas, está de pie, mientras un grupo de desconocidos le increpa. “¿Quién eres?” grita un hombre con voz levemente burlona. Batman no responde, sino que levanta una barra de metal y golpea a una figura a sus pies. Le golpea una y otra vez, con una violencia y saña cada vez más evidente, oscura y siniestra. El grupo que observa retrocede un paso, hay un murmullo de terror. Pero Batman sigue golpeando. Cuando su víctima deja de moverse se medio incorpora. “Soy la venganza”, les dice.
La sexta encarnación en pantalla grande de uno de los superhéroes más ambiguos del mundo del cómic, no deja espacio para la imaginación y mucho menos, para la duda.
Basada de manera libre en el cómic del 2000 Batman, Ego de Darwyn Cooke, la película «The Batman» intenta explorar la idea de la conciencia escindida del personaje y en especial, la forma como su violento, en ocasiones imparable y muy cerca de la crueldad alter ego, puede llegar a destruir la noción misma de Bruce Wayne sobre su decisión de combatir el crimen.
Tanto el cómic como la futura película están más interesados en analizar la forma en que el espíritu justiciero de Batman debe luchar contra el afán de venganza, pero en especial, en la búsqueda desesperada de un significado. El Batman de Cooke es una criatura en las sombras, retorcida y cínica, que intenta empujar a Bruce al abismo definitivo.
Las pocas escenas que Matthew Reeves mostró de «The Batman», exploran esas sombras detrás de un hombre en apariencia acorralado por una terrorífica e incontrolable necesidad de venganza. En medio de una batalla semejante, hay una reflexión de profunda importancia sobre la personalidad del antihéroe, la búsqueda de su capacidad para comprender sus propios espacios grises y lo que es más significativo, el poder ominoso de la ruptura definitiva con su personalidad más frágil. Bruce Wayne siempre mira a la distancia del trauma y del terror que le abruma. Batman es la noción perversa de esa condición sobre su propia humanidad.
Cook y, por ende, la película de Reeves, se plantea varias preguntas a la vez, en especial el hecho del sufrimiento como un vínculo con lo que yace en los lugares más inaccesibles de la mente de Bruce. ¿Batman realmente tiene por objetivo la justicia, incluso de manera tangencial y con todo el peso del vigilante anónimo que encarna? ¿Es un criminal o un héroe? ¿Puede ser ambas cosas a la vez?
La visión de lo maligno de Cook —externo, temible y angustioso— es también un recorrido por las piezas sueltas de algo más grande, elaborado y temible. Porque mientras Bruce intenta sostener su percepción sobre la moral en algo más duro y amargo que la simple necesidad de paz, Batman es la antítesis de esa reivindicación tardía del héroe.
Batman -como discurso y elemento simbólico- se opone a la visión milimétrica sobre el bien y el mal. Al contrario del héroe común -que fundamenta sus dilemas sobre la concepción a través de un propósito bienhechor - refleja un tipo de bondad inquietante: es un hombre con un pasado turbulento y viste capa y máscara no por un accidente, sino porque decidió convertirse en un tipo de héroe que debe recordarse con preocupante frecuencia que hay un límite entre lo temible y lo inquietante que jamás debe cruzar. Tan parecido a sus enemigos y tan imposible de definir de una única manera, que termina por ser el reflejo de esa turbiedad que define a la ciudad que intenta proteger.
Una y otra vez, Batman encarna un tipo de visión sobre la sociedad tan cínica que resultaba incómoda: desde los horrores de la tortura intelectual, hasta la liberación del canon de la bondad, la dicotomía de Bruce Wayne/Batman evita explicaciones sencillas y elabora un discurso social que intenta destruir la visión del héroe desde sus cimientos.
Hay un paralelismo en la narrativa general de Batman que tanto Cook como Reeves utilizan como telón de fondo para contemplar las tinieblas de su personaje. De allí, que el cortísimo avance de «The Batman» muestre al héroe de la capa rodeado de sombras y un ambiente decadente, que no tiene nada que envidiar a las grandes y siniestras obras de nuestra época sobre los monstruos con rostro humano.
Batman es aun joven, pero también está marcado por el odio y esa recién nacida percepción del poder -puedo destruir para renacer- es lo que hace a la nueva aproximación al personaje tan inquietante. Como arquetipo mítico, Batman siempre está más cerca de las sombras y la oscuridad que de la búsqueda de un motivo para la esperanza. El mundo en escombros que recorre es una mirada hacia los espacios absurdos y temibles de nuestra cultura.
El poder de Batman no reside en la abstracción de hacer el bien -aunque podría interpretarse de ese modo- sino en evitar que el mal ocurra, lo que abre un espectro amplio para los métodos a utilizar en esa gesta lo suficientemente peligrosa como para comprometer su objetivo. El hombre murciélago no tiene necesidad de cumplir un canon ético, sino que construye el propio. Al contrario de la mayoría de las figuras popularizadas en los cómics, Batman se debate entre sus dolores y la responsabilidad moral que asume sin quizás prever sus consecuencias. Legitimó la estrategia y la cólera como una forma de comprenderse a sí mismo y la manera en que lucha contra el crimen en una ciudad complicada como Gotham. Un símbolo de una cierta concepción del mal necesario.
Batman es una poderosa interpretación humana del dolor y la venganza. David Macho, guionista del cómic del 2014 Incluso en los peores momentos basado en Bruce Wayne, llegó a comentar que su experiencia en el mundo del singular superhéroe fue más dura de lo que pensaba. No es sencillo comprender al justiciero de la máscara negra: “Batman es la encarnación del poder de la inteligencia y el dolor humano. Planos superpuestos uno sobre otro”.
Se trata, además, de una mirada incluso al origen de Batman como entidad. Desde la violencia que marcó su infancia, el contexto que le rodea es también una mirada inquietante sobre las tinieblas con las que debe lidiar. Gotham es una ciudad oscura, violenta, árida y peligrosa, muy parecida a la Nueva York de los años 70 inmortalizada por Scorsese, una creación siniestra sobre lo urbano como último refugio de la individualidad rota. El cruzado de la capa desea encontrar un sentido a su poder, a su sentido de la venganza y el miedo, pero también a su humanidad. Pero a su vez, debe enfrentarse a sí mismo.
Frank Miller logró con enorme éxito en su cómic de culto Batman: The Dark Knight Returns meditar sobre los horrores de la intimidad rota por la crueldad, a partir de la contraposición con el bien. La miniserie, dividida en cuatro volúmenes, logra captar la oscuridad del “vigilante” de Gotham y lo enfrenta directamente contra el bien ideal, encarnado por Superman.
En el cuarto capítulo —Batman: La caída del Señor de la Noche— Superman se enfrenta contra Batman en una pelea extraordinaria, donde no solo parecen enfrentarse como individuos, sino como metáfora de algo mucho más grande y colosal. Para Miller, el hecho del bien ambiguo encarnado por Bruce Wayne parece construir un punto de vista nuevo sobre la concepción de la lucha por ideales que, de pronto, no parecen tan claros. Superman en cambio, insiste en el bien absoluto, pulcro. Una moral extraña a la cualquier concepción humana.
Batman basa su motor espiritual para la búsqueda de la justicia no en el bien, sino en una revancha simbólica, que al final, atraviesa los espacios más duros y espinosos de lo que el bien puede ser en el ámbito contemporáneo, para encontrar una respuesta total al miedo. Cristalizado en un tipo de rencor que le convierte en una máquina imparable, Batman desea salvar, pero a la vez, ajustar cuentas, ya sea con el mal encarnado en el delincuente de turno, en los terrores que le rodean y por último en algo más sutil, en la posibilidad de encontrar satisfacción en la concepción del mal sin matices.
Batman promete no matar, pero puede golpear y hacer el suficiente daño para provocar la muerte, un peligroso matiz que le empuja a los confines de su propio universo roto. El miedo transformado en una criatura volátil, extraña y dolorosamente humana.