Opinion

El teatro absurdo del combustible

Resulta notable cómo saben fabricar el caos sobre medida y no les importar las consecuencias. Edifican el problema desde lo recóndito, lo amplían, le dan soluciones extrañas y luego van midiendo los efectos como una prueba de bomba nuclear. La fórmula ha sido útil en 20 años. Poco quiebra el sistema. Las bolladuras son las esperadas. Les ha funcionado con maligna maestría, mientras nos contorneamos para resolver el enigma.

Una decisión prohibida por siempre ha sido el aumentar la gasolina en Venezuela. A Carlos Andrés Pérez se dice que le costó la investidura. Desde aquellos revoltosos e inauditos días de 1989, mencionar un leve incremento en el combustible se convirtió en unas líneas censuradas en cualquier plan gubernamental. El tema era más que inflamable. Cualquier sacrificio era válido. Pero las estaciones de servicio debían permanecer ilesas.

Ahora se anuncia un esquema de modalidades de precios y participación. Acrecientan el valor de la gasolina, con mecanismo confusos, incómodos y prestos para cualquier maroma ilegal. Lo más brutal es que lo hacen con serpentinas y con un tono de victoria cruel. Justifican la puñalada de forma ceremoniosa. Poco les importa si la moneda a pagar es imperialista. Es la que vale y les da más satisfacción.

El pueblo se debatirá ahora en cómo solventar los obstáculos. Son modalidades que solo saben a impedimentos. Atrás quedó el sentimiento patrio y la parafernalia dada al nacionalismo. Eran sus bases necesarias para su propagando populista. Ahora se debe implorar por combustible iraní, para comprarlo en dólares. No imagino a Colombia importando café o a Chile solicitando vino en el exterior.

Pero el venezolano debe entender que este sistema es para eso: tener la sensación de catástrofe para sobrevivir; espolear las dificultades como dispositivo para mantenernos ocupados. La industria del petróleo es un recuerdo del pasado. Al igual que el carburante barato, aunque haya sido por mucho el más económico del planeta y lo único realmente propio.

Esta política para distribuir el combustible es de espanto y brinco. Sobrarán las limitaciones perturbadoras, los valores imprecisos, los subsidios descompensados y las trampas por doquier. Un esquema para beneficiar a unos pocos. Pues se inicia la dualidad: comer o gasolina.

Este esquema de distribución y comercialización del combustible tiene a más de uno con los ojos abotagados. La primera modalidad es la del subsidio. Para tenerlo debe hacerse a través de la plataforma web de la patria. Imagino el abultado tráfico y lo difícil del acceso a esa página, en un país con una red tan endeble y con un sistema tan limitado. Se hará a cinco mil bolívares el litro, solo pudiéndose introducir 120 al mes cada automóvil, 60 las motos  y todos con terminal de la placa.

La otra modalidad es la de pagar cada uno a 0,50 dólares. Con un salario mínimo podrá echársele al tanque cuatro litros. Ni un matemático ingenioso sabrá cuadrar su economía. Plantarles cara a las próximas semanas será un ejemplo de osadía a la supervivencia.

Sobrará más de un timo. Estamos en una nación casi acostumbrada a la estafa y a la viveza vil, cuando aparecen estos métodos poco ortodoxos. Hay más de un cuento feroz sobre los revendedores de gasolina. Algunos la mezclan con agua. Veremos a muchos con su carné de la patria y su negocio bien establecido de reventa. Por eso para algunos el subsidio será una ficción de poco tiempo.

Contamos con una nueva puesta en escena en este teatro abusivo de lo absurdo. Nunca habrá una solución tranquilizadora. El conflicto para este sistema siempre será el plato del día. No sabemos qué se está comprometiendo ni las negociaciones turbias con los iraníes. Se dice que estos cinco tanqueros nos costaron 9 toneladas de oro pagados por adelantado y extraídas del Banco Central.

Entretanto, Trump no sabe de discreción en el manejo de las redes sociales. Sus deslices diplomáticos tienen a Washington sumido en contratiempos. Sus malos argumentos respecto al asesinato de un afroamericano a manos de un policía, se ha convertido en una pésima publicidad. Su reelección se le esfuma, a menos que muestre un resultado convincente. Ojalá sea el caso venezolano la carta perfecta para levantar en las encuestas, pues el candidato demócrata exterioriza un gran desinterés sobre el tema.

Detrás queda más de un cabo suelto. Más de una acrobacia en entendimiento. El combustible iraní no durará mucho. Ya la Casa Blanca interrumpió recientemente la entrega de dos buques griegos que provenían de Irán con 245 millones de litros de gasolina. Fue suficiente la posible sanción de no poder acceder a la banca internacional ni al seguro marítimo, como para arrepentirse a última hora de este cometido.

Debemos defender con celo la premisa de la libertad. Esta es una oportunidad inconfundible. La usurpación es experta en pavonearse y llenarnos de desencantos. Pero no nos hallamos en otro sueño inconcluso. Zanjaremos nuestra deuda con la historia. Una meta tan anhelada como legítima. No es momento de claudicar. Las asechanzas continuarán. Estos personajes son expertos en emboscadas. Pese a ello, lograremos redimir nuestro destino. La nueva independencia llegará más pronto que tarde.

MgS. José Luis Zambrano Padauy

Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”

zambranopadauy@hotmail.com

@Joseluis5571

 José Luis Zambrano Padauy

Graduado en Comunicación Social, mención impreso, en La Universidad del Zulia en 1994 y magíster en Gerencia de Recursos Humanos en la Unermb. Obtuvo el premio municipal de periodismo “Eduardo López Rivas” en 2001, cuando trabajaba en la sección de política para el diario Panorama. Por varios años ocupó el cargo de coordinador de medios impresos en la Dirección de Medios de la Alcaldía de Maracaibo. Fue director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”.