Miss Venezuela 2019, el más aburrido de la historia
Durante sus soporíferas y desatinadas tres horas de transmisión, fue una demostración de la peor televisión, al devenir en una pobre caricatura de sí mismo, nada que ver con las coloridas producciones, que tanto en épocas sauditas como de vacas flacas diseñaba Joaquin Riviera,su gran artífice
Si de alguna manera habría que calificar la más reciente edición del certamen Miss Venezuela, celebrada el jueves en las estrechas dimensiones de un estudio de Venevisión, es como la más desbordada, contundente, soporífera y lamentable colección de desatinos que jamás hayamos visto en la historia del que otrora era conocido como expresión de “la noche más linda”, pero que a juzgar por lo visto en la pequeña pantalla en esta ocasión, ha devenido en una pobre caricatura de sí mismo, por decir lo menos.
Para empezar, no hubo show. Antes el pretexto eran las misses, para a partir de allí construir una colorida revista musical televisiva. Joaquín Riviera, el fallecido genio creador de este programa, lo concibió de esta manera y así lo estableció en las más memorables presentaciones de este concurso en su época de mayor esplendor.
Riviera brilló sin competencia en esta faceta, que desarrolló con propiedad y buen hacer, tanto en la época esplendorosa de la Venezuela saudita, como en la más reciente de la crisis económica, la de los ajustados y restrictivos presupuestos. Y lo hizo así hasta su muerte por un paro respiratorio el 21 de abril de 2013.
El espectáculo del Miss Venezuela 2019, concurso que sigue perteneciendo a Cisneros Media, pero con otros operadores, encabezados por Jonathan Blum -después de la defenestración el año pasado del hacedor de reinas, Osmel Sousa, por razones todavía no suficientemente aclaradas-, resultó literalmente un desastre por donde se le mire. “Este año se espera un show sin precedentes”, exclamaron desde la quinta que sirve de sede al certamen en Colinas de Los Caobos, los voceros de las tres directivas del concurso, las ex misses Nina Sicilia, Jacqueline Aguilera y María Gabriela Isler.
En su afán de marcar obsesivamente la diferencia con su predecesor, anunciaron cómo se habían seleccionado las aspirantes al cetro de la belleza nacional, no sin antes remarcar que atrás quedaron los castings y managers que imponían candidatas. Lo destacaban así: “Luego de pasar por una intensa preparación integral y una exhaustiva evaluación por parte del jurado calificador durante ocho meses, las 24 aspirantes están listas para ganar la ansiada corona”.
¿Manos de pasarela?
Volviendo al pobre espectáculo, el peor, con diferencia, en los 67 años del concurso, hay que decir que los tropiezos y las malas decisiones creativas se hicieron sentir desde el mismo momento en que arrancó el desafortunado evento.
Hubo severos e inadmisibles problemas de audio, que se escuchaba bajísimo y así estuvo por casi media hora, afectando al opening. Bueno, realmente opening no hubo, por lo menos el que anteriormente se presentaba como tal, el auténtico abrebocas del show, que generalmente era uno de los segmentos mejor elaborados y suntuosos, para así atrapar la atención del televidente desde el comienzo. Esta vez la cosa se limitó a la irrupción de las misses desfilando sobre la pasarela doblando el himno del Miss Venezuela.
Fue la única nota musical que hubo a lo largo de las tres horas de trasmisión, además del segmento que, en clave de reggaetón, tuvieron a su cargo los jóvenes y poquísimamente conocidos cantantes Omar Koonzey Daniela Barranco, en una presentación que felizmente fue bastante corta.
Se limitaron a cantar los temas Miedo, título bastante descriptivo de la sensación que nos daba, a medida que avanzaba el espectáculo, al pensar si lo que vendría después iba a ser peor de lo que ya habíamos visto; y el no menos elocuente De Miami a Moscú, muy a tono con estos tiempos de dictadura pro Putin.
Hubo más bandas que misses participantes, razón por la cual casi todas se llevaron una a su casa. Las distinguieron con títulos tan imposibles como Miss Manos de Pasarela (¿acaso las aspirantes, en una ceremonia privada, se desplazaron sobre las plantas de sus extremidades superiores para obtenerla?). Miss Gema Preciosa, Miss Magia y Fantasía, Miss Rostro, Miss Fitness, Miss Confianza, Miss Cabello Radiante, Miss Glamour y otras bandas de consolación con títulos similarmente alucinantes.
Animadores desanimados
Muy a tono con el sinsentido de este inverosímil desastre televisivo resultó el desempeño de tres de los animadores.
Fanny Ottati, Henrys Silva y José Andrés Padrón -todos sumamente jojotos para el peso de la responsabilidad que se les encomendó- lucieron como si estuviesen compitiendo en otro concurso, aunque no de belleza, sino de engolamiento y estereotipo. ¡Qué falta de naturalidad! Sobre maquillados, empolvados como una pared encalada o un pastel con exceso de azúcar glas, y con galones de laca y fijador en el cabello, recitaban sus textos como si de un estudiante de bachillerato en examen final oral se tratara.
Y aquí volvimos a añorar etapas más felices del Miss Venezuela, las de Gilberto Correa, Carmen Victoria Pérez, Maite Delgado, Daniel Sarcos, Bárbara Palacios, Mariángel Ruiz y hasta Leonardo Villalobos. La excepción en la edición 2019 fue paradójicamente la única que no era animadora profesional: Mariem Velazco, nuestra más reciente Miss Internacional, encantadora y espontánea y con buen futuro en estas lides.
De lo que se pudo haber hecho un buen show, no se hizo.
El “homenaje” a la recién fallecida animadora Carmen Victoria Pérez, quien dejó huella profunda de su habitual buen hacer profesional en los 10 años que, junto a Gilberto Correa, tuvo como conductora de la ceremonia de elección, se limitó a una breve mención de su nombre, con una apretadísima, por no decir minúscula, descripción al caletre de su trayectoria, por parte de la acartonada Fanny Ottati, para luego dar paso al desfile en traje de gala de las candidatas.
Prefirieron trasladar este tributo para dos días después, en Sábado Sensacional, en vez de aprovechar la ocasión para darle el justo lugar que merecía la elegante y popular animadora, en el sitio indicado para hacerlo. ¿Cómo olvidarla en su espectacular salida anual al escenario ataviada en el traje que para la ocasión diseñaba para ella el gran Guy Meliet? Carmen Victoria, con chic y glamour para regalar, convirtió este segmento en uno de los más esperados históricamente. Nos imaginamos lo que hubiese hecho Joaquín Riviera, de haber tenido en sus manos esta posibilidad.
El extraño “Hombre grama”
¿Y alguien podría hacer el favor de explicarnos qué quisieron hacer con la absurda presencia de un “Hombre grama”, que durante el desfile en traje de baño (que en esta ocasión fue en bikini), se levantaba desde el piso del jardín donde estaba camuflajeado para entregar una flor a cada miss que iba saliendo? ¿Un mensaje ecologista? ¿Un detalle de producción para establecer la diferencia, remarcando los “nuevos tiempos” de la organización a favor del “empoderamiento femenino”? Claro que esto no deja de ser un contrasentido, tomando en cuenta que en las casi siete décadas de la competencia, no se anunciaron las medidas físicas de las candidatas durante este desfile, pues sus promotores estiman que la belleza de la mujer “no se determina por el busto o las caderas, sino por las capacidades y el talento de cada una de ellas”.
Lo que sí no pasaron por alto fue el susodicho desfile en traje de baño, tan cuestionado por las feministas del mundo, que inclusive hicieron que se eliminara de concursos de tanta proyección como el de Miss América, en Estados Unidos.
Autobombo tras autobombo lo de las tres ex misses que ahora llevan las riendas del certamen. Jacqueline Aguilera, María Gabriela Isler y, sobre todo, Nina Sicilia hicieron de las suyas. La última de ellas aprovechó para glorificar su gestión, comparándola con un pasado (suponemos que el de Osmel Sousa) que evidentemente desdeña, una etapa en la cual, dicho sea de paso, la eligieron para representar a Venezuela, y ganar, el concurso de Miss Internacional. ¿A qué se deberá entonces su reconcomio? Por lo demás, y como elefante en cristalería, estas tres bellas damas, así como su jefe, Jonathan Blum, cambiaron todo, aunque no para mejor: desde los diseñadores que tuvieron a su cargo los vestidos saturadísimos de brillos del desfile final, hasta las coronas.
Es imperdonable que en medio de la ristra de aburridos desaciertos que fue la elección de Miss Venezuela 2019, que en no pocos momentos parecía más un acto cultural que un concurso de belleza, hayan pasado inadvertidos los mensajes grabados de cinco ganadoras del Miss Universo: la rusa-canadiense Natalie Glebova, la surafricana Demi-Leigh Nel-Peter, la filipina Pia Alonzo Wurtzbach, la puertorriqueña Zuleyka Rivera y la estadounidense Olivia Culpo. Simplemente no supieron darles organicidad ni en qué momentos incluírlos para que destacaran como realmente lo merecían. Un error de producción elemental de este programa, más preocupado en resaltar los cambios, casi todos cosméticos, que han introducido y en descalificar, mostrando descaradamente las costuras, los logros de sus predecesores, entre los que figuran nada menos que siete Miss Universo y seis Miss Mundo, por solo mencionar algunos.
Bostezos y más bostezos
Para terminar de tocar fondo, y al igual que hicieron con el opening, despojaron de todo factor sorpresa el anuncio de Thalía Olvino, la candidata de Delta Amacuro, como ganadora del certamen, quien de esta manera irá en diciembre al Miss Universo; y el de la primera finalista, la zuliana Melissa Jiménez, quien nos representará en el Miss Internacional. Cero fanfarrias, nada de factor suspenso como recurso del animador. Nada de nada. La cosa terminó tan plana y anodina como comenzó y se extendió durante las tres horas que duró el peor programa que hayamos visto en mucho tiempo en la TV local, muy acorde con la involución que a nuestro vapuleado país ha conducido un régimen que con su denigrante influjo tornó mediocre todo, o casi todo. Ni el Miss Venezuela se le salvó.